Análisis

Javier Gómez Graterol: El mundo tiene reglas

La mitología griega, en la historia de Orfeo y Eurídice nos narra que Eurídice murió y, el despechado Orfeo fue al mismísimo inframundo para traerla de vuelta. Tras muchos esfuerzos para rescatarla, se le fue concedida por los dioses, la oportunidad de llevársela de retorno al mundo de los vivos, con la única condición de no ver el rostro de su amada hasta haber salido completamente del Averno. Yendo de regreso, él no pudo contener la impaciencia de ver el rostro de su amada, así que, faltando apenas una última puerta, le vio, y esta le fue arrebatada para siempre.
Tal y como este relato podemos encontrar otros en diferentes mitologías y culturas, todos con la misma moraleja: hay reglas que hay que cumplir, o no tienes segundas oportunidades, no hay vuelta atrás una vez que las rompes.
Una de las características que lamentablemente nos caracterizan como latinoamericanos es ser reacios a cumplir reglas, leyes y mandatos. Nos negamos a ver que estas son para el bien común cuando se cumplen, y tendemos a molestarnos cuando las correcciones nos suceden.
Recuerdo una anécdota que narraba mi difunto amigo Amério Negrette: llegó a su casa, consiguió a su nieto con el equipo de sonido haciendo retumbar todo, le dijo amablemente que por favor le bajara el volumen, y éste le dijo ajá, pasaron unos minutos y todo seguía igual, así que fue y le apagó el equipo. No le dio oportunidad de seguir escuchando, no segundo chance. El joven, como era de esperarse, se enfadó, pero las siguientes veces que pasaba lo mismo, él le decía que le bajase el volumen, y obtuvo obediencia inmediata.
En todas nuestras relaciones hay diferentes grados de confianza, profundidad, afecto, y lo más importante, acuerdos y reglas. Las relaciones humanas más funcionales serán siempre aquellas donde hay comunicación efectiva, acuerdos claros y precisos, respeto mutuo entre ambos y deseos de cumplirlos. Sí bien es cierto que Santo Tomás dijo “ama y haz lo que quieras”, porque no hay mayor fuente de respeto y de búsqueda del bienestar del otro que el amor mismo, cosa que incluso, aplicada según Dios, haría innecesarias las reglas, no todos saben amar, y eso parte del hecho de no haber recibido amor verdadero.
Reglas, acuerdos y leyes sirven para mejorar nuestras relaciones e interacciones sociales, el cuánto nos adaptemos a ellas, comprendiendo que una vez que las rompamos hay consecuencias, incluyendo arruinar para siempre una relación, hacernos daño, o hacérselo a otro, ha de ser un baño de realidad con el cual podemos ayudar a esta generación de cristal que se está formando a que recapacite en muchas insensateces que está cometiendo, pero en Cristo se puede. Después de todo, el “haz lo que quieras”, sin el “ama” de Santo Tomás, era el mandamiento satánico de Aleister Crowley, es decir, lo que nos conduce al mal. Dios con nosotros.
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