Análisis

Javier Gómez Graterol: Meditando a Job

Un hecho bastante común con el que suelo encontrarme es que la gran mayoría de las personas que conozco tienen una idea bastante cliché del libro de Job: Job era un hombre rico que por permiso de Dios, fue atacado por el diablo, quien, con permiso de Dios, le quitó todo. Job se mantuvo fiel a Dios a pesar de esto y, luego de un tiempo, Dios le devolvió más de lo que tenía antes, fin.
Este libro va más allá, es más profundo y educativo que dicha moraleja inicial y simplista que todos afirmamos saber.
El libro de Job es una respuesta al cuestionamiento de esa inicial creencia que había en el pueblo del Antiguo Testamento de que obrar bien y cumplir la ley era sinónimo inmediato de dicha y prosperidad. Muchos se preguntaban, por ejemplo, por qué, si esa afirmación era cierta, había gente mala que prosperaba, al menos materialmente, y gente que obraba bien, cumplidora de la ley, y no tenía prosperidad material o le acontecían cosas malas: “¿No es acaso la desgracia para el injusto y la prueba para los que actúan con maldad?” (Jb 31,3); “No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán” (Sal 37,1-2).
El libro de Job tiene varias enseñanzas que hacen que merezca ser leído, releído, compartido y conversado, además de resaltar de él algunas enseñanzas importantes que tiene.
Job es un libro sobre el sufrimiento; la esperanza; el reclamo/cuestionamiento a Dios; la sensación de sentirse abandonado por Él; el ser acusado o culpado injustamente; el sufrir el abandono; el eterno tema de los amigos verdaderos y los amigos por interés, esos que desaparecen en la desgracia. Muestra también a algunas personas que creen que hacen el bien y en el fondo no comprenden a quien está sufriendo, y con sus acciones, de aparente bien, hacen sufrir más a quien está en desgracia, como esa vieja metáfora del que saca un pez del agua “para que no se ahogue”, o a aquel que, sin haber escuchado bien al otro, ya le tiene una respuesta-solución-receta preparada para su problema y con ello se siente bien y realizado por simplemente dar consejos (que tal vez nadie le pidió).
Por todo lo anterior se entiende por qué está entre los llamados libros sapienciales, porque tiene enseñanzas profundas de las que cualquier persona que esté en una situación de sufrimiento puede sacar, además de paciencia para salir adelante.
A quien no está sufriendo y ve a su prójimo sufrir, podría enseñarle algo más sobre la prudencia que hay que tener al hablar creyendo tener respuestas a las causas del sufrimiento de alguien.
Si usted no ha leído este libro, esté sufriendo o no, le invito a leerlo, es mucho lo que podría enseñarle. “…Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿por qué no aceptaremos también lo malo?’…” (Job 2,10). Después de todo, uno de los más grandes misterios de Dios es que Él dispone de todas las cosas para bien de los que le aman (Rm 8,28).
Dios con nosotros
Artículos relacionados: