Análisis

Javier Gómez Graterol: La humildad también pasa por dar el paso

El capítulo 5, del Evangelio según San Lucas, narra lo siguiente: “Estaba Él (Jesús) a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre Él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: ‘Boga mar adentro, y echen sus redes para pescar’. Simón le respondió: ‘Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes’. Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían”.

Ahora, imagine usted a Pedro diciéndole: “¿Qué te pasa mijo? Nosotros somos pescadores y vos un simple carpintero que se las da de maestro, ¡vos no véis que estuvimos pasando el frío parejo toda la noche para que vengáis vos a dártela de experto… y citando a nuestro contemporáneo Apeles, te diré ‘Zapatero a tus zapatos’… es decir, yoooo pescador, vos carpinterucho, ¿algo más?”. Pedro tenía toda la libertada para actuar así, o como quisiese. Pudo al menos haber intentado, desde su punto de vista, de su experiencia en el mar, explicarle lo que comprobadamente había visto, con su más reciente experiencia, que podría ser una pérdida de tiempo. No pasó así… él hizo un salto de fe, y llenó de peces su barca. Cada vez que obedeció a Jesús, Dios-Hombre verdadero, hizo prodigios.

Luego de casi 20 años haciendo la misma recomendación de poner en práctica la promesa bíblica contenida en 1 Timoteo 2, 1-3: “Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador”, y cientos de veces he enfatizado que es una promesa bíblica,con mayor fruición en la parte “vida tranquila, con toda piedad y dignidad”, a la mayoría de los que se lo he dicho optan por no hacerlo, decir que eso no va a funcionar, o no lo hacen porque el rencor no les deja. Me topé con quien me dijo que merecen el infierno y que si oraba por ellos podría hacer que se salvaran (!).

Jesús (Dios) nos mandó a devolver el bien por mal. Sé que el mal tiene ese componente emocional que hace que no queramos saber nada de quien nos lo hace, pero ser humildes pasa por el hecho de orar por quienes nos han hecho ese mal. Nuestra lógica humana, nuestro dolor, nuestra rabia nos indican otra cosa, pero, obedecer a Dios es crecer en humildad.

A mí también me cuesta, yo también he sentido rencor, y he tenido que trabajar sanación, pero sí puedo decir que, aún sintiéndolo, he obrado en contra de ese mismo rencor siguiendo esa promesa. Dios dirá cuándo terminaré de sanar mis heridas. Dios dirá cuándo tocará el corazón de aquellos por quienes rezo, pero Él lo hará a su manera, y a nosotros nos toca solo confiar, y hacer nuestra parte. Dios con nosotros.

Autor: Javier E. Gómez Graterol, religioso / periodista

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