Con todos los acontecimientos que han pasado estos días, durante la semana ha estado resonando en mi cabeza el Salmo 81: “Ah, si mi pueblo me escuchara, si Israel fuera por mis caminos, sometería en un instante a sus enemigos, volvería mi mano contra sus opresores. Los enemigos del Señor le adularían y su espanto jamás terminaría. Pero a él, con flor de trigo lo alimentaría y con miel de la roca lo saciaría”. Lo pienso cambiando el nombre de Israel por el mío o el de cualquier otro país.
También devano mis sesos con el hecho de que, cuando en las redes sociales en las que hago apostolado, publico frases estilo: “¡Oh Dios de los ejércitos, restablécenos, haz brillar tu faz y sálvanos!” (Sal 80,8), donde se le pide a Dios que arregle Él lo que nosotros dañamos, estas obtienen muchos “me gusta” y reenvíos, mientras que, cuando publico cosas estilo: “Tus caminos enséñame, Señor, para que así ande en tu verdad; unifica mi corazón con el temor a tu Nombre” (Sal 86, 11), las cuales implican tomar alguna clase de acción, esas obtienen poco o ningún me gusta, y ni se diga reenvíos.
No estoy hablando de si merecemos o no lo que nos pasa, hablo de que todos podemos hacer algo, nuestra parte, lo que nos corresponde, para mejorar la situación. Creo que es mejor empezar a ver todo lo que está pasando como un llamado a revisar nuestras conciencias, para entender que, en este aquí y ahora, debemos revisar el sentido de nuestra vida.
Mi humor es negro, y a mucha gente a la que le tengo confianza y me conoce, suelo, en vez de hacerle la típica frase para saludar “¿Cómo estás’” -o aún mejor “¿Cómo estáis?”, como preguntamos los zulianos-, la pregunta “¿qué es de tu vida de perdición e ida segura al infierno?”, y, por supuesto, espero una respuesta diferente al típico “bien ¿y tú (vos)?”. Humorada negra aparte, creo que sí, que vale la pena que nos preguntemos ya: si muero hoy, ¿iré arriba, o me mandarán pa’bajo? ¿Dejaré el mundo mejor de como lo encontré? ¿Qué hice para cambiarlo?
La cosa es, en resumidas cuentas, que ser auténticamente cristianos implica renunciar al pecado, hacer lo que nos corresponde. San Francisco decía: “Haz lo posible, y que Dios te ayude en lo imposible”. Decía también: “Muchas personas no leerán otro Evangelio que tu vida”. Dios nos llama, y nos quiere partícipes de su obra salvadora. A quien se abandona en Él, lo capacita para hacer su parte y aún más. ¿Te abruma lo que pasa? Puedes hacer algo y, a medida que lo hagas, empezarás a transformar tu entorno sin siquiera darte cuenta, porque el bien, como la risa, es contagioso. Pero sí, es más fácil hacer nada, o el mal. ¿Cómo comenzar? Pedir a Dios que nos ilumine para conocer su voluntad. La lectura constante del capítulo 9 del libro de sabiduría en la Biblia es un buen comienzo. Dios con nosotros.
Autor: Javier Gómez Graterol, religioso/periodista
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