Análisis

Javier Gómez Graterol: El escándalo como búsqueda de notoriedad

En los ochenta, una veinteañera Madonna hizo escándalo y gran salto a fama mundial con su video “Como una oración” (Like a prayer), en el cual, aparecía entre cruces quemándose, hacía escarceos sensuales con un “santo” negro que la gente identificó en su mayoría, al menos en Latinoamérica, con San Martín de Porres, irrespeto a lo religioso católico, etc., y ese escándalo vendió.
De la blasfemia pasó a las irreverencias sexuales, se dedicó luego a vender un vídeo que fue censurado; un libro con fotos atrevidas; películas, para aquella época, candentes, etc., y de nuevo, esos escándalos vendieron.
Sus conciertos siempre han tenido elementos de blasfemia, irreverencia y profanación contra lo religioso, y con ello, vendió.
Unas cuantas décadas después, la Madonna de hoy (ya tan madura en edad como la tigresa de Oriente), es consciente de que vender sexo no le es rentable, a pesar de que tal vez sí, dos o tres pervertidos; dos o tres buscadores de fama fácil en internet que deseen ser virales, más por regar la noticia de que tuvieron algo con ella; o algún contemporáneo de su ya avanzada edad, todavía le vean atractiva (al menos en sus fotos retocadas con photoshop) y todo eso le pueda ayudar a decir lo contrario, los años pasan y pegan después de todo: el mundo recuerda la muy memorable y risible escena donde ella besó al rapero Drake y este se limpió la boca asqueado.
En la actualidad la vetusta y obsoleta cantante busca hacer escándalo con una sesión de fotos en la revista Vanity Fair, en la que recrea, más bien parodia, la Última Cena, con ella ataviada en una imagen híbrida entre Jesús y la Virgen. A diferencia de esas décadas pasadas, en la cual ese tipo de escándalo era novedad, su publicación salió, pero otras noticias han tomado mayor relevancia. Pocos se han enterado de esta última irreverencia de la doña, es más, me atrevo a decir, que muchos de los que leen este comentario se están enterando más, por leerme, que por la noticia en sí.
Como cristiano, al enterarme, sentí más lástima por ella que indignación, de hecho, ya lo segundo no me causó mayor cosa, viniendo de ella es un sí, ajá, una más. Enfatizo más la lástima, porque el infierno existe y, en dado caso de que un día se arrepienta y logre, por gracia de Dios, para quien nada es imposible, convertirse y cambiar de vida, su purgatorio será muy largo para expiar no solo su propio pecado, sino el de todas las personas a las que ha arrastrado consigo. Irónicamente, es una suerte para ella que, por lo menos en la actualidad, su búsqueda de la atención sea tan irrelevante, porque al menos la pena que le toque pagar por ella no será tan dura como la que sí le tocará por sus inicios, cuando sí fue artísticamente relevante, y el mundo la escuchaba. Hoy hay tantos escándalos que ya nos hemos vuelto algo insensibles. El infierno existe, hagámonos conscientes de eso. Oremos por ella y por los demás “artistas” que arrastran a otros al pecado por su búsqueda de la fama, no es solo por ellos, es por la gente que arrastran consigo. Dios con nosotros.
Artículos relacionados: