Cuando la Iglesia opina sobre temas sensibles, salen siempre personas que dicen que ella “no es una voz autorizada” y que por lo tanto debería callar sobre el tema del que habla, y dedicarse solo a su actividad de culto, sin salir siquiera a las calles. Casualmente el primer mandamiento del satanismo laveyano, es decir, el de la Iglesia de Satán, fundada por Anton Szandor LaVey, es “No des tu opinión o consejo a menos que te sea pedido”, ¡vaya! ¡Que curioso y que casual! ¡¿No?!
La Biblia dice que hay “Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar (Eclesiastés 3,7). También nos narra que, cuando se quiso acallar a los primeros apóstoles, ellos reaccionaron así: “Mas Pedro y Juan les contestaron: ‘Juzguen si es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído’” (Hechos 4,18-20).
Aún más: “Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hebreos 4,12). Ante cada acontecimiento, ley o acto que atente contra la dignidad humana el cristiano, si lo es verdaderamente, está en el deber de opinar, de cuestionar. Es una gran mentira eso de que no se debe hablar de política, religión, y deportes para evitar desencuentros, porque no se trata del qué se dice sino del cómo se dice, y por no hablar de eso tenemos lo que hay ahora y bien merecido. Dijo Jesús que nadie enciende una lámpara para ponerla luego debajo de una olla (Mt 5,15). La actual cultura de la cancelación busca nuestro silencio, y con él avanzan cientos de leyes inconsultas que apuntalan el diabólico marxismo cultural, con sus variantes como la ideología de género y demás imposiciones. El cristiano no ha sido llamado a callar, sino a ser manso como paloma y astuto como la serpiente (Mt 10,16) en la forma en la que ha de decir las cosas y manifestarse. El padre Pedro Núñez explicaba que, cuando tú le dices a alguien algo que es de Dios, puede ser que no le haga efecto inmediatamente, pero quedará reverberando en su conciencia y en el momento más inesperado (el de Dios), hará efecto. Yo he hecho mías estas palabras y doy testimonio de que es así, hay personas a las que les he hablado desde lo que dice Dios, y años después he visto que esto se ha dado.
Javier Gómez Graterol, religioso / periodista: La cultura de la cancelación
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