Queridos hermanos.
En el evangelio de hoy, Jesús dio una tarea a los Doce Apóstoles, porque “Al ver la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.” Luego “les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de sanar cualquier enfermedad o dolencia.” Normalmente entendemos por “espíritus impuros” a demonios que han tomado posesión de alguien. Pero también hay espíritus impuros que son esencialmente actitudes de personas y grupos que intentan bloquear e impedir al Reino de Dios.
Por ejemplo, desde que se declaró la Emergencia Sanitaria en el país, ha habido varias manifestaciones violentas con ataques por turbas enardecidas en contra de médicos, policías, periodistas y otros. Semejantes actuaciones evidencian un espíritu impuro inflamado por discursos que falsifican la realidad y carentes de respeto por la vida de los demás. Por detrás hay intereses económicos, políticos y criminales, que también podemos calificar como espíritus impuros.
Estos espíritus impuros son producidos por malos pensamientos. Se cultiva un discurso interior, calificándose de víctima frente a injusticias reales o imaginadas, mesclado con mentiras y media verdades que lo lleve poco a poco a perder su consciencia moral, salir de su sano juicio, y blindarse contra Dios. Así es más fácil justificar un acto de corrupción robando al pueblo, o peor, un procedimiento violento para vengarse de alguien. A veces se combina la borrachera y otros vicios. El proceso es lo mismo para individuos que cometen asesinatos y violaciones y para grupos que protagonizan linchamientos, genocidios y violaciones grupales
Los malos pensamientos también se convierten en ideologías sofisticadas para defender posturas nefastas. El comunismo ateísta es un buen ejemplo. El socialismo de países como Bolivia y Venezuela participan de estos mismos espíritus impuros. Por eso odian a la Iglesia. Los racismos, con que se justificaba dominar o esclavizar a otros, también son esencialmente espíritus impuros colectivos. Y por eso Dios acompaña a quienes luchan contra ellos.
Este proceso interior es también lo que conduce a la situación extrema y, gracias a Dios, rara, de posesión diabólica, ya que se lo sostiene marginado a Dios de la vida interior y aferrándose a las falsedades y los resentimientos que caracterizan a Satanás, “el padre de la mentira” (Ver Jn 8,44).
Jesús les dio a sus discípulos el poder de expulsar a los espíritus impuros. Nosotros tenemos este poder también. No me refiero a exorcismos, que la Iglesia restringe con un permiso especial del Obispo “solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida.” (CIC 1721). Esto es necesario porque, además de la santidad auténtica para enfrentarse con el mayor enemigo, es necesario distinguir entre trastornos psicológicos y posesión diabólica. En cambio, aquellos espíritus impuros que son esencialmente malas actitudes nacidas de malos pensamientos, podemos expulsar nosotros, los fieles bautizados y confirmados.
Dado que nacen en el alma de quienes se alejen de Dios, para expulsarlos es necesario acercarse a Dios, y entablar un diálogo que corrija las mentiras y cambie las actitudes. Ayuda mucho participar de la Santa Misa, escuchar la Palabra de Dios y confesar los pecados. Se necesita mucha humildad para reconocer que fácilmente cultivamos falsos pensamientos y espíritus impuros, por lo que siempre necesitamos la ayuda de Dios y de la Iglesia para expulsarlos y volver al sano juicio.
Observa que los pasos de Alcohólicos Anónimos van en esta línea. Los primeros tres son: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol y que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.” Se trata de Humildad. “Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros podría devolvernos el sano juicio” Es volver a Dios. “Resolvimos confiar nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, según nuestro propio entendimiento de Él.” Es entrar en una práctica de oración.
Ahora recuerda como, después de las elecciones fraudulentas en Bolivia, se expulsó a él que llevó un espíritu impuro a la presidencia del gobierno. Los cabildos y las pititas renunciaron los métodos de Satanás: la mentira y la violencia, y optaron por la oración y la perseverancia. Y el proceso terminó con el retorno de la Biblia al palacio. Expulsar a los espíritus impuros de un gobierno es lo mismo que de un individuo. Y en ambos, hay que evitar que vuelva.
Además de expulsar a los malos espíritus y curar enfermedades, Jesús envió a sus discípulos con un anuncio: “¡El Reino de los Cielos está cerca!” En el Reino de Dios, la manera de pensar está en sintonía con el Espíritu Santo, quien puede apoderarse de personas y de grupos, de familias y de naciones. Precisamente por esto anunciamos un Reino, donde nuestra manera de gobernar la convivencia económica, cultural y social corresponde a criterios celestiales.
Cuando rezamos, por ejemplo, el Padrenuestro, introducimos en nuestra mente una forma de pensar que procede de Jesús, quien en todo momento hablaba y actuaba en sintonía con el Espíritu Santo. Lo mismo sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y recibimos el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
En el libro del Apocalipsis, hay otra visión de la multitud, ya no fatigados y abatidos como ovejas sin pastor, sino cantando un cántico nuevo en torno al trono de Dios, con alegría y asombró. El cordero es su pastor. Y totalmente liberados de espíritus impuros dicen: «¡Amén!¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!». (Ap 7,12).