En la Eucaristía de este domingo 14 de junio, Mons. Cristóbal Bialasik habló sobre el llamado que el Señor hace a servirlo a partir el Evangelio del día.
Manifestó que la vocación del cristiano es el servicio con amor a los hermanos y, en ellos a Jesús.
Recordó que así como llamó a los doce, dándoles poder sobre los demonios, curar las enfermedades y dolencias. Que en tiempos de Jesús, constata una realidad preocupante y que hoy también nos preocupa: “La cosecha es mucha y los obreros pocos”.
Que faltan obreros en la viña del Señor: sacerdotes, religiosos, religiosas y personas que quieran entregarse.
Somos pueblo de Dios, somos su rebaño si guardamos su Palabra sus enseñanzas, seremos un pueblo de sacerdotes, una nación consagrada, una raza elegida por el Señor, seremos una nación consagrada a Dios, su familia.
Dios es nuestro pastor y nos dice: “vayan en busca de las ovejas perdidas”.
Recordó que hoy, nuestros jóvenes, frecuentemente asumen la actitud de aquel a quién Jesús llamó a servirlo puesto que había cumplido sus mandamientos, que al pedirle dejar todo, venderlo todo, dárselo a los pobres y seguirlo, él simplemente se alejó con tristeza en el corazón.
Hoy, nuestros jóvenes también anteponen sus intereses materiales, de éxito y protagonismo antes que el servicio al Señor y a los demás.
Que la tarea de despertar ese deseo de servicio, parte de la familia, con justicia calificada como “Iglesia doméstica y célula básica de la sociedad”.
Y hoy, la Iglesia necesita de sacerdotes ordenados, pues su misión es grande; pues al consagrar su vida a Dios, estará también sirviendo a sus hermanos, pues es el profesional del amor, del servicio y la evangelización.
A tempo de recordar que todos estamos llamados a servir al Señor, desde el sacerdocio, la vida consagrada y como laicos comprometidos a vivir su fe desde las parroquias, los movimientos del apostolado, las cofradías y desde la misma sociedad en la que debe ser fermento, imploró la protección de la Virgen María, nos conduzca por los caminos de su Hijo; que ella ore por cada uno de sus hijos, para que todos y en todas partes, podamos seguir al Señor, Buen Pastor, que guía a sus ovejas hacia el Reino del cielo para la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
