Análisis

P. Guillermo Siles Paz, OMI.: La Eucaristía, encuentro con Dios y con los hermanos.

Rumbo al congreso eucarístico.

Hace unos días, un amigo, me dijo que hace tiempo no comparte la eucaristía, “Hace tiempo que no voy a misa, no hay nada que me llene, o me dé algo nuevo… Siento que es repetitiva o muy monótona”. Bueno, yo le dije que no era así. Sin embargo, me llevó a una reflexión, me sentí como comprometido para decir algo a los amigos. Cómo motivarnos y vivir esta experiencia de vida cotidiana.

Creo que estamos, como viviendo los procesos de cambios, no muy acordes a nuestra vivencia personal consciente, o simplemente estamos siendo mecánicos, con una actitud pasiva. Al escudriñar lo que vivo en esta experiencia de Dios, en cada eucaristía, está el encuentro que te edifica, te sostiene y te transforma.

Cada domingo, en pueblos y ciudades, la comunidad se reúne, muchos llegan de todo lado. Las familias y personas traen sus preocupaciones, sus sueños y esperanzas; traen su vida misma, llena de sentimientos. La gran familia cristiana está reunida y unida en el mismo sentir. Al igual que nos los dicen los hechos de los apóstoles, “Acudían asiduamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la convivencia a la fracción del pan y a las oraciones”. (Hch. 2,42). Hoy muchos llevan todas sus preocupaciones y vivencias, para vivir la experiencia de Dios, en familia.

No hay muchas exigencias, solo la predisposición, porque son los templos, capillas y santuarios que acogen a peregrinos y feligreses. Ahí está el sacerdote, el ministro consagrado, lleno de alegría para recibir a los hermanos. Ahí está también con toda su actitud positiva y esperanzadora para la familia. Nos da la bienvenida, y nos ofrecerá todo el misterio de fe.
Siempre nos habían dicho, que la Eucaristía es el gran sacramento, que alimenta la misma vida de la Iglesia, es decir, “la fuente y culmen de la vida de la Iglesia”.(SC.56) Entonces con esta motivación, los que asistimos somos conscientes que nos hacemos parte del misterio de la esperanza cristiana.

La Eucaristía, que es acción de gracias, concentra plenamente el alimento para todos. Por una parte, compartimos el Pan de la Palabra, fragmentos de la historia de la salvación y por otra el Pan Eucarístico, es decir, El cuerpo y la sangre de Cristo. El pan de vida bajado del cielo.

Nadie puede retornar a su casa, sin haber “degustado de Dios”. La Palabra de Dios se actualiza en nuestra vida diaria. Nos ofrece algunas sendas y enseñanzas para construir el aquí y ahora del Reino de Dios.
La Eucaristía también es una fiesta, donde el alimento material y espiritual está ahí. El Pan eucarístico, Jesús Sacramentado, el Dios hecho alimento para la humanidad. El sacerdote lo consagra, lo parte y lo reparte. Que nadie se quede sin compartir y que nadie se quede sin vivir en si este misterio de fe. Como en la multiplicación de los panes, al terminar: “Todos comieron hasta saciarse y llenaron siete cestos con los pedazos que quedaron”. (Mt.15,37).

La comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo, nos alimenta para asumir un compromiso, con un solo sentimiento, nos une para caminar en la esperanza. Este alimento consagrado, es un alimento de salvación, “Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida…El que coma este pan vivirá para siempre”. (Jn.6,55-58). Lo haremos hasta que nos toque partir y vivir esperando la segunda venida de Dios.

Al retornar a casa, nos llevamos esa experiencia de Dios para compartir, con la familia, nuestros seres queridos. Llevamos una vida de esperanza, a quienes esperan a gritos una esperanza. Nuestro alimento nos hace fuertes, nos compromete, nos hace hermanos, nos hace familia. Por lo que estamos motivados para transmitir a otros. Esta nuestra propia vida de fe, nos hace misioneros para transformar la misma sociedad.

La última palabra nos dice; “Pueden ir en Paz” y es así, nos vamos en paz, para llevar la paz a toda la sociedad. Así alimentados somos mensajeros de la Paz.