Análisis

Mons. Robert Flock: el Hijo Encarnado de Dios, expresa la relación entre la fertilidad y el éxito de la vida con la imagen de la vid

Jesús, tu eres la vid, Tu Padre el Viñador.
Cultiva tus racimos. Hagamos el vino mejor.

Un fruto abundante esperas,
y prometes tu amistad.
Cosecha de vida aseguras:
el premio de fidelidad.

Un mandato nuevo enseñas,
y pides nuestra caridad.
Que amemos como nos amas:
La señal de autenticidad.

Al viñedo del Padre envías.
Y buscas nuestra lealtad.
Un pago justo garantizas.
El milagro de la eternidad.

Amigos de alma nos llamas.
Y confías tu divinidad
Un gozo profundo invitas.
El triunfo de la humanidad.

Queridos Hermanos
El Quinto Domingo de Pascua que celebramos hoy coincide con la Fiesta de La Santa Vera Cruz. Esta fiesta, celebrada en Parroquia del mismo nombre del Valle Hermoso, Cochabamba, fue declarada Patrimonio Nacional en el 2012. Según la página web de la Cámara de Senadores: “La Festividad de Santa Vera Cruz es una festividad agrícola, tiene como punto central de im-portancia a la ‘fertilidad’ en diversos espacios; dentro de ellos se puede indi-car la fertilidad de la madre tierra, la fecundidad de los animales y la fecun-didad del hombre.” Tuve la dicha de presidir estar allí para celebrar la re-cepción de esta ley y de presidir la Misa para la fiesta el año pasado.

Una fiesta así de la fertilidad puede parecer fuera de lugar como celebración cristiana para quienes no hayan reflexionado a fondo. Para mí personalmen-te, aunque soy del campo (mi familia tenía una finca lechera), no tenemos semejante fiesta en los Estados Unidos. En mis estudios para el Sacerdocio en Roma, y visitando lugares como la Tierra Santa en Israel, tampoco en-contré algo similar. No me sorprendería si algunos hermanos evangélicos consideren esta fiesta como una forma de idolatría.

Sin embargo, la fertilidad de la tierra y del hombre es profundamente bíblica y cristiana. “Sean fecundos y multiplíquense”. Con estas palabras Dios bendice tanto a los animales como al hombre y mujer creados en su propia imagen. La bendición de Dios significa el éxito de la vida. En cambio el fra-caso de la vida es maldición, y está siempre relacionado con el alejarse de Dios y su ley.

El pecado de Adán y Eva significa que la maldición de la tierra que dificulta el cultivo. En vez del hermoso y fructífero jardín de Edén, ahora la tierra produce cardos y espinos. Y el parto humano es motivo de gran dolor.

Luego, durante siglos, los profetas luchan para que el pueblo de Israel su-pere los cultos de fertilidad de Canaan dedicados a Baal y Astarte y sea fiel al Dios verdadero que les había liberado de la esclavitud y dado la tierra prometido donde mana leche y miel. Por medio del Profeta Oseas Dios compara su pueblo con una adultera y reclama: “Ella no reconoció que era yo el que le daba el trigo, el vino nuevo y el aceite fresco; el que le prodigaba la plata y el oro que ellos emplearon para Baal.” (Oseas 2,10).
Precio de sus infidelidades era la esterilidad de la tierra y toda clase de mal en el pueblo: “Escuchen la palabra del Señor, israelitas, porque el Señor tie-ne un pleito con los habitantes del país: ya no hay fidelidad, ni amor, ni co-nocimiento de Dios en el país. Sólo perjurio y engaño, asesinato y robo, adulterio y extorsión, y los crímenes sangrientos se suceden uno tras otro. Por eso, el país está de duelo y languidecen todos sus habitantes; hasta los animales del campo y los pájaros del cielo, y aún los peces del mar, desapa-recerán.” (Oseas 4,1-3).

En el Evangelio de hoy, el Hijo Encarnado de Dios, expresa la relación entre la fertilidad y el éxito de la vida con la imagen de la vid: “Así como el sar-miento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.” En otro momento lo relaciona con la Cruz, comparán-dose con una semilla de trigo: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.” (Juan 12,24).

Hoy los campesinos y otros hacen peregrinación a la Santa Vera Cruz para pedir a Cristo crucificado “Tatala” que bendiga sus campos, su ganado y a ellos mismos. Que el Señor escuche sus oraciones.

Conviene que un pueblo que quiere “vivir bien”, un pueblo castigado con tantas humillaciones y pobrezas, frustrado por muchas injusticas y margi-naciones, aquejado por innumerables formas de violencia y violación, que se acerque a la Santa Vera Cruz y que capte la relación entre la vida que quiere y Cristo crucificado. Él nos dice: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y Yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.”

Jesús, tu eres la vid, Tu Padre el Viñador.
Cultiva tus racimos. Hagamos el vino mejor.