Nuevamente recuperamos a San Marcos en el evangelio pues durante cinco domingos se proclamó el capítulo 6 de San Juan. Hoy leemos y, durante cinco domingos, la carta de Santiago; nos hará bien leerla y releerla en nuestras casas. Este escrito, más que una carta es una exhortación sobre el estilo de vida que los cristianos judíos deberían practicar.
La carta de Santiago nos da unos consejos que cuestionan nuestro conformismo y relativismo propio de todos los tiempos y mucho más hoy día cuando disponemos de tantos medios de satisfacción. Hoy, viene como anillo al dedo, cuando iniciamos el MES DE LA BIBLIA, en Bolivia. El Apóstol Santiago nos advierte que no basta escuchar la Palabra de Dios, es necesario que se vea en nuestra vida el fruto de esta palabra.
En la primera lectura, Moisés, en el libro del Deuteronomio, recuerda a los israelitas que los mandamientos del Señor – la Palabra de Dios – “son su sabiduría” y todos los que les vean dirán: “esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente”. A no pocos cristianos no les gusta hablar de la ley, de la Palabra de Dios. Hoy las lecturas nos presentan la ley de Dios, su palabra, como un camino de sabiduría y de libertad: “escucha los mandamientos y decretos que yo les mando cumplir, y así vivirán”.
Dios es misterio, pero también él es simple. Dios quiere la vida, la felicidad de la persona humana. La vida podríamos decir que es simple, se centra en lo esencial, pero todo se complica cuando los detalles accidentales adquieren la fuerza de lo esencial y principal. Si la primera mujer, Eva, hubiera sido más simple, si hubiera creído en Dios que le prometía la vida, sino hubiera hecho caso a los astutos interrogantes de la serpiente, probablemente no hubiera caído en la tentación y habría sido fiel al mandamiento de Dios.
Este domingo, veintidós del tiempo ordinario, Dios nos quiere llevar por el camino de la sabiduría, de la Palabra de él que nos conduce a la observancia fiel de su ley. El mes de la Biblia, sin duda, nos da la oportunidad de familiarizarnos con la Palabra de Dios. El Papa Benedicto XVI, nos dice en la Verbum Domini: “deseo exhortar una vez más a todo el Pueblo de Dios, a los Pastores, a las personas consagradas y a los laicos a esforzarse para tener cada vez más familiaridad con la Sagrada Escritura”. Ojala se pudiese decir de cada parroquia, de cada comunidad cristiana, lo que dice el evangelista Lucas:“la Palabra de Dios crecía y se difundía” (Hch 19,20).
Nuestras prácticas tradicionales nacidas de la necesidad de expresar los sentimientos de nuestra fe, pueden perder su contenido y profundidad, pueden dejarnos en lo externo y, a veces, hasta causar confrontaciones o divisiones. La Palabra de Dios nos lleva a distinguir entre la tradición y las tradiciones.
Cristo no condena las tradiciones, lo que él hace es denunciar las deviaciones de lo principal y esencial, la tentación del formalismo al que todos estamos expuestos, aún en las celebraciones aparentemente muy hermosas y con la participación de multitudes. Las tradiciones pueden ser una traición a la vida cristiana en profundidad.
En el evangelio de hoy, Jesús tiene unas palabras duras, “dejan de lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres”(Mc 7,8). La crítica de los fariseos es porque los discípulos comen sin hacer las abluciones de manos, según “la tradición de los mayores” Así mismo, Jesús empleando las palabras del profeta Isaías les dice: “este me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Is 29,13). Es que los fariseos no se preocupan tanto por “el mandamiento de Dios”, más al contrario se aferran “a la tradición de los hombres”; los fariseos habían hecho una serie de interpretaciones a la ley de Dios.
Cuando estamos celebrando una serie de fiestas en honor de María, la Madre de Jesús y Madre nuestra,–Sucre celebra el 8 de septiembre la fiesta de la Mamita “Gualala”– nos es muy necesario analizar, críticamente, los que tenemos devoción a la Virgen cuál es o en que consiste la verdadera devoción.
Hay quien dice, los sacerdotes me quitan la devoción, otros dicen atrevidamente, me quitan la fe. Porque no les dejan poner velas en el suelo, traer flores de papel o viejas, tirar mixtura en el templo… Hay que analizar sin pasión estos incidentes que pueden suceder.
Cristo quitó importancia a la purificación de las manos al momento de ir a comer y aprovechó la oportunidad para decir cuál es la pureza que el pretende. Lo que “entra de fuera”, o sea, lo que comemos no importa cuando lo que tiene que preocuparnos es lo que “sale del corazón”. Es importante recordar la lista que Jesús da de las cosas que salen de dentro y que son malas.
No está mal llevar una vela, unas flores, regalar un vestido a un santo, pero esto no hace mucho, no suele cambiar el corazón, la vida. Es muchísimo más importante compartir por amor a Dios y a los Santos, nuestra comida, participar en la novena, hacer una confesión bien hecha, estar en la misa de cada domingo, escuchar la Palabra de Dios. Cuidado, la fe nadie la puede quitar. Las tradiciones pueden, a veces, quitarnos la fe auténtica. La rutina es muy perniciosa y no está en las cosas, sino en nuestra manera de vivirlas.
Jesús Pérez Rodríguez
ARZOBISPO DE SUCRE
Sucre, 2 de septiembre de 2012