Sucre

MONS. JESÚS PÉREZ: LA LEPRA, SÍMBOLO DE…

La primera lectura de este domingo, tomada del libro del Levítico 13, 1–2 y 44–46, nos prepara para entender la acción del infractor de la ley de Moisés, el caso que nos presenta el evangelio de Marcos 1, 40–45.  También Jesús, se muestra infractor al tocar con su mano al impuro, al leproso, signo y símbolo de un hombre empecatado.

La lepra en los tiempos de Jesús, no era sólo el mal de Hasen, tiene un simbolismo especial.  La lepra era un símbolo del pecado.  De ahí que el curado tuviera que acudir a los sacerdotes judíos para certificar su curación.  Por ello, Jesús, manda al leproso ante el sacerdote del pueblo de Israel.

Decimos a veces que lo que importa es el SER y no tanto, el HACER.  Eso puede ser verdad, pero también es verdad que muchas veces terminamos siendo lo que hacemos.  El que roba llega a ser ladrón y el que envidia se hace envidioso.  El que miente muchas veces, llega a hacerse un mentiroso.  Por ello, hay que cuidarse del gran mal que es el pecado.

Jesús vino a salvarnos, a salvar a su pueblo de sus pecados (Mt 1).  El pecado es algo muy serio.  El pecado es más contagioso que la lepra.  Estamos de acuerdo que la legislación judía no es aceptable, no es misericordiosa, pero nos sirve como lección sobre la importancia que tiene para todos el evitar el contagio del pecado, la inmoralidad pública y privada a la que nos ha conducido el relativismo, el permisivismo y, en general, la corrupción.

La vida divina injertada en cada bautizado, se comunica, muchas veces, sin decir palabra, por el buen ejemplo o testimonio de vida.  Por ello, tendríamos que preguntarnos qué estamos haciendo para que este mundo sea más limpio, menos corrupto.

El leproso liberado de la lepra, a pesar de la advertencia de Jesús, “no lo digas a nadie” (Mc 1,44), se fue por todas partes alabando y bendiciendo a Dios.  Es que la gratitud del corazón no se puede conservar sólo en el corazón.  El dicho antiguo, “es de bien nacidos ser agradecidos”, se cumple en este leproso que publicó por todas partes el favor recibido de Jesús.  Así hizo pública la presencia salvadora de Dios manifestada en la persona de Jesús de Nazaret.

El día 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes, celebramos la Jornada Mundial del Enfermo.  La Iglesia quiere sanar, curar, evangelizando y evangelizar sanando.

En todas la iglesias de Bolivia, está establecida la Pastoral de la Salud.  Pues ella no solo quiere anunciar a Jesús como el Médico Divino, sino hacerlo presente a través de tantos servicios.  Estos servicios de la Pastoral de la Salud podrían ser mucho mayores y más efectivos si los cristianos fueran más comprometidos con la gran cantidad de obras llevadas por la Iglesia y que están a lo largo y ancho del País.

Si en tiempos de Jesús y en la Edad Media, marginaban a los leprosos, hoy día se sigue marginando a no pocas personas como los enfermos de sida, los ancianos, los discapacitados físicos…  Nuestro mundo toma en cuenta a los artistas, a los campeones, a las mises.  Pareciera que las actitudes hacia tantos hermanos y hermanas nuestros ignoran o nos defendemos de ellos porque quizás vayan a contagiarnos.

A lo largo del Evangelio vemos el tiempo que Jesús dedicaba a los enfermos.  No sólo los atiende sino que los toca con su mano y los cura.  ¡Cuántas veces le vemos codeándose con los publicanos y los invita a seguirle, come con ellos, hasta el punto que le llaman amigo de publicanos y pecadores.

La liturgia ha recogido maravillosamente esta actitud modélica de Jesús en el prefacio de su plegaria eucarística:  “Él manifestó su amor para con los pobres y los enfermos, para con los pequeños y los pecadores.  Él nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano”.
El Apóstol Pablo, de quien está tomada la segunda lectura de hoy, 1a Corintios 10,31–11,1, nos da una consigna necesaria para nosotros como para los cristianos de aquel tiempo, “hagan todo a Gloria de Dios”.  Si actuamos así, evitaríamos ser piedras de escándalo y avanzaríamos, en el camino de evitar a Cristo como el Apóstol.  Pues al decir “sigan mi ejemplo”, no se propone tanto así mismo, sino a Cristo.

Mons. Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
ARZOBISPO DE SUCRE

Domingo, 12 de Febrero de 2012