Hoy, en Bolivia, cerramos el MES DE LA BIBLIA. Durante este mes se ha avanzado en los cristianos católicos en la valorización de la importancia y en el conocimiento de la Palabra de Dios que se contiene en los libros sagrados que componen la Biblia.
Celebramos hoy a san Jerónimo, patrono de los biblistas. Además, en Bolivia, este domingo es el Día de la Biblia. Fue san Jerónimo el que tradujo al latín todos los libros de la Biblia, a esta traducción se le llama “VULGATA”. Esta traducción al latín fue la Biblia oficial de la Iglesia Católica durante muchos siglos. Fue un trabajo arduo y de gran utilidad.
La Palabra de Jesús, en el evangelio de Marcos 9,38-48, correspondiente a este domingo, nos habla del escándalo. No son nada suaves las palabras que dirige Jesús al que escandaliza a los pequeños, a los débiles, a los niños: “más le valdría que le encajase en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”(Mc 9,42).
La Palabra de Dios es dura y exigente. Como estas: “que se corte la mano o el pie o el ojo si les son ocasión de escándalo y tentación”. Sin duda que somos demasiados blandos y preferimos fijarnos en aquellas otras palabras que nos consuelan, que nos dan mucha esperanza, “vengan a mí todos los que están afligidos que yo los aliviaré” (Mt 11,28). No es bueno que intentemos “echar agua al vino”. No podemos cortar el evangelio escogiendo las páginas que nos agradan y, así, ir fabricando un cristianismo a la “carta”. La Palabra de Dios no se puede acaramelar.
La palabra “escándalo” es una palabra que viene del griego y significa “tropiezo”, “trampa”. Desde niño me enseñaron que escándalo es todo dicho o acción que me lleva a pecar. Escándalo es toda acción de sembrar a propósito, trampas en el camino de los demás. Escandalizar es hacer como el que deja un tronco o una piedra a lo ancho de la carretera o del camino, indiferente al peligro que involucra para todos los demás. No podemos olvidar los cristianos que la vida es un largo camino, en el que todos vamos hacia la consecución de la meta final.
No podemos vivir pendientes del “qué dirán” sino del “cómo les afectará” y, esto es bien distinto. Jesús hace una referencia concreta a los niños, los débiles, los ignorantes o inmaduros, o sea, los que no tienen suficientes criterios para comprender nuestras acciones. En esto San Pablo es maestro como señala en la primera carta a los Corintios, capítulo 8, versículos 7-13, cuando dice que está dispuesto a renunciar a su derecho a comer carne, con tal de no ser ocasión de pecado para un hermano “débil”, inculto, sin discernimiento o ignorante.
Todas las personas estamos divididas en nuestro interior como el apóstol Pablo confiesa respecto así mismo en la carta a los romanos 7,21-23. Hay dos fuerzas en cada uno con metas opuestas. Cristo nos llama la atención a lo que podríamos llamar “escándalo endógeno” o “auto escándalo”. Es necesario convencerse de los valores del espíritu o del evangelio, para así decidirnos por lo que Cristo nos enseña.
Está claro en el evangelio de hoy que Jesús es exigente para los que quieren seguirle como discípulos. No son ni la mano ni el pie ni el ojo los que nos “hacen caer”, sino el corazón y las intenciones que hay en él. No valen las medias tintas, hay que “cortar por lo sano”, es necesario siempre evitar caer en la tentación, hay que optar por renunciar a todo aquello que nos gusta pero que nos conduce a la tentación. Esto es lo que hace el cirujano para asegurar la vida del paciente. Igualmente lo hace el jardinero que poda para dar más fuerza a la planta. El ser discípulo de Jesús, o sea, cristiano, exige radicalidad, vender o dejar todo para ganar el tesoro que es Cristo.
Hoy es uno de esos días que la Palabra de Dios nos invita a preguntarnos si nuestro proceder es o no escandaloso. No bastará solamente preguntarse si se está pecando o no. Puede ser que demos escándalo haciendo cosas legítimas, pero que se prestan a interpretaciones no buenas para el bien espiritual del hermano o hermana. Sin duda alguna que la Palabra de Dios traza por donde debe ir nuestro actuar como discípulos de Jesús, pero debemos siempre reflexionar sobre la repercusión de nuestras acciones en los débiles.
El Papa Benedicto XVI en su exhortación postsinodal, Verbum Domini del 30 de septiembre de 2010, nos dice que: “Las primeras comunidades cristianas sentían que su fe no pertenecía a una costumbre cultural particular, que es diferente en cada pueblo, sino al ámbito de la verdad que concierne por igual a todos los hombres” (VD 92). Es el mismo Benedicto XVI, en su carta apostólica “Porta fidei”, nos señala cuán importante es la Palabra de Dios para “redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo”.
Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
ARZOBISPO DE SUCRE
Sucre, 30 de septiembre de 2012