Sucre

MONS. JESÚS PÉREZ: COMPARTIR EL PAN, SINÓNIMO DE…

Estos domingos hemos escuchado en las primeras lecturas de las eucaristías la preparación a la proclamación del evangelio: multiplicación de los panes y el discurso que sigue;primero Eliseo multiplica los panes, le sigue Moisés quien anuncia el Maná que Dios donaba al pueblo y el domingo pasado vimos como Elías era alimentado para continuar su camino. Este domingo en el libro de los proverbios, se nos habla como Dios prepara un festín.

Hoy, en Juan 6,51-58, se termina “el discurso del Pan de vida” y el próximo domingo en Juan 6,61-70 escucharemos las reacciones que produce el tema del anuncio de la institución de la Eucaristía que tendrá lugar en la última Cena. Siempre la gran pregunta será “¿Cómo puede darnos a comer su carne?”. Hay que decir que parece muy lógica la pregunta, porque lo que Jesús ofrecía parecía increíble. Hay que leer y releer este capítulo 6 entero.

La dificultad de los israelitas es a primera vista el aceptar la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, hecho hombre. Fue sin duda una falta de fe total en el poder de Cristo para instituir la Eucaristía. Lo entendieron carnalmente. Pero no solo esto, el verdadero problema es más amplio. Viene a ser el aceptar el don que Dios hace de sí mismo en Cristo. Lo que produce el asombro es la grandeza del don. Habría que recordar aquel dicho: “cuando la limosna es tan grande hasta el santo desconfía”. La eucaristía, lo que Jesús promete, es el memorial, el recuerdo actualizado, la perpetuación de sí mismo.

Hoy día sabemos muy bien que Jesús está presente real y verdaderamente en el Pan Consagrado. Sabemos que no se trata de comer canibalescamente el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. El problema de hoy es aceptar la magnitud del don divino. Se tiende a ver a Dios como a alguien inaccesible, Todopoderoso, esperando el servicio de las personas, como se hace con los gobernantes. Le cuesta a las personas ver a Dios sirviéndonos la comida y dándose como alimento.

Las personas hoy día se preguntan ¿Cómo puede querernos tanto y tanto Dios? ¿Cómo es posible que me quiera a mí como si fuera el único en el mundo? ¿Cómo puede darse a mí enforma tan total y divinamente como es? Esto es tan grande, que nos pasa como a Pedro cuando Jesús fue a lavarle los pies. ¿Esta magnitud del don nos asombra? En buena hora ¿Nos asombra la grandeza de la vida divina  injertada en el día del bautismo? ¿Si o no?

Para el cristiano este gran don de Dios al hombre y a la mujer, bajo la imagen de la comida, no puede ser otro que la Eucaristía. Jesús es claro:“El que como mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en Él” (Jn 6,56). Asimismo, “quien me come vivirá de mí” (Jn 6,57). Compara la unión que se va produciendo entre nosotros y Él con la que tiene con el Padre. “Yo vivo del Padre”, “el que me come vivirá de mi” (Jn 6,57).
Estas afirmaciones están llenas de una gran fuerza. Estas palabras siguen válidas y reales, Dios es fiel a su Palabra. Cristo que murió en la cruz, actualiza en cada Eucaristía su muerte, como nos dice el apóstol Pablo: “cada vez que celebran la Cena del Señor hacen memoria de su muerte (1Cor 11,26).

Los cristianos debemos día a día confrontar la mentalidad que hay en nuestra sociedad con lo que dice la Palabra de Dios que escuchamos en nuestras celebraciones de la santa Misa. Es necesario ir contra corriente y luchar para no dejarnos contagiar de una mentalidad que tantas veces no es la de Cristo. Cristo además de ser Palabra de Vida, es Maestro, Médico divino, Pastor, lo vemos hoy como alimento, “yo soy el Pan de Vida”, “el pan bajado del cielo”.

El término “Pan de vida” está lleno de sugerencias, decimos en el Padre nuestro: “Danos el pan de cada día”, es el símbolo de las necesidades vitales, de lo que hacemos día tras día para ganar el alimento. Pero este alimento del “Pan de vida” no se gana, es un regalo de Dios. Sin él no se puede vivir. La comunión, el comer el Cuerpo de Cristo, es una necesidad no es un lujo. Pero esta necesidad no siempre se siente, hay una gran mayoría que la desprecia.

Compartir el pan es sinónimo de intimidad,cercanía. Los hermanos, los compañeros son los que comparten la mesa, la comida, el pan. Es el Señor que nos llama a compartir  la mesa, cuando nos dice: “Tomen y coman, tomen y beban…”. Es una llamada a la intimidad con Él y, a la vez, entre nosotros.

El maná era un don de Dios en la perspectiva de caminar por el desierto y llegar a la tierra prometida. El pan de la vida es el nuevo maná aunque la diferencia es muy grande. Este pan es necesario para llegar al cielo, a la eterna felicidad. La Eucaristía siempre es    viático y no solo en la cercanía de la muerte. Como caminantes recibimos siempre el “Cuerpo del Señor”. A ti, hermano y hermana, que con alegría eres católico, ¿Por qué no recibes la comunión cada domingo, sino tienes impedimentos?

Jesús Pérez Rodríguez O.F.M.
ARZOBISPO DE SUCRE

Sucre, 19 de agosto de 2012