Cochabamba

“Misericordia quiero y no sacrificio”, actitud pastoral para año en Cochabamba

La actitud predominante de Jesús en los evangelios es la misericordia. La palabra misericordia en griego se dice: splagxnizomai y tiene varios sentidos: sentir desde las entrañas, sentir el dolor del otro dentro de mí. En hebreo es rahamin que es la raíz de la palabra útero, para referirse al amor materno que se siente desde lo más profundo de la mujer. Es en base a esto que se preparó el plan pastoral de la Arquidiócesis de Cochabamba para este 2015, como se explica a continuación.

En el Nuevo Testamento, misericordia nunca se encuentra fuera de los evangelios sinópticos; y, excepto en tres ocasiones que aparece en parábolas, siempre es usado con referencia a Jesús. En las parábolas se utiliza en mensión al señor que tuvo compasión del siervo que no podía pagarle (Mt. 18,33), de la compasión que hizo al padre recibir con amor al hijo pródigo (Lc. 15,20) y de la compasión que movió al samaritano a ayudar al viajero herido en el camino de Jericó (Lc. 10,33). En el resto de los casos, se emplea en la acción de Jesús hacia los demás .

Jesús tuvo compasión de la multitud cuando la vio como ovejas sin pastor (Mt. 9,36; cf Mc. 6,34). Tuvo compasión de los hambrientos y necesitados que le seguían al desierto (Mt. 14,14; 15,32; Mc. 8,2), y tuvo misericordia del leproso (Mc. 1,41). Jesús se compadeció de los dos ciegos (Mt. 20,34) y de la viuda de Naín que llevaba a enterrar a su único hijo (Lc. 7,13). El padre del muchacho epiléptico apeló a la compasión de Jesús (Mc. 9,22).

ENTONCES COMPRENDEMOS:
Jesús tuvo compasión del abandono espiritual de la multitud. Eran como ovejas sin pastor. Jesús no estaba molesto con la simpleza de la muchedumbre ni irritado con su inutilidad, sino preocupado por ellos. Les veía como cosecha que espera ser recolectada por Dios (Mt. 9,37.38). Los fariseos decían: “El hombre que no conoce la ley es maldito.” Y bien podía esperarse de ellos frases como: “Hay gozo en los cielos por cada pecador que es destruido”. Pero, frente a la ruina espiritual de los hombres, aun cuando fuera causada por la propia dejadez de ellos, Jesús no sintió sino piedad. El no veía al hombre como un reo que ha de ser condenado, sino como un descarriado que había que encontrar y llevar a casa. No veía a los hombres como broza para quemar, sino como mies presta para ser segada por Dios.

Jesús se compadeció del hambre y dolor de los hombres. El triste espectáculo de una multitud hambrienta, la vista de gentes cansadas, la apelación de un ciego o un leproso, despertaba su compasión.

Jesús nunca consideró a las personas un fastidio, sino siempre seres que necesitaban su ayuda. Eusebio (Historia Eclesiástica 10.4.11) escribe de Jesús en términos que son o una inconsciente o una deliberada cita de Hipócrates, el fundador de la medicina griega. “Era como el excelente médico que, para curar la enfermedad, examina lo que es repulsivo, palpa las llagas, y siente en sí el dolor del sufrimiento de los otros”. Jesús nunca consideraba con indiferencia al sufriente, y, por tanto, mucho menos con asco y disgusto, sino con tal piedad, que resultaba en ayuda.

Jesús tuvo compasión de la aflicción de los hombres. Cuando se encontró con el cortejo fúnebre del hijo de la viuda de Naín, fue conmovido por el patetismo de la situación humana. Jesús no se sintió al margen ni fue indiferente a lo que allí estaba sucediendo; la pena de la viuda llegó a ser su propia pena. La grandeza de Jesús consistía en su complacencia de introducirse en la situación humana, y ser movido por la acerbidad de la tal situación a esa compasión que le compelía a ayudar y a curar.

La misericordia no ve obstáculos culturales, raciales, políticos o religiosos, busca al ser humano que sufre para aliviarle su dolor y devolverle la dignidad de Hijo de Dios.

Finalmente queremos:

a. Que la práctica constante de las obras o acciones de misericordia buscan hacer que el cristiano se convierta en una persona misericordiosa, como señala la quinta bienaventuranza: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7).
b. Construir una sociedad justa e igualitaria, donde se promueve la honestidad, la solidaridad y el progreso de la civilización con valores humanos que respetan la vida humana.