Análisis

Javier Gómez: Los escándalos “noticiosos” de la Iglesia

Escándalo: etimológicamente hablando viene del latín tardío «scandălum» y del griego «σκανδαλον» (skándalon); que propiamente quiere decir piedra con que se tropieza.

El diccionario lo define como:

1. Dicho o hecho que causa gran asombro o indignación en alguien, especialmente por considerarlo contrario a la moral o a las convenciones sociales: “la decisión de las autoridades se suma al reciente escándalo del tráfico de carne clandestina procedente de una perrera”

2. Gran asombro o indignación que un dicho o un hecho causa en alguien, especialmente por considerarlo contrario a la moral o a las convenciones sociales: “¡qué escándalo se armó con la proyección de su primera película!”

Según la definición cristiana más clásica, sacada generalmente de la que ofrece santo Tomás en la Summa Theologica (11111, q. 43, a. 1) es: el acontecimiento pecaminoso (acción, omisión, conversación; pero difícilmente el pensamiento, ya que debe tratarse de algo que pueda percibirse desde fuera) del que se deriva para otros la ocasión de pecar o, por lo menos, un daño espiritual. Esto puede depender de la naturaleza misma del acto o de las condiciones particulares del que lo realiza (el que sirve de guía, el que tiene una autoridad institucional o moral…) o de aquellos que sufren su efecto (subordinados, discípulos, personas psíquica o emotivamente débiles…). En pocas palabras: poner una piedra de tropiezo a otro, en la fe, que le haga pecar o ser ocasión de pecado para otros.

Jesús dijo que los escándalos sucederían, que de hecho, hasta serían inevitables, pero también advirtió a quienes los causan de que tal conducta tendría consecuencias para ellos: “Dijo Jesús a sus discípulos: «Es imposible que no haya escándalos y caídas, pero ¡pobre del que hace caer a los demás! Mejor sería que lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello, antes que hacer caer a uno de estos pequeños”. (Lc 17,1-2; Mt 18, 7)

Pablo de Tarso invitaba a evitarlo en lo posible: “No den escándalo ni a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios” (1Cor 10, 32). “No den motivo de escándalo, aun cuando tengan la razón” (Rm 14,16).

La lógica de toda noticia en los medios es: nunca verás un hecho usual, sino el inusual, no verás nunca “un perro muerde a un hombre” sino “un hombre muerde a un perro”. Cuando hay escándalos en la Iglesia (no se habla aquí de justificar ni encubrir) son noticiosos por ser inusuales. Hay una oleada de sensacionalismo que invade a algunos medios, porque vende, y se le da a esas noticias amplia cobertura. Rara vez, a quien ha salido absuelto del escándalo, se le da la misma cobertura para aclarar su inocencia.

Hay también, en la agenda del nuevo orden mundial, una campaña de desprestigio contra todo lo cristiano, eso se sabe, y pagada por gente muy poderosa. Estimado colega periodista, estimado dueño de medio: ¿Provocas como medio, profesional de la comunicación, o persona, escándalo? Te recuerdo la advertencia de Jesús: “…¡pobre del que hace caer a los demás! Mejor sería que lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello…”. De tu ética personal y/o periodística darás cuenta, y de aceptar dinero por causar escándalo también. Dios bendiga a quienes hacen cobertura seria, imparcial y profesional de las noticia, e ilumine a quienes escandalizan para vender, para que recapaciten. Dios con nosotros

Autor: Javier Gómez Graterol, religioso/periodista

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