Análisis

“NO HAY NADA IMPOSIBLE PARA DIOS”

En el VI Domingo de Adviento volvemos a meditar el mismo evangelio que escuchamos hace diez días en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, en algunas regiones la fiesta de velas. Eso no impide el saborear y disfrutar nuevamente este precioso texto, diríamos popularmente: en el repite está el gustito. Nuestra intuición nos lleva a entender que la Iglesia quiere, en esta ocasión, que contemplemos el importante papel que jugó María, la madre de Jesús, en el Adviento de los tiempos pasados, pero también en nuestro tiempo para animarnos a nosotros en plan que Dios nos tiene preparado.

María posibilita, con su sí incondicional, la esperanza de Israel del Mesías, del Hijo de Dios, sea una realidad. La realidad de Dios, su plan para la humanidad, pasa por nuestra colaboración, que aunque sea o parezca pequeña, Dios ha querido y lo sigue haciendo que sea necesaria.

Por otro lado, es curioso cómo describe el ángel al que será el hijo de María: grande, Hijo del Altísimo, como el que ostenta el trono de David, su reinado no tendrá fin. Conociendo la vida, predicación, muerte y resurrección de Jesús, parece que está hablando de otra persona. Pero es que los juicios y los caminos del Señor no son los nuestros, como afirma el profeta Isaías. La grandeza y el poder de Dios, del que participa Jesús, no tienen nada que ver con estas categorías cuando las usamos nosotros. Su poder, su grandeza, su reinado son exclusivamente de servicio. En ello está su grandeza. María sí que lo entendió perfectamente y ¿nosotros comprendemos?

Padre Mateo Bautista en su pequeño libro “Cuentos para la Espiritualidad” narra los planes de tres árboles, veamos: Cuentan que una vez tres árboles jóvenes estaban conversando sobre lo que querían ser cuando fueran grandes. El primero decía: “A mí me gustaría ser utilizado en la construcción de un gran Palacio para servir de techo a Reyes y Príncipes”. El segundo dijo: “A mí me gustaría ser el mástil mayor de un hermoso barco que surque los mares llevando riquezas, alimentos, personas y noticias de un lado a otro de los océanos”. El tercero, por su parte, dijo: “A mí me gustaría ser utilizado para construir un gran monumento de esos que se colocan en medio de las plazas o avenidas y que cuando la gente me vea, admire a Dios por su grandeza”.

Pasaron los años, los árboles crecieron y llegó el tiempo del hacha y la sierra. Cada uno de los tres árboles fue a dar a distintos sitios: El primero fue utilizado para construir la casita de un campesino pobre que con el tiempo fue destruida y abandonada. Con los restos se levantó un pequeño establo para que los animales se protegieran del frío y de la noche… El segundo fue utilizado para la construcción de la barca de un pobre pescador que se pasaba la mayor parte del tiempo amarrada a la orilla de un lago… El tercero fue utilizado para la construcción de una cruz, donde fueron ajusticiados varios hombres…

El evangelista Lucas nos narra, que cuando María recibió el anuncio del ángel, “se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: –María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar embarazada: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. María, sin salir de su asombro, preguntó: “–¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?  (refiriéndose a no tener relaciones sexuales). El ángel le contestó: –El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder de Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está embarazada desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. La respuesta de María fue de total disponibilidad a pesar de que seguramente no entendió completamente el plan de Dios. “Yo soy la esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho”.

No es fácil aceptar los planes de Dios cuando no se acomodan a los nuestros. Siempre que Dios nos llama a realizar un proyecto, tenemos la tentación de pensar que será como nosotros lo hemos programado; pero el Señor tiene sus caminos, que no son los nuestros. Él se encarga de realizar nuestros sueños y nuestros planes, pero a su manera. Lo importante es que encuentre en nosotros la disposición necesaria para dejarnos guiar y conducir por Él a través de las vicisitudes de nuestra vida.

Que el Señor nos conceda ser dóciles a su voluntad; que nos de fe y perseverancia, de modo que aun cuando no nos toque ser un gran palacio, aceptemos sostener el portal del pesebre que en Belén abre sus puertas al que nos trajo una gran alegría para todo el pueblo.

Aunque no seamos el gran mástil de una hermosa embarcación, aceptemos ser la humilde barca de Pedro, que sirvió de púlpito para que a los pobres se les anunciara la Buena Nueva. Y aunque no seamos un gran monumento, aceptemos ser la cruz que sirvió de altar para que Dios nos mostrara el amor de Dios que llega hasta el extremo… la pregunta clave es: ¿Aceptamos lo que Dios ha pensado con amor para cada uno de nosotros o nos desesperamos por lograr nuestros propios planes?

Por: Fernando Carrillo Mamani