Tarija

Chunchos “promesantes” buscan ser patrimonio de la humanidad

La danza de los penitentes es ofrecida a San Roque, el patrono de la salud. Los tarijeños recolectan firmas para su postulación patrimonial ante la Unesco.

En medio de controversia por el papel de la mujer entre los Chunchos Promesantes de San Roque, Tarija se prepara para postular su fiesta grande como Patrimonio Cultural e Intangible de la Humanidad ante la Unesco. Las autoridades afirman que conseguir la declaratoria posicionará a la capital chapaca como un destino turístico a nivel internacional.

“Preveemos que hasta septiembre podamos hacer llegar toda la documentación al Ministerio de Culturas, incluyendo el respaldo de la población por medio de sus firmas”, dijo el director de Gestión Cultural de la Gobernación, Nelvin Acosta.

“Regálenos una firma para que nuestra fiesta sea declarada patrimonio”, repiten funcionarios de la Gobernación en al menos cinco puntos de Tarija. Para esta tarea se han habilitado 21 libros notariados. Algunos de ellos serán destinados a brigadas móviles y otros serán enviados a La Paz, Santa Cruz, Chuquisaca, Potosí y hasta a la Argentina para recolectar las firmas de los residentes tarijeños.

El libro central está en puertas de la iglesia dedicada al patrono de los Chunchus promesantes, a aquel experto en sanar enfermedades incurables, al médico de los pobres, a San Roque. “Tenemos buena respuesta de los tarijeños y los visitantes. Son ellos mismos los que mantienen viva esta fiesta y los que hacen que cada año crezca”, manifestó una de las encargadas.

Una fiesta movida por la fe

“San Roque es el santo que como hombre dejó todo lo que tenía en el seno de una familia acomodada para servir y cuidar a los excluidos, a los más necesitados y a los enfermos que nadie quería tocar ni ver como lo eran los leprosos”, señala el alcalde de Tarija, Rodrigo Paz.

La historia del santo dice que fue en esa misión que se contagió de la peste y se encerró en una choza donde un perro le llevaba el alimento y lamía sus llagas hasta que sanó. Esa es la historia que motiva a centenares de Chunchos promesantes a bailar en su honor cada año. Todos en busca o agradecidos por un milagro de sanación.

“Él sana las enfermedades incurables. Cuando aún estaba en el colegio me he promesado por que mi padre estaba muy enfermo. Él ha sanado hace mucho, pero yo de agradecimiento sigo bailando hasta que ya un día no pueda hacerlo más”, señala uno de los penitentes en una de las tiendas que se encargan del lavado de su traje.

Prefiere el anonimato pues afirma que las promesas son íntimas. “No bailamos por ostentar o aparentar sino por fe pura. Cuando nos vestimos, ya nadie sabe quién está debajo del traje. Nadie sabe la dolencia, nadie más que Dios, porque con él hacemos la promesa”.

La tradición oral de Tarija dice que la devoción al patrono se originó en la época de la Colonia cuando una peste sacudió el pueblo y los habitantes de tierras bajas llegaban a la urbe para pedir ayuda. Desesperados foráneos y pobladores rogaron a San Roque que interceda ante Dios y la enfermedad cedió.

“Hace dos años que Tarija se ha convertido en el segundo destino turístico a nivel nacional para el Carnaval por ser diferente de los festejos del resto del país. En el caso de San Roque, nuestra fiesta grande, la humildad y el propósito de ayuda al prójimo del santo es el eje central. Algo que hace única a nuestra fiesta”, dijo Paz.

Una danza sólo para hombres

El pasado 16 de agosto una muchacha que se preparaba a participar como chuncho fue identificada por los promesantes y obligada a quitarse el atuendo, pues la danza debe ser hecha sólo por hombres. El hecho levantó una controversia.

“No es que seamos machistas, es por la tradición”, argumentaron los chunchos.

Según cuentan los organizadores y algunos investigadores, entre 1800 y 1900 en las afueras de Tarija funcionaba el Hospital de Lazareto, nosocomio para los enfermos de lepra. No eran sólo hombres sino mujeres quienes habían contraído la enfermedad al acompañar a sus esposos y sus hijos cuando éstos enfermaron.

Durante agosto y septiembre -época de estiaje y por tanto de escasez de alimentos- los hombres, que eran los que en mejor condición estaban, emprendían el camino a la ciudad.

Salían con el rostro tapado en busca de comida. A su paso hacían sonar unas pequeñas flechas de caña para que la gente que los oiga deje en la puerta de sus casas algún alimento.

Para los promesantes ésta es la razón por la que las mujeres no puedan ser parte de los chunchos. Sin embargo, el antropólogo tarijeño Luis Daniel Vacaflores Rivero afirma que la incursión de la mujer ya es un hecho en otros países que practican la misma tradición.

“Hay lugares en que los chunchos son hombres, pero también hay otros en que las mujeres lo son. En la fiesta de La Tirana las mujeres como chunchos están por encima del 50%”, dijo.