Óscar Arnulfo Romero, el asesinado arzobispo de San Salvador, fue proclamado ayer beato de la Iglesia Católica a 35 años de su muerte, en una ceremonia que congregó a centenares de miles de personas en la capital salvadoreña.
El ritual que elevó a Romero a los altares católicos se realizó con un intenso repicar de campanas, en medio de un ambiente festivo que reunió a más de 200.000 fieles de todo el mundo. “En virtud de nuestra autoridad apostólica facultamos para que el venerado siervo de Dios, Óscar Arnulfo Romero Galdámez, obispo, mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico de los reinos de Dios, reino de justicia fraternidad y paz, en adelante se le llame beato”, proclamó el cardenal Angelo Amato al leer una carta del papa Francisco.
Amato declaró como fecha de la fiesta del nuevo beato el 24 de marzo, por “el día en que nació para el cielo”, en una referencia al día de su asesinato a manos de un francotirador de extrema derecha. La proclamación de la beatificación fue saludada por los asistentes con un prolongado aplauso, mientras era develado un gigantesco retrato de Romero entre gritos de júbilo de una multitud entusiasta que coreaba vivas a su pastor.
Desde las primeras horas de la madrugada, columnas de personas vistiendo camisetas con la imagen de Romero avanzaron hacia la plaza Salvador del Mundo, en el este de San Salvador, donde se realizó la ceremonia bajo un sol sofocante.
Otros pasaron la noche en el entorno de la plaza, en una vigilia inaugurada la víspera por el cardenal de Honduras Óscar Rodríguez Maradiaga, desafiando la lluvia que cayó de forma intermitente durante la noche. Uno de los fieles, el colombiano Hermes Trujillo, de 45 años, dijo que “esta es una bendición de Dios, es un regalo, un honor poder estar acá en San Salvador para vivir con todos los pueblos latinoamericanos esta beatificación”.
Dos jóvenes de rostro cubierto llegaron a la conmemoración con una manta que decía “el asesino tiene nombre: Roberto d’Aubuisson”, una referencia al fallecido exmayor del ejército y figura de la derecha salvadoreña, denunciado en un informe de la ONU en 1993 como autor intelectual del asesinato de Romero.
El entonces arzobispo murió de un disparo en el pecho el 24 de marzo de 1980 a manos de un francotirador de la ultraderecha, después de clamar por justicia social y el fin de la represión en su país. El asesinato desató una guerra civil de 12 años que dejó 75.000 muertos. Su muerte fue considerada por el Vaticano como un “martirio por odio a la fe”, lo que allanó el camino para su beatificación.
Nadie ha sido sentenciado por el magnicidio. “El mártir Romero, es por tanto luz de las naciones y sal de la tierra, sus perseguidores han de estar en la sombra del olvido y de la muerte; la memoria de Romero, en cambio, continúa estando con vida y dando consuelo a los pobres”, exclamó Amato. “Ayer lloramos tu asesinato, hoy venimos llorando pero de júbilo, paz y alegría. Hoy se te hace justicia pastor amado. Viva San Romero de América”, se leía en una pancarta.
Gaspar Romero, hermano menor del extinto arzobispo, encabezaba a un centenar de miembros de su familia. “Nosotros como familiares nos sentimos honrados por ese regalo que nos ha dado nuestro Señor a través del Papa (Francisco), que tenemos en la familia a un santo que todo el mundo ya bautizó como San Romero de América”, comentó.
Obama: Fue una figura inspiradora
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, expresó ayer el “regocijo” ante la beatificación del arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, a quien definió como una personalidad “inspiradora” para todo el continente americano. “Hoy me uno a la gente de El Salvador y de todo el mundo para recibir con regocijo la beatificación del Arzobispo Romero”, expresó el mandatario estadounidense en una nota oficial de la Casa Blanca.
Para Obama, Romero fue “una figura inspiradora para la gente de El Salvador y de todo el continente americano. Fue un sacerdote inteligente y un hombre valiente”. “Me emocioné profundamente cuando tuve la oportunidad de rendir honores ante la tumba de Monseñor Romero en mi visita a El Salvador” en 2011, dijo Obama, para añadir que el sacerdote “hizo frente a los males que veía sin temor, guiado por las necesidades de su amado pueblo: la gente pobre y oprimida de El Salvador”.
Sostuvo que “El Salvador ha avanzado mucho en los últimos 35 años”
Varios visitantes
Celebración A la celebración también asistieron delegaciones oficiales de varios países latinoamericanos, incluyendo los presidentes Rafael Correa, de Ecuador, y Juan Carlos Varela, de Panamá. Cardenales y obispos del mundo entero estaban presentes en El Salvador para participar de la fiesta de la beatificación. De Bolivia asistió el vicepresidente, Álvaro García Linera y esposa.
Romeristas llaman a defender el legado del extinto arzobispo
Luis Solórzano, es un “romerista por convicción” y fiel creyente de que se debe luchar por la justicia y el amor por los pobres, los que define como el legado que deja al mundo el arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, a quien ayer vio convertirse en beato.
Bajo un sol radiante y en medio de un mar de personas apostadas ante el enorme templete donde se celebró la beatificación de Romero en la plaza Salvador del Mundo, Solórzano lloró luego de que se leyó la carta del papa Francisco que elevó a los altares al arzobispo salvadoreño, asesinado por odio a la fe, según la iglesia.
Solórzano forma parte de una de las comunidades de romeristas salvadoreños, aquellos que desde hace tres décadas se han dedicado a honrar y defender la memoria y la obra de Romero, desde los tiempos en que su nombre era sinónimo de subversión. Apostados en distintos puntos de la plaza, los romeristas gritaron vivas, cantaron y bailaron en honor a su pastor.
“No tenemos más excusas, hoy el legado de monseñor está más vigente que nunca, la lucha por los más pobres, los desposeídos, la lucha contra la injusticia social es el legado que nos deja nuestro beato y cuya memoria seguiremos defendiendo”, dijo Solórzano a la AFP, vestido con una camiseta con el rostro del “santo de los pobres”.
Guadalupe Peña, de 33 años, es parte de la Comunidad Romerista de la Cripta de Catedral de San Salvador, en donde reposan los restos de monseñor Romero.
Ella criticó el hecho de que con la beatificación han aparecido “falsos seguidores” de Romero que únicamente “buscan lucrar con su imagen”. “Antes de ser beatificado, muchos le criticaron y ni siquiera le depositaron una flor ante su tumba, pero hoy se declaran seguidores. No practican su ejemplo y eso debe de cambiar”, sostuvo Peña, cargando una foto del arzobispo.