Esta religiosa compra el mínimo de acciones para poder entrar en la Junta de las grandes compañías y reprender a los directivos por sus malas prácticas
Si hay un lugar que simboliza la fuente de todos los males, ése es Wall Street. Por eso la hermana Nora Nash ha decidido dejarse de contemplaciones y pasar a la acción. Esta monja irlandesa cambió su vocación de misionera en África por el activismo accionarial. Su modus operandi es tan sencillo como ingenioso: con el dinero del fondo de pensiones del convento compra paquetes de acciones de grandes compañías, sólo el mínimo exigido para poder acceder a la junta general de accionistas, y una vez allí le canta las cuarenta a los directivos. La religiosa, que pertenece a la orden de las Hermanas Franciscanas de Filadelfia, se ha tomado muy en serio lo de zarandear la conciencia de los responsables de la crisis. Por esa razón, uno de sus primeros objetivos fue la cúpula de Goldman Sachs, a la que exigió que «se bajen el sueldo, aumenten su transparencia y se acuerden de los pobres».
Esta indignada no eleva la voz ni acampa en los parques, simplemente habla a los ejecutivos más poderosos del mundo de responsabilidad, justicia social y de los límites morales de obtener beneficio a toda costa. Su peregrinación por el corazón financiero del planeta ha llevado a sor Wall Street a los despachos de British Petroleum, Lockheed Martin, el banco Wells Fargo, el grupo Fortune 500 o McDonald’s. «Queremos resultados sociales así como económicos», asegura la religiosa al The New York Times. Asimismo, reconoce que «cuando uno mira a las mayores instituciones financieras, se da cuenta de que hay codicia de por medio». El ex director general de General Electric, Jack Welch, quedó tan impresionado por su intervención en contra de la producción de armas nucleares que se trasladó en helicóptero al convento para hablar con ella. Uno de sus últimos objetivos ha sido la cadena de alimentación Kroger, donde ha defendido los derechos de los agricultores ante los directivos de la compañía. Pero, ¿por qué iban a escuchar los tiburones de Wall Street a una simple religiosa?
La denostada imagen de los ejecutivos no está como para echar a monjitas de la sala de juntas, así que no les queda más remedio que bajar la mirada y aguantar el sermón. Por desgracia, es el marketing y no el arrepentimiento lo que hace que sus reprimendas hayan tenido tanto éxito. «Una empresa no despierta ninguna simpatía si excluye a las religiosas», dice Robert McCormick, directivo de Glass, Lewis & Company. La hermana Nash tiene muy claro cuál es su misión: sembrar el bien allí dónde hay mal y abrir los ojos a los poderosos.
«No hemos venido a destruir las corporaciones, si no a mejorar su sentido de la responsabilidad», aclara. En plena crisis, Lloyd Blankfein, CEO de Goldman Sachs, dijo que él hacía «el trabajo de Dios». Quizá por eso gana 54 millones de dólares al año. Aunque sor Wall Street no comparte la labor divina del presidente del banco de inversión, asegura que no puede «excluir a gente como Blankfein de sus oraciones». Sin embargo, reconoce que le gustaría «obligarle a ver la realidad».