Análisis

San Juan Pablo II, gran defensor de la dignidad humana

El pontificado de San Juan Pablo II con una duración de casi 27 años no sólo ha sido uno de los más largos, después del de San Pedro y de Pío IX, sino también uno de los más fecundos. Este Papa puede ser calificado no solamente como un pastor ejemplar sino también como un incansable luchador por la dignidad de la persona humana. En su discurso a los embajadores acreditados ante la Santa Sede, pronunciado el 10 de enero de 2002 señaló sintéticamente ocho grandes prioridades sociopolíticas para poner al hombre en el centro.

1. Defensa del carácter sagrado de la vida humana en toda circunstancia. Juan Pablo II con su Encíclica “Evangelium Vitae” (1995), unida a la fundación de la Pontificia Academia por la Vida (1994), pasará a la historia como el gran promotor de la “cultura de la vida” frente a la “cultura de la muerte”. Consiguió despertar un movimiento mundial a favor de los infantes por nacer y de los enfermos terminales contrarrestando a las tendencias abortistas y eutanásicas y a las manipulaciones embrionarias, destructoras de la vida humana.

2. Promoción de la familia, célula fundamental de la sociedad. Este Papa se ha distinguido como un incansable promotor de la familia basada en la unión conyugal del varón y la mujer, haciendo frente a la crisis familiar y a la facilitación del divorcio o de uniones homosexuales, consecuencias de la nefasta ideología del género.

3. Eliminación de la pobreza. Juan Pablo II mostró  una gran solidaridad con las personas empobrecidas tanto en situaciones personales como sociales, proponiendo medidas en favor del trabajo digno, del desarrollo, de la reducción de la deuda externa de los países en desarrollo y de la apertura del comercio internacional justo.

4. Respeto a los derechos humanos en todas las situaciones. El Papa defendió incansablemente los derechos humanos con una opción preferencial hacia las personas en situaciones de pobreza o de indefensión, con especial atención a los niños, a las mujeres y a los prófugos.

5. Consolidación de la paz. Juan Pablo II sufrió en carne propia el flagelo de la segunda guerra mundial y de las ideologías perversas. Propició la caída del comunismo en Polonia y en Europa en 1989. Promovió el desarme y la reducción de las ventas de armas a los países pobres. Trató de evitar las guerras y los conflictos armados, aunque no siempre fue escuchado como sucedió con la invasión estadounidense de Irak el año 2003. En Latinoamérica Juan Pablo II será recordado como el mediador en la disputa entre Chile y Argentina por el estrecho de Beagle en 1984 llegando a un acuerdo pacífico equitativo.

6. Lucha contra las enfermedades epidémicas. El Papa mostró también una cercanía hacia las personas enfermas, especialmente las que carecen de recursos y mueren sin atención médica. Él mismo quedó gravemente enfermo a raíz del atentado mortal. En los últimos años de su vida sufrió la enfermedad del párkinson y otras múltiples dolencias mostrando su unión con Jesús Redentor.  

7. Salvaguardia del entorno natural. Juan Pablo II mostró un gran respeto por el entorno natural que permite una vida sana, frente a los abusos de sobre-explotación y de polución sin caer en posiciones extremistas. Se solidarizó con las víctimas de terremotos, de tsunamis y de otros desastres naturales.

8. Aplicación rigurosa del derecho y de las convenciones internacionales justas. Frente a posiciones radicales que no reconocían a las Naciones Unidas ni a los pactos entre países, el Papa llevó la voz de la Iglesia a los foros internacionales en defensa de la paz, la justicia y el derecho.

Refiriéndose a Latinoamérica el Papa mencionó también como escollos a superar la persistencia de desigualdades sociales, el tráfico de drogas, la corrupción y la violencia armada que ponen en peligro las bases de la democracia y desacreditan a la clase política, exhortando a la recuperación de los valores morales, el diálogo franco y abierto y la renuncia de lo superfluo en favor de aquéllos que sufren necesidades.

El Papa concluyó el discurso indicando que se podrían añadir otras muchas prioridades,  “pero si éstas estuviesen en el centro de las preocupaciones de los responsables políticos y si los hombres de buena voluntad las tradujeran en compromisos cotidianos… el mundo sería radicalmente diferente”. Finalmente invitó a todos a confiar en Dios a través de la oración para poder llevar en nuestras manos la luz del amor que nunca se desanima.