Análisis

Reflexión sobre esta Pascua 2023. La tumba abierta y nuestras decisiones

fuego de la vigilia pascual en el santo sepulcro de Jersualén

En nuestra vida hay momentos concretos en los que nos encontramos de frente al sepulcro y lo que ello significa (muerte, soledad, oscuridad y miedo; entre otros sentimientos).

 

Es domingo de Pascua, y una vez más nos encontramos de frente a un sepulcro. Sin embargo, hay una diferencia, porque el sepulcro está abierto. Tal vez los sentimientos que tenemos en el corazón son también de tristeza, soledad y confusión. Pero, gracias a nuestra fe, nosotros podemos decidir qué camino tomar. Regresar a nuestra zona de confort, pasar de largo, o atrevernos a entrar al sepulcro buscando a Jesús Resucitado.

 

A veces, es necesario vencer el miedo o la pereza y sumergirse en la oscuridad para encontrar la luz, y esto es lo que hemos vivido en estos días. Hemos acompañado a Jesús en su crucifixión, después en su muerte y sepultura. Pero no podemos quedarnos allí, en una noche oscura. Sino que ahora estamos llamados a resucitar con Él.

 

Hoy quisiera preguntarte ¿cómo vences tus miedos y tus dificultades?, ¿cómo experimentas al resucitado en tu vida cotidiana?

 

Una de las experiencias personales más felices que he tenido en el día de pascua, fue en Roma, hace 20 años. Era el Domingo de Pascua, del año 2003. Yo era un estudiante diácono y solo meses antes había perdido a mi padre, en mi ciudad natal.

 

La providencia quiso que esa Semana Santa mi madre y a mi abuelita me visitaran en Roma y el Domingo de Pasca me acompañaron a la misa en la plaza de San Pedro. Varios estudiantes del Colegio Inglés ayudamos en la misa que celebrada por Juan Pablo II (que para esa época estaba muy enfermo).

 

Participar de esa misa en la que tenía mis seres queridos cerca fue una experiencia de felicidad.

 

Como parte de la liturgia, dos diáconos debíamos abrir las puertas de un icono que estaba cerrado, y en el momento del Aleluya, nuestra tarea era desvelar el icono de Cristo resucitado. Así lo hicimos ante miles y miles de peregrinos y la celebración de la misa pascual continuó.

 

Ese recuerdo, como ya he mencionado antes, solo fue un instante luminoso y de mucha alegría. Y estoy convencido que la presencia de Cristo resucitado, dio un sentido mucho más profundo a esa experiencia del pasado.

 

Estoy seguro que todos tenemos, al menos un momento luminoso en nuestras vidas, un instante de felicidad que recordamos de manera especial. Ahora bien, si esos recuerdos están ligados o conectados a Jesús resucitado, entonces encontraremos una fuente de fuerza en un momento de debilidad, de alegría en momento de tristeza. En definitiva, si miramos al resucitado y lo que Él ha hecho por nosotros, tendremos luz en los momentos de obscuridad, porque sabremos reconocer su presencia y compañía a lo largo de nuestra vida.

 

La resurrección de Cristo que celebramos año tras año, no es solo un momento intelectual, en la que nuestra mente nos señala la fiesta más importante del año. Tampoco debe ser un momento cultural, en el que ponemos en práctica costumbre centenarias, que involucran procesiones, comida y música. Pensemos en las procesiones alrededor del mundo, las imágenes y la música maravillosa.

 

La celebración de la resurrección de Cristo tiene que transformarse en actos concretos que confirmen nuestra fe, con la conciencia de que todo lo que hacemos dentro y fuera de la iglesia, tiene su razón de ser, gracias a Jesús, Hijo de Dios, muerto en la cruz y resucitado el tercer día.

 

¡Si vivimos, vivimos en Cristo; y si morimos, morimos en Cristo!

 

Hoy nuestra sociedad está cansada de sufrir la guerra, los problemas económicos de tantas familias, las consecuencias del tráfico de personas, y los desastres naturales. ¿dónde encontraremos consuelo y esperanza?

 

Cuando nos encontramos frente a dudas o grandes desafíos personales, cuando somos heridos o humillados. ¿Dónde encontraremos respuestas luminosas que nos ayuden a seguir nuestro camino?

 

Queridos amigos, si este domingo estamos aquí. La respuesta la conocemos: ¡es Cristo Jesús!

 

Inicialmente María Magdalena y los discípulos de Jesús, ante el sepulcro abierto, ellos no comprendían qué estaba sucediendo con su Maestro, por eso ella exclama: “Se han llevado el cuerpo de Jesús y no sabemos dónde lo han puesto”.

 

Esos discípulos que tenían miedo, entienden y creen en las escrituras, solo cuando entran en el sepulcro. Se sumergen en la oscuridad del sepulcro para ser iluminados y comprender. Esta es una gran enseñanza del evangelio de hoy. Sin embargo, los amigos de Jesús no guardan esa novedad solo para ellos sino que ellos se transforman en anunciadores y testigos del Resucitado.

 

Nosotros también estamos llamados a ser testigos de la resurrección. Busquemos en nuestras vidas esos momentos en los que Cristo resucitado se ha hecho presente durante nuestro viaje terrenal y dejemos que él nos abrace, y una vez que experimentemos su presencia convirtámonos también en sus testigos.

 

Por Ariel Beramendi