En las últimas décadas han pasado a ser una moda las celebraciones mundiales anuales sobre diversos temas, considerados claves por diversas instituciones. Este hecho puede ser interpretado positivamente como signo de la creciente concientización de que todos los hombres, varones y mujeres, formamos parte de la familia humana, cuya sobrevivencia está amenazada por diversas circunstancias a las que es necesario hacer frente. Por eso se comprende que el Papa Benedicto XVI ha dispuesto que la Iglesia Católica celebre el año de la Fe desde el 11 de octubre de 2012 hasta el 24 de noviembre de 2013, Fiesta de Cristo Rey.
Sin embargo posiblemente habrá personas, católicas o no, que se pregunten por qué la Iglesia insiste en centrarse en la Fe, siendo así que en el mundo hay tantos problemas que necesitan un esfuerzo concertado para superarlos. Tales son la guerra, el aborto, la violencia, el hambre, la pobreza, las enfermedades pandémicas, la droga y el narcotráfico, el erotismo desenfrenado, la delincuencia internacional, la trata y tráfico de personas, especialmente mujeres y niños, la desintegración de las familias y un largo etcétera.
Frente a todos esos desafíos la Iglesia Católica es consciente de que la Fe cristiana puede ser la tabla de salvación de la humanidad, a partir de la cual es posible aunar esfuerzos en la construcción de un mundo más justo y más fraterno. Esa Fe consiste ante todo en creer en el único Dios Creador y Salvador, origen de todo Bien, del cual los cristianos nos reconocemos creyentes, a diferencia de los ateos, los agnósticos, los escépticos y otras personas que no creen en la existencia de un Dios personal.
Al mismo tiempo la Fe cristiana es trinitaria. Incluye el reconocer y confiar en Jesucristo como el Hijo eterno de Dios Padre, hecho hombre en el seno de la Virgen María, habilitada para ser madre por la energía de la Rúaj Divina (Espíritu Santo). Esta Fe caracteriza al cristianismo frente a otras religiones monoteístas, como el judaísmo o el islamismo, con las cuales estamos llamados a mantener un sincero diálogo interreligioso.
Además es preciso clarificar y fortalecer nuestra Fe en Cristo Jesús como el Único Salvador quien quiso fundar su única Iglesia sobre la roca del Apóstol Pedro y sus sucesores para superar las amenazas de la muerte y del maligno (Mateo 16, 18). Antes de morir Jesús, para no dejar huérfanos a sus discípulos, prometió enviar a la Sabiduría Divina para llevar a su Iglesia hacia la Verdad plena (Juan 16, 13). Esta promesa comenzó a cumplirse ya en la cruz al confiar a la Virgen María la misión de ser la madre del discípulo amado, representante en ese momento de toda la Iglesia (Juan 19, 26). El envío de la Rúaj Santa a los discípulos reunidos con la Virgen María se manifestó públicamente en la fiesta de pentecostés, constituyéndose la única Iglesia de Cristo (Hechos 2).
Con las iglesias y comunidades cristianas ortodoxas, anglicanas, protestantes, evangélicas etc. compartimos los católicos una misma Fe, aunque haya diferencias en el modo de interpretar la palabra de Dios. Aquí es necesario y urgente un profundo diálogo ecuménico en un clima de oración para hacer realidad la gran oración de la unidad que Jesús formuló en los momentos últimos de su vida terrena: “¡Que todos sean uno, como Tú Padre en mí y yo en Ti!” (Juan 17, 21).
Este ruego apremiante del Señor para formar su única Iglesia se hace hoy más urgente para hacer frente a las ideologías contrarias a la vida, a la familia, a la libertad religiosa y a los derechos universales que amenazan destruir la humanidad. En definitiva la Fe es el fundamento más sólido para una auténtica acción liberadora.
Lejos de ser un escapismo alienante o el opio del pueblo, según la conocida frase de Marx, la Fe consolida una cosmovisión coherente y convincente que a su vez permite fundamentar una axiología correcta y los principios éticos y morales del actuar humano. Sin Fe todos los esfuerzos humanos a la larga son infructuosos o incluso pueden ser contrarios a la dignidad de la persona humana. Tal es el caso de los mesianismos políticos, como el marxismo que proclamaba la liberación plena de la humanidad, pero que en realidad provocó las revoluciones comunistas, donde en aras de ideologías ateas fueron masacrados millones de personas en su mayoría inocentes. Estos mesianismos han fracasado o están en vías de descomposición.
Por eso la Iglesia Católica llama durante este año a todos sus fieles a conocer mejor la Fe, teniendo como guía de estudio el Catecismo de la Iglesia Católica que sintetiza la renovación en la continuidad de la tradición, plasmada en el Concilio Vaticano II. Después de casi XX siglos la Iglesia de Cristo, todavía dividida, debe esforzarse en unirse con todos los creyentes en Jesús, para que esa Verdad se haga más visiblemente Caridad y al mismo tiempo la Caridad se fundamente cada vez más en la Verdad. Para ello es necesario también dialogar con las ciencias y con todas las personas de buena voluntad para buscar las mejores soluciones a los graves problemas que afectan a toda la humanidad.