Un tiempo para rezar. Un tiempo de calma.
El pasado 31 de Marzo, día de Martes Santo, la Pastoral Juvenil Vocacional de Sucre convocó a los jóvenes de parroquias e instituciones a vivir un tiempo de oración al estilo de Taizé.
Se realizó con brillantez en el Templo de La Merced (calle Pérez, esquina Azurduy), a partir de las siete de la tarde. Acudió un numeroso grupo de jóvenes, y no tan jóvenes, junto al Arzobispo Mons. Jesús Juárez, que supo dirigir unas acertadas palabras motivando esta vivencia de oración claramente contemplativa. No faltaron los seminaristas mayores y menores del San Cristóbal.
Pero, ¿qué es Taizé?, se preguntaban muchos de estos jóvenes. Sin duda, como reza uno de sus eslóganes más conocidos, es una Peregrinación de confianza a través de la Tierra. Desde 1957 millares de jóvenes han pasado por la colina de Taizé, aldea francesa enclavada en la región de Borgoña, departamento de Saona y Loira.
De España o de Rusia, de Escocia o de Rumanía, o de otros continentes, los jóvenes se dirigen en peregrinación a Taizé sin interrupción.
Cada semana, de domingo a domingo, estos jóvenes toman parte en los encuentros que reúnen participantes de 30 a 70 naciones. En las fuentes de la Fe buscan descubrir un sentido a su vida. Durante esos días de oración y de compartir se preparan para tomar responsabilidades allí donde viven.
Las condiciones de vida son sencillas. Cada uno participa en los gastos según sus medios y el valor de la moneda de su país. Desde 1966, hermanas de San Andrés, comunidad católica internacional fundada hace 750 años, habitan la aldea vecina y asumen parte de las tareas relacionadas con la acogida.
La Comunidad de Taizé es una comunidad monástica cristiana ecuménica, fundada en 1940 por el teólogo suizo Roger Schutz, conocido como Hermano Roger. Es reconocida mundialmente como un foco de ecumenismo.
El Hermano Roger permaneció como prior de la comunidad hasta su muerte a los 90 años, el 16 de agosto de 2005, apuñalado por una mujer rumana con aparentes trastornos mentales durante la oración vespertina en Taizé. Su sucesor, designado por él mismo unos años antes, es el hermano Alois Löser.
La Comunidad de Taizé se ha ido desarrollando a lo largo de los años. Actualmente, se compone de un centenar de hermanos originarios de una treintena de países y que son cristianos procedentes de diversas confesiones. La Comunidad es un signo visible y palpable de la reconciliación y unidad de los cristianos. La Comunidad no acepta ningún donativo y los hermanos se ganan la vida con su trabajo, y sus herencias personales las dan a los más pobres. Hay pequeñas fraternidades de hermanos en los barrios pobres de Asia, América del Sur y del Norte y África.
Los momentos importantes en Taizé están marcados por la oración común, que tiene lugar en la Iglesia de la Reconciliación tres veces al día. Al son de las campanas se paralizan los trabajos, los encuentros, y todos, jóvenes, mayores y niños, se reúnen con los hermanos para la oración.
La pequeña comunidad monástica se centra en la oración, la meditación cristiana y la reconciliación.
Los cantos de Taizé se han difundido por el mundo entero. Hechos de una simple frase cantada repetidamente. Expresan una realidad esencial, rápidamente captada por la inteligencia y poco a poco interiorizada por toda la persona. En nuestra oración de Sucre nos acompañó el Coro Polifónico San Francisco Javier. Fue toda una delicia escucharles esos cantos dulces y simples de Taizé.
Hasta Taizé peregrinaron el papa San Juan Pablo II y el papa San Juan XXIII cuando entonces era nuncio apostólico en París (ambos grandes amigos del Hermano Roger). También, tres Arzobispos de Canterbury, metropolitas ortodoxos, catorce obispos luteranos de Suecia y numerosos pastores, sacerdotes y Obispos del mundo entero. La Madre Teresa de Calcuta también peregrinó a Taizé y mantuvo una estrecha amistad con el hermano Roger a través de los años.
Mons. Jesús Juárez nos animó a organizar más experiencias de oración al estilo de Taizé. Lo haremos en nuestro Seminario San Cristóbal y pasaremos el testigo a parroquias de la ciudad. Merece la pena.
La oración común, tres veces al día, está en el corazón de la vida en Taizé. Su desarrollo es sencillo: cantos, salmo, lectura bíblica, silencio, intercesiones. Cada participante oye algunas palabras en su propia lengua: pequeño signo de la universalidad de la Iglesia.