En la Misa Crismal de este martes santo, Monseñor Sergio agradeció la presencia masiva de la población que llegó a la catedral para apoyar a los sacerdotes que renovaron sus promesas realizadas el día de su ordenación. En la Homilía, Monseñor Sergio pidió a la población orar por los sacerdotes y su ministerio.
HOMILÍA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ.
Misa Crismal 2014
Queridos, hermanos y hermanas, en el clima de comunión de esta noche, su presencia me hace consciente siempre más de la gran responsabilidad que el Señor me ha confiado y que solo su Gracia me permite llevar adelante. Siento la necesidad de expresarles mi profunda gratitud por el testimonio que ustedes me dan.
De manera particular expreso mi “gracias” sincero a nuestro querido Cardenal, que ha querido celebrar esta Eucaristía junto con todos nosotros, su palabra y testimonio nos animan y guían en el camino de fidelidad a la llamada del Señor. Un agradecimiento a mis hermanos obispos Mons. Braulio y Mons. René y Mons. Estanislao, por su fiel y sincera colaboración en el pastorear a este querido pueblo de Dios. Un augurio y una oración muy particular Mons. Aurelio Pesoa y Mons. Jorge Saldías, elegidos Obispos auxiliares de la hermana Iglesia de La Paz.
A todos ustedes sacerdotes, mi gratitud profunda por su entrega generosa al servicio del Señor y de Su pueblo. Quiero también recordar y agradecer a los sacerdotes ancianos y enfermos que, desde su lecho de dolor, nos acompañan con la oración. Agradezco también a los religiosos y a los misioneros venidos de otras Iglesias por su servicio desprendido a nuestra querida Iglesia.
De manera especial invito a orar por los sacerdotes que nos han dejado por la casa del Padre, por los que viven en situación de sufrimiento, y por los que se tropiezan con la incomprensión y dificultades en el ejercicio de su ministerio. Qué el Señor les ilumine y acompañe con su fortaleza, y nosotros hagámosle sentir nuestra cercanía de amigos y hermanos. También mantengamos un recuerdo afectuoso por los hermanos que ya no ejercen el ministerio sacerdotal.
Gracias a todos ustedes, seminaristas, diáconos, religiosas y pueblo de Dios que nos acompañan en este día sacerdotal, por su afecto y por sus oraciones, que nos estimulan a entregarnos con más entusiasmo en el cumplimiento de nuestro ministerio.
En mi reflexión quiero profundizar tres aspectos del Prefacio de esta Misa crismal, en la que bendeciremos y consagraremos el crisma y los santos oleos, y los sacerdotes renovaremos las promesas hechas en el día de nuestra ordenación.
1.- “Jesucristo, Pontífice de la nueva y eterna alianza… con amor fraterno elige a algunos hombres para hacerlos participar de su ministerio mediante la imposición de manos”. Nuestro ser sacerdotes se lo debemos totalmente a Jesucristo, Él nos escogió no por nuestra capacidad o por nuestros méritos, sino porque Él lo ha querido, fruto del amor fraterno de Jesús, amor que es pura gratuidad. Ante ese amor de Jesucristo, no hemos quedado indiferentes y hemos respondido con nuestro sí, el sí que todos juntos como presbiterio renovaremos en breves minutos.
Jesucristo ha tomado la iniciativa como cuando instituyó a los doce. “Subió al cerro y llamó a los que él quiso… para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar”. Jesús nos llama para hacernos partícipes de su ministerio, no es nuestro, por lo tanto servidores y no dueños. Un servicio que pide en primer lugar “estar con él”, tener un encuentro personal, conocerlo por la experiencia vital de compartir con él y vivir la comunión profunda con él y los hermanos sacerdotes. Nos llama también “para enviarnos a predicar”, a anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, que, en Cristo, se extiende sobre toda la humanidad, y que apunta a la vida plena, sobre los cimientos de la verdad,la justicia, el amor y la paz.
Jesús no ha elegido entre muchos hermanos, pero no nos aísla de ellos, por el contrario nos envía como pastores para salir al encuentro de la gente, para estar “en medio de los fieles, también en las periferias de las parroquias y diócesis y en todas aquellas “periferias existenciales” donde hay sufrimiento, soledad, degradación humana”. Estar presentes como pastores, “significa caminar con el Pueblo de Dios: delante, indicando el camino; en medio, para reforzarlo en la unidad; y detrás, para que nadie se quede atrás”, como nos dice el Papa Francisco.
2.- Seguimos con el prefacio: “Tus sacerdotes, Padre, renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención humana, preparan a tus hijos el banquete pascual, guían en la caridad a tu pueblo santo, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus sacramentos”.
En nombre de Cristo, nosotros no actuamos en nombre propio, por lo tanto nuestra actitud debe ser de humildad y de profundo respeto y reverencia ante los misterios de salvación que Él nos ha confiado, y ante las conciencias de las personas.
“Renovar el sacrificio de la redención humana y preparar el banquete pascual”: Esta noche renovamos la primera Eucaristía, pero cada Misa es renovación y actualización del misterio de la muerte y resurrección del Señor, es gozar de los frutos de la redención, y de la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte. Cada Misa es Pascua, comunión con Cristo y los hermanos que transforma la existencia, por eso es indispensable que nuestros gestos y palabras en la celebración reflejen este misterio de amor, de gozo y de vida.
“Guían en la caridad a tu pueblo santo”. Guiar en la caridad, es tener un espíritu de misericordia, de comprensión y solidaridad con todos. “La misericordia, que socorre los defectos ajenos, es el sacrificio que más le agrada, ya que causa más de cerca el bien del prójimo» (Sto. Tomás).
“Lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus sacramentos”. En este aspecto el Papa Francisco tiene palabras iluminadoras y comprometedoras: “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. La Palabra… en el Sacramento alcanza su máxima eficacia” (EG 174).
3.- “Los sacerdotes, al entregar su vida por ti, Padre, y por la salvación de los hombres, deben configurarse a Cristo y dar testimonio constante de fidelidad y amor”.
Configurarnos a Cristo, poder afirmar con San Pablo: “Ya no soy yo que vivo, es Cristo que vive en mi”. Esto implica vivir en nosotros el misterio de la encarnación del Hijo de Dios que “siendo rico se hizo por nosotros pobre, a fin de que nos enriquezcamos con su pobreza (2 Co 8,9). Todo el camino de nuestra redención y la misión terrenal de Jesús, ha sido marcada por los pobres: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres» (Lc 4,18). La preferencia de Dios para con los pobres “tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5)”…
La opción por los pobres es la «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia»…Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. Ellos tienen mucho que enseñarnos”(EG).
Queridos hermanos sacerdotes, ahora vamos a renovar ante el Señor y el pueblo santo de Dios las promesas hechas el día de la ordenación sacerdotal, con el compromiso de ser testigos luminosos de los misterios que celebramos. Por eso pedimos a todos Uds., hermanos y hermanas aquí presentes que recen por nosotros, para que el Señor, derrame abundantemente sobre nosotros los dones del Espíritu y nos haga fieles ministros de Cristo y así, todos juntos con el salmista, podamos “cantar eternamente tu amor, Señor”.