Cochabamba

Mons. Oscar en el Calvario: María la Madre que nos ha adoptado, que nos consuela, que nos protege, nos bendice.

Durante la celebración central el día 16 en el Calvario, presidida por Mons. Oscar Aparicio y concelebrada por Mons. Luis Sáinz además de varios sacerdotes de la Arquidiócesis y otros lugares; participaron miles de peregrinos que llegaron a pie hasta este cerro.

En la homiía, Mons. Aparicio remarcó que Jesús está siempre caminando con nosotros, ha conocido los sufrimientos terrenos y sabe de nuestros dolores y sufrimientos. Por ello ha querido entregarnos como madre de todos a su Madre, la Virgen María. Ella que está a nuestro lado y quiere ayudarnos durante nuestra vida.

Homilía Completa

Desde los rincones de Bolivia, incluso peregrinos venidos de más allá de estas fronteras de Bolivia. También peregrinos creyentes que a través de los medios de comunicación hoy están junto a nosotros,  en esta celebración.

La palabra de Dios que hemos escuchado, es la palabra de un Dios que llena de esperanza, de misericordia, de una presencia de un Dios que no nos abandona nunca. De hecho hemos escuchado en la primera lectura, es el Señor Jesús, que suplica, que clama a Dios Padre en su sufrimiento.

Por tanto, es el Hijo de Dios participa de nuestro sufrimiento, significa algo muy evidente que en este mundo,  en medio de nosotros, en nuestras familias o nosotros mismos, padecemos también de tantas situaciones contrarias a nuestra vida y a nuestro ser.

La realidad, hermanos, la realidad del mal, del pecado, del sufrimiento, la realidad de la enfermedad y de la muerte, es algo que está presente en medio nuestro. Y cuantas veces hemos clamado para que seamos liberados de aquello.

Con esperanza hemos caminado y hemos renovado nuestra fe, diciendo que quisiéramos que este mal, que estos sufrimientos no los tuviéramos. O en la incógnita o en la duda en que vivimos hemos andado a veces, a lo mejor, en situación de total quebranto.

Hoy también hemos venido así. Miles de peregrinos que vienen en una situación particular, concreta a este Calvario, a ese Cerro de Cota. Junto a María nuestra mamá. En una situación concreta de sufrimiento de dolor, de padecimiento. O a lo mejor tantos de ustedes han dejado enfermos, sufridos en sus casas. Hemos venido a suplicar al Señor, hemos venido con esperanza. Hemos caminado como peregrinos para encontrarnos con María, para encontrarnos con Dios Padre.

Y hoy la palabra ha venido a nuestro encuentro y nos anuncia la salvación. Nos anuncia que el Señor Jesucristo está con nosotros, que padece con nosotros, tiene misericordia de nosotros. Comparte nuestra vida, comparte nuestros sufrimientos y padecimientos. Miren hermanos, llega hasta este extremo. El Señor en el culmen del sufrimiento y de la muerte, en el culmen de estar en la cruz. Cuando está agonizante, en el momento del mayor y extremo sufrimiento, que a lo mejor nos encontramos algunos. Este Señor nos deja a su Madre.  

Hoy aquí en Cochabamba, en Quillacollo, aquí en medio de este cerro. Aquí, en medio de esta Bolivia que sufre y padece, en medio de nuestra familia y más allá de nuestras fronteras, aquí el Señor nos regala a su mamá.

Somos sus discípulos, por eso hoy día esa palabra resuena grandemente en medio de nosotros. Mujer ahí tienes a tus hijos e hijas. Y nos regala a la mamita de Urcupiña. No somos huérfanos. No estamos abandonados. Hemos peregrinado junto a María, hemos sentido su consolación, hemos sentido su cercanía, esta Virgen, la mamita de Urcupiña, que es nuestra madre. Que nos ha adoptado, que nos consuela, que nos protege, que nos bendice.

Que nos acompaña en lo mayor extremo de nuestro sufrimiento. Esta mamita está con nosotros y no nos deja huérfanos. No nos abandona, así como Dios Padre nunca nos ha abandonado. Así como Jesús que comparte nuestro sufrimiento y nos da la salvación. No estamos abandonados, tenemos por madre a María.

Como no celebrar fiesta. Nuestro himno a la Virgencita dice: como no alabarla, como no glorificarla, como no reconocer esta presencia amorosa, misericordiosa materna, que nos da certidumbre en nuestro caminar. Estamos caminando a pasos seguros. Por tanto hermanos hemos venido a renovar nuestra fe. Alegrarnos junto a ella en este lugar, como ha aparecido, siga presente en medio de nosotros y de nuestras familias.

Pero por último, queridos hermanos y hermanas ella nos envía como misioneros, misioneros de la vida y del amor, en medio de nuestras casas, en medio de nuestras familias estén aquí, o en el interior de Bolivia. En estas familias nosotros somos mensajeros también igual que María: de la vida, de la paz, del amor y de la misericordia. Que nuestros hermanos que más padecen sientan nuestra caricia amorosa.

María nos envía, María nos llama, María camina con nosotros y María nos hace misioneros igual que ella. Que digamos entonces un salve a ella, la felicitamos y le agradecemos por ser nuestra mamá y les invito a rezar: “Dios te salve…”