El evangelio de Marcos (10,29-30) lo dice claramente: “Jesús dijo: «Yo les aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, madre, padre, hijos o hacienda por Mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna”. Es como si la palabra “persecuciones” fuese la letra pequeña, o asterisco, del contrato. Naturalmente tendemos a evitar el sufrimiento, y mucha gente prefiere a veces estar, como dice el dicho, bien con Dios y con el diablo, la tibieza, y el aspirar a tener lo suficiente para vivir bien y sin problemas.
El hecho es que, como me comentaba mi amigo Cristóba García, ¿puede que un millonario corrupto, en especial muchos de la corrupción venezolana, así tenga todo el dinero del mundo, vivir una vida libre y sin persecuciones? A la larga, ellos mismos, con sus acciones se han restringido su libertad en esta vida y acarreado sobre sí persecución, ¿puede acaso un funcionario con orden de captura internacional, así duerma sobre un colchón de dólares, disfrutar haciendo una gira por el mundo? ¿Puede darse el lujo de salir sin escolta, de vivir sin tener que blindar sus carros por temor a un atentado, secuestro o qué sé yo?
Su argumento me pareció un excelente punto de vista. Si a ver vamos, la madre Teresa de Calcuta, por poner solo un ejemplo, renunció a todo por Jesús y, si bien sufrió persecuciones, nunca le faltaron recursos para sus obras, y pudo viajar libremente por el mundo cuando se lo propuso. Bien sabemos que su fundación está ahora en los cinco continentes y se extiende tanto como la fe y empeño de sus seguidoras en continuar su obra, y así la de cada santo y persona que ha decidido dejarlo todo por el Evangelio.
Lo dice la Biblia muy claramente: “…en mis persecuciones y sufrimientos, como los que soporté en Antioquía, en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones hube de sufrir! Y de todas me libró el Señor. Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones” (2 Timoteo 3, 11-12). Aunque también dice: “El malo huye sin que nadie le persiga, pero el justo como un león está seguro” (Proverbios 28,1).
El cristiano elige en libertad ser perseguido por Jesús, pero, irónicamente, aún siendo perseguido, es feliz: “Entonces llamaron a los apóstoles; y, después de haberles azotado, les intimaron que no hablasen en nombre de Jesús. Y les dejaron libres. Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre (Hechos 5,40-41); “Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte (2 Corintios 12,10); “Miren cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Han oído la paciencia de Job en el sufrimiento y saben el final que el Señor le dio; porque el Señor es compasivo y misericordioso” (Santiago 5,11).
Así que, podemos elegir entre, ser tibios y no ser perseguidos (“Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”, Apocalipsis 3,16), o ser perseguidos por ser mundanos o de Cristo. La elección es nuestra, solo que ser tibios o peseguidos por las cosas del mundo nos esclaviza y puede llevarnos al infierno. O ser perseguidos por Cristo y terminar nuestra carrera en la vida eterna. La elección es nuestra. Dios con nosotros.
Autor: Javier Gómez Graterol, religioso / periodista
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