La poesía universal está llena de lugares comunes, en especial aquel que dice “te veo cada vez que veo una flor, cada vez que veo una sonrisa, te veo cada vez que… (inserte aquí usted lo que desee, y tendrá su poema, cursi y genérico, pero lo tendrá)”, pero ese lugar común, además de ser un crimen poético que suele chirriar en los oídos de quien lo escucha, de una u otra forma es expresión de que el amor da nuevos ojos.
El amor, en especial el amor a Dios, a pesar de que el nuestro siempre será pobre, limitado, y nunca en real correspondencia con el que Él nos da, es una de las formas en las cuales nuestros ojos se abren a poder ver y encontrarnos con el Señor en cualquier parte, en especial cuando queremos escucharle y ver qué respuesta nos da a nuestras plegarias.
No es casualidad que, en los momentos de mayor turbación, la persona suele sentir que Dios le ha dejado: los estados anímicos asociados a la tristeza y ofuscación suelen cerrar la vista a lo externo, ya que nos hace centrarnos y concentrarnos en lo que nos duele.
¿Se trata entonces de que debemos estar felices siempre para poder escuchar a Dios? No, sino de que, si estamos sintiendo que Dios no nos escucha, empecemos a preguntarnos dónde tenemos puesta la mirada: Pedro, cuando empezó a caminar sobre las aguas, y dejó de ver a Cristo, comenzó a hundirse (Mt 14,5-33). Es entonces un ejercicio de concienciar que el Señor no nos ha dejado, sino que nosotros mismos tal vez nos centramos en lo que nos duele o amenaza, y por ese simple hecho hemos dejado de verle.
Si Dios es Amor, ¿no es acaso ilógico que nos deje? Muchos se preguntan: ¿Dónde estuviste, estabas, cuando…? Y Él muy bien podría respondernos: ¿Dónde tenías puesta la mirada tú?
Si hay algo que Dios nos ha enseñado a todos, es que Él puede hablarnos incluso a través de una burra, cuando quiere hacerlo (Números 22,22-35), y en su calidad de Omnipresente, siempre quiere que nos abandonemos en Él, especialmente en la adversidad. Esta es una verdad universal, incluso pensadores no cristianos tienen algo para añadir al tema: “Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas” (Rabindranath Tagore). Estimado lector, cuando sientas que Dios no te escucha, mira al cielo, intenta cambiar el enfoque de tu mirada, y a lo mejor te sorprendas con el hecho de que, no solo puedas escucharle, a lo mejor hasta puedes verle. Dios con nosotros.
Artículos relacionados:
Javier Gómez Graterol, religioso / periodista: ¿Se puede negociar con Dios?
Reflexión Dominical: Concentrarse en Dios para vencer todo mal
Javier Gómez Graterol, religioso / periodista: ¿Y qué quiere Dios de ti?