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Homilía de Mons. Oscar Aparicio en su Posesión Arzobispal

En su primera homilía, dirigida al pueblo de Cochabamba en su posesión episcopal, mons. Oscar Aparicio Céspedes Arzobispo de Cochabamba, invitó a trabajar en comunión entre los pastores, el clero, los religiosos y los fieles laicos.

Quisiera que las primeras palabras que pronuncio en la Arquidiócesis de Cochabamba, en esta Catedral de San Sebastian, sean de agradecimiento a Dios “que nos ha elegido desde el seno materno” para ir realizando con nosotros su historia de salvación, como hace mención la primera lectura que hemos escuchado en esta liturgia. A todos nos ha elegido para una misión, a mí, en este momento, sin méritos por mí parte, para ponerme al servicio de esta inmensa mies de la Arquidiócesis de Cochabamba. A cada uno para la misión que nos tiene destinada. En realidad, no hay nadie en la Iglesia sin una misión específica al servicio de sus hermanos, ni debemos excusarnos diciendo que: “soy demasiado joven o que “no sé hablar”…Porque todos contamos con la ayuda del Señor para realizar la misión que nos encomienda.

Confiado en esa presencia que Dios nos promete es que vengo hoy ante ustedes y he aceptado la misión que Dios me ha encargado, a través del papa Francisco, a quien agradezco por la confianza que ha depositado en este humilde ministro del Señor. Agradezco también hoy al representante del Santo Padre en Bolivia, el Sr. Nuncio GiambattistaDiquattro y pido al encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica, P. RastislavZummer, transmita mi
agradecimiento a Su Excelencia.

Vengo confiado en que el trabajo evangelizador en esta Iglesia Local de Cochabamba no comienza conmigo. Yo soy el continuador y heredero de una serie de hombres admirables por su trabajo apostólico y su piedad, representados por Mons. Tito Solari, cuya persona y ministerio apostólico he venerado siempre y ahora más que nunca. Quiero que sepas, querido hermano Tito, que esta Iglesia siempre te estimará y cuidará las semillas de celo apostólico y santidad que has sembrado aquí. Tú serás siempre para mí, un maestro querido, cuyo ejemplo me esforzaré en seguir.

Traigo puesta la confianza en mis queridos colaboradores cercanos, entre ellos Mons. Robert Flock y los obispos eméritos, Mons. Luis Sainz y en la distancia Mons. AngelGelmi, sabiendo que contaré con su experiencia, sus consejos, cercanía y amistad. Agradezco también a los Sres. Obispos de la Conferencia Episcopal de Bolivia y confío mucho en la fraternidad sacramental que nos une a todos en la común misión al servicio de la Iglesia en Bolivia.

También sé del abnegado esfuerzo pastoral de los presbíteros diocesanos y diáconos permanentes de la Arquidiócesis de Cochabamba y lo agradezco. De verdad, confío en ustedes, fieles colaboradores del orden episcopal para cumplir el encargo del Señor de llevar a todos la Buena Noticia del Evangelio. El obispo poco puede hacer sin la colaboración de sus presbíteros. Cuento con ustedes y con su deseo sincero de servir a Cristo. Hemos de salvarnos nosotros trabajando incansablemente por la salvación de todos.

Saludo también de forma especial a todas las autoridades de Cochabamba, las que están presentes en esta celebración como las ausentes. Como bien sabemos es importante colaborar juntos en el verdadero progreso de nuestro pueblo, porque ambos, la Iglesia y el Estado, estamos al servicio de las mismas personas y está en nuestra naturaleza el servir, de forma especial, a los más necesitados.

Saludo también a mis familiares y amigos, a los presbiterios de la Arquidiócesis de La Paz y el Obispado Castrense. Agradezco mucho este gesto de acompañarme hoy en esta celebración eucarística.

Por otro lado, la Iglesia cochabambina tiene como tesoro especial a sus religiosos y religiosas. Ustedes son una riqueza enorme de dones de Dios y carismas para nuestra Iglesia y para nuestro pueblo. Ustedes constituyen un enorme potencial de servicio a los más pobres y nos ayudan a ser una Iglesia fiel al mandato del Señor que nos envía a servir y aliviar los sufrimientos de nuestro pueblo pobre y postergado. Trabajemos juntos en el desafío de la evangelización en nuestra Iglesia Local.

Y llego a Cochabamba confiando, no por nombrarlos los últimos, son menos importantes, en los laicos de esta Iglesia. Hombres y mujeres que aman al Señor y confían en su Palabra. Conozco sus dificultades y luchas para ser fieles a la llamada del Señor en las condiciones ordinarias de la vida, presentes en tantos lugares, y en contacto con tantos cuestionamientos actuales a la fe. Cuenten siempre conmigo, con los obispos y los presbíteros para tener la fuerza necesaria y asípoder testimoniar la fe en el mundo actual, tan lleno de dificultades en la misión de anunciar el Evangelio.

Vengo confiando en la Palabra de Dios que, en esta fiesta del mártir San Sebastián, patrono de nuestra Iglesia, nos invita a no tener miedo. Al menos cuatro veces la Palabra de Dios que hemos escuchado hoy nos dice: no teman. Las enumero mencionándolas de forma literal: “No temas, porque yo estoy contigo”. “No teman ni se inquieten”. “No teman a los que matan el cuerpo”. “No teman porque valen más que los pajaritos”. En esta nueva etapa de la arquidiócesis, en estos momentos difíciles para la evangelización, ante las dificultades de los hermanos de este tiempo, de los seres humanos contemporáneos para abrirse a la experiencia de Dios y acoger la Palabra liberadora, el Señor nos vuelve a decir: no tengan miedo, ni siquiera ante las persecuciones que el rechazo de la Palabra puede provocar. Cristo guía a su Iglesia y, a pesar de las incertidumbres que nos causan los nuevos desafíos, nosotros necesitamos abrirnos más que nunca a la Palabra creadora del Señor y confiar de verdad en la creatividad del Espíritu Santo. Sólo somos colaboradores de Dios. Ni más, ni tampoco menos. Él es el protagonista de la misión. Él nos envía y viene con nosotros. No estamos solos. Que importante es creer en esta Palabra y ponernos a la escucha de la voluntad de Dios.

No olvidemos nunca, queridos hermanos, que es el Señor el que nos envía y Él es fiel. Hay situaciones en las que el Señor nos pide una especial convicción y entrega a su voluntad. También San Sebastián vivió su fe bajo especiales condiciones de dificultad, bajo el poder del Imperio Romano. El ser cristiano le costó la vida.

Hoy no es más fácil que entonces. Pero nos dice el Señor Jesús, por medio de su apóstol Pedro: “Dichosos ustedes, si tienen que sufrir por la justicia”. Dichosos ustedes, felices ustedes, si tienen que sufrir por poner la voluntad de Dios como lo primero en su vida.
Por tanto, hemos de empeñarnos con todas nuestras fuerzas en escuchar la voz del Espíritu Santo que quiere ponernos al servicio de una Nueva Evangelización. En nuestra Iglesia, con toda la Iglesia en Bolivia, en latinoamericana y a nivel universal, debemos buscar juntos los caminos, los métodos, el ardor, las motivaciones espirituales, la pasión, las formas creativas para la Misión Permanente en la que todos estamos comprometidos, junto a los obispos latinoamericanos y a la que nos impulsa el Santo Padre Francisco.

No será fácil, porque estamos demasiado metidos y acostumbrados a pastorales de conservación. Pero hemos de buscar juntos caminos pastorales decididamente misioneros y renovadores, venciendo toda resistencia e inercia, dejándonos guiar por una verdadera conversión pastoral.

Es el Señor Jesús el que nos anima a ser Iglesia en salida cuando en su Palabra hoy nos dice: “Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mi ante los hombres”.

El camino está indicado, pero no es fácil pasar de los principios pastorales a las realizaciones prácticas. Eso tenemos que hacerlo entre todos, poniéndonos a la escucha de Aquel que guía a su Iglesia, confiando en El y también confiando en el amor de todos nosotros a Aquel que nos ha llamado y nos ha puesto en esta apasionante tarea. Sólo el Amor a Dios nos guiará y nos dará el impulso necesario.

Que Dios sea glorificado en nuestros corazones y en cada una de nuestras parroquias, movimientos y comunidades.

Que nuestra Iglesia de Cochabamba glorifique a Dios y que la Virgen de Urkupiña, madre de nuestra Iglesia, nos guíe e ilumine en esta misión.

Amén.

Mons. Oscar Aparicio Céspedes
Arzobispo de Cochabamba