Análisis

Expresar la verdad, expresarse en libertad

¿Quién es dueño de la verdad? ¿Quién puede decir que conoce y expresa la verdad de los hechos en sí mismos? Quien crea que es poseedor absoluto de aquello que denominamos “la” verdad no es más que un embustero, mentiroso y soberbio.

Lo que podríamos afirmar con cierta seguridad es que existen personas, instituciones, grupos humanos que se aproximan más a la realidad de los hechos que otros, en medio de determinadas limitaciones. Y esto porque a la hora de acercarnos a cada hecho de la realidad lo hacemos desde un ángulo específico, en nosotros interviene nuestra identidad cultural, nuestra formación, una cantidad diversa de intereses y situaciones por las que atravesamos, por lo cual es bastante lógico constatar que sólo podríamos expresar algo de eso que concebimos como la verdad.

Aplicado esto a la información que transmiten los Medios de Comunicación Social, a través del prisma de cada periodista, evidenciaremos que aun contando con los mejores esfuerzos la versión de “verdad” que se comunica puede no ser del todo exacta o distorsionar en algún sentido la realidad.

Lo anterior no quita para nada la valía de la información que se comparte, pues una limitación no es lo mismo que la negación del hecho. Esto nos abre a otros conceptos como imparcialidad, independencia y responsabilidad frente a los hechos que son noticia. La búsqueda de la verdad de los hechos implica un ejercicio frecuente por actuar desde esos tres criterios, cuando no se los toma en cuenta sí creo que se falsea la verdad del hecho.

Pues bien, pareciera que en nuestro país, como en otros tantos del mundo hay personas a las que les molesta, irrita, incomoda y sienta mal que se realice un trabajo periodístico en busca de la verdad, con las premisas de la imparcialidad, independencia y responsabilidad, ya que en esa búsqueda salen a la luz una serie de hechos y situaciones que afectan directamente a sus acciones. La forma más explícita de rechazar a quienes intentan acercarse a la verdad de los hechos suele ser descalificar, insultar, agredir o violentarse. Pero hay otras formas más sutiles: amedrentar, comprar el silencio o desacreditar la imagen del medio y del periodista. ¿Por qué? No sólo porque se descubren verdades incómodas sino porque fundados en la mentira y el engaño quieren hacer pasar como verdad lo que no es y creen que su versión de verdad es incuestionable. ¡Cuánta ceguera y soberbia se esconde en estas actitudes!

La aproximación a la verdad siempre estará en contra de los déspotas, de quienes se sirven de su posición social, económica o política para beneficio personal, de los autoritarios, corruptos, abusivos y paladines de injusticia. Que alguien les muestre esa miseria naturalmente que les incomoda –salvo que hayan perdido el sentido de dignidad humana- Por eso una de las formas de reacción es limitar la libertad de expresión –que no se la debe usar para decir cualquier cosa, naturalmente. Grave error en el que se incurre, la verdad no se la puede acallar por decreto, discursos maledicentes o acciones punitivas.

Quien pretende ser fiel a su conciencia y a la aproximación hacia la verdad no puede dejar que el juego de los poderosos sofoque su labor. Se precisa poder expresarse en libertad para poder llegar a una mejor visión de la verdad ¿Por qué cuando ésta se pronuncia se la quiere acallar? Un país sin libertad de expresión, de opinión plural, de diálogo democrático, de acceso a la información está condenado a la sumisión, a no tener un análisis crítico, un criterio propio.

Los medios de comunicación social deben ser responsables a la hora de informar la verdad de los hechos, con sana autocrítica, pues hay un bien mayor a la información que es la vida y dignidad de las personas, pero traicionan lo que son cuando se callan, cuando se dejan comprar, cuando se autocensuran para evitar el conflicto.

Jesús proclamó que al conocer la verdad ésta nos hará libres (Jn 8, 32), le costó la vida pero supo enseñarnos a no pactar con el poder que intenta ahogarla (sea el que sea). Ese es el camino de una vida verdadera.