19 de septiembre 2022
Escribo esta crónica vaticana como todos los lunes mientras millones de personas se unen en un solo abrazo de adiós a los restos mortales de la Reina Isabel. En la ceremonia fúnebre de la Casa Real Windsor, la Santa Sede estuvo representada por el arzobispo inglés Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados.
Pero, sin duda el tema más importante de la pasada semana, fue el viaje del Papa a Kazajistán con el fin de participar en un encuentro de líderes religiosos. Su presencia en este país, que en 1991 se independizó de la Unión Soviética, también puede ser leída desde la geopolítica. Geográficamente Kazajistán está cerca de China y Mongolia, adyacente a Irán y Afganistán, además de compartir 700 kilómetros con Rusia; y es el primer productor mundial de Uranio.
Por si fuera poco, Xi Jinpin – secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China y el segundo presidente más poderoso del mundo- se encontraba de visita en la misma ciudad durante los días del encuentro interreligioso.
Después de tres días de viaje por el país asiático, el papa -como de costumbre-, ofreció una rueda de prensa en el avión de regreso a Roma. Esta dinámica de preguntas y respuestas nos han acostumbrados a titulares sorprendentes que dan la vuelta al mundo, a veces con el riesgo que los importantes mensajes durante el viaje, sean “enterrados” por titulares sesgados.
Además de otros temas no menos importantes, me ha llamado la atención la cantidad de información sobre una supuesta aceptación de las armas en Ucrania, pero es importante acercarse a la fuente original.
Por motivos de espacio presentamos la respuesta a la pregunta: “En su opinión, ¿en este momento, Ucrania debería recibir armas?”, realizada por un periodista alemán.
Respuesta del Papa: “Esta es una decisión política, que puede ser moral, moralmente aceptada, si se hace de acuerdo con las condiciones de la moral, que son muchas y, entonces, podemos hablar de ello. Pero puede ser inmoral si se hace con la intención de provocar más guerras o vender armas o desechar las que ya no necesito.
La motivación es lo que cualifica en gran medida la moralidad de este acto.
Defenderse no sólo es lícito, sino también una expresión de amor a la patria. El que no se defiende, el que no defiende algo, no lo ama, mientras que el que defiende, ama. Esto toca otra cosa que dije en una de mis intervenciones, o sea, que se debería reflexionar más sobre el concepto de guerra justa. Porque todo el mundo habla hoy de la paz: desde hace muchos años, desde hace setenta años, las Naciones Unidas hablan de la paz, hacen muchos discursos sobre la paz.
Pero, ¿cuántas guerras hay ahora mismo? La que has mencionado, Ucrania-Rusia, ahora Azerbaiyán y Armenia que se ha detenido un poco porque Rusia ha salido como garante, garante de la paz aquí y hace la guerra allá… Luego está Siria, diez años de guerra, ¿qué está pasando allí que no para? ¿Qué intereses mueven estas cosas? Después está el Cuerno de África, el norte de Mozambique o Eritrea y una parte de Etiopía, luego Myanmar con ese pueblo sufriente que tanto quiero, el pueblo rohingya que da vueltas y vueltas como un gitano y no encuentra la paz. Pero estamos en una guerra mundial, por favor….”
La respuesta del Papa todavía se extiende más contando anécdotas personales sobre el valor de la paz y la denuncia del comercio de armas.
Autor: Ariel Beramendi