Análisis

Diác. Javier Gómez Graterol, SSP: Cristianos defectuosos

Hay dos tendencias principales cuando se habla de los personajes célebres, en especial los santos: la primera, presentarlos como seres cuasi perfectos, ocultando sus defectos, o la contraria, la de “desmitificarlos” quedándose solo con los errores cometidos y encargándose en todo momento de hablar mal de ellos para que se vea que no eran dignos del mérito que se les da.

Los santos tuvieron defectos, no hablo de rasgos físicos, impedimentos y/o discapacidades (aunque también los ha habido así), sino de que cometieron errores y pecados, ¿por qué? Porque eran humanos. Grandes santos que tenemos actualmente vivieron como pecadores muchos años de sus vidas y pocos como hijos de Dios. Saber que los santos fueron imperfectos debería ayudarnos a profundizar en la fe y no decepcionarnos. Es en esas caídas y defectos que tuvieron donde se ve que Dios opera y llama. Voy a nombrar algunos casos sin un orden específico:

– El venerable Mateo Talbot era alcohólico y fumador, su principal lucha para alcanzar la santidad fue precisamente esta, luchar contra tales vicios.

– Pablo de Tarso, fue perseguidor de cristianos, testarudo hasta su muerte, se narra en Hechos que fue capaz de discutir con Pedro, sin cuestionar su autoridad, pero echándole en cara su error, y con Bernabé, de quien terminó separándose en sus viajes misioneros.

– El rey David hizo matar a Urías el hitita, para quedarse con su esposa, hizo un censo no autorizado por Dios que le costó una plaga que mató a varios de sus ciudadanos.

– San Cipriano de Antioquía, del siglo III, practicaba el ocultismo y fue un conocido brujo. Dicen que podía ver a Satanás y que hablaba con él. Luego de su conversión, terminó mártir.

– La Madre Teresa, según dicen, tenía un temperamento fuerte, y pasó por lo que ella relató como una “noche oscura del alma” en la que se sentía tan abandonada de Dios que no podía rezar y a pesar de su sonrisa perenne decía sufrir los “tormentos del infierno”.

– San Agustín: según él mismo cuenta, a sus 16, “el frenesí había hecho mella en mí y me rendí por completo a la lujuria”, al punto de que continuó luchando contra su apetito sexual descontrolado hasta casi los 40. Siendo universitario, se fue a vivir con una mujer y, aunque su relación continuó durante casi una década, tuvo un hijo y aún así, ¡nunca se casó con ella!

Entonces ¿Cómo llegaron a ser santos? Porque una vez que Dios llegó a sus vidas y perdonó sus pecados, se dedicaron a vivir según su voluntad y abandonándose a Él, pasando por ello por un proceso de purificación que les hizo redimirse. Dieron un testimonio tan grande de fe, que ahora son recordados por lo que Dios obró mediante ellos. Todos podemos ser santos, es un llamado para todos. Una jovencita preguntó a san Juan María Vianney: “¿cuál es mi vocación”? Y él respondió: Tu vocación es ir al cielo.

Autor: Diácono Javier Gómez Graterol, SSP

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