Cochabamba

Cosme Peñaranda, el último militante del cineclub

Los Lunes de Película caben en un maletín. Un bolso negro de tela y con amplios compartimentos, que guarda películas en DVD, publicaciones sobre cine y hojas con apuntes. Su dueño es Cosme Peñaranda Mejía, un orureño a punto de cumplir 70 años, afincado desde los 80 en Cochabamba y entregado desde 1993 a animar semanalmente el cineclub que cabe en su maletín.

Un lunes de mediados de este agosto, don Cosme y su maletín se aprestan a iniciar una nueva función del Lunes de Película. La sala de exhibición, con sus paredes adornadas de cruces y otros símbolos católicos y su techo desconchado, aún aguarda la llegada del público, pese a que ya son las 19:00, la hora fijada para la exhibición.

La demora no preocupa a Peñaranda, que lleva 22 años organizando los Lunes de Película, más de tres décadas militando en el cineclubismo y toda una vida seducido por las imágenes en movimiento. Porque si algo ha aprendido en todos sus años de espectador y animador de cine, es que la puntualidad no es la mejor amiga de las funciones públicas.

La consabida “hora boliviana” le da tiempo para alistar el DVD de la cinta programada, repasar sus apuntes introductorios, ayudar en la venta de boletos, entregar reseñas y programas a los espectadores y probar su linterna metálica Tiger Head, que, a la usanza de las antiguas salas de cine, emplea para acomodar a los asistentes más tardones.

Con la sobriedad casual que le caracteriza, don Cosme viste un pantalón jean y una chamarra de las que abrigan y de las que no suele despojarse ni siquiera cuando el bochorno de la sala lo exige. Circunspecto y aún titubeante mientras sigue ingresando gente, presenta la película de hoy: “Nido de ratas” (“On the Waterfront”, Elia Kazan, 1954), un clásico en blanco y negro protagonizado por un aún joven y esbelto Marlon Brando, metido en la piel de un estibador que se rebela contra el orden corrupto que gobierna el sindicato del puerto donde trabaja.

Las luces se apagan y, entretanto comienza el filme, algunos espectadores aprovechan para saludarse y conversar. Uno, que es médico, le cuenta a un colega que será posesionado como nuevo director del hospital Viedma. Otro, que es músico, le consulta al futuro director del Viedma si Brando aún sigue vivo. Uno más, cinéfilo y dedicado a escribir, precisa que el actor estadounidense ya murió hace 11 años y, aunque nadie se lo pregunta, recuerda que “Nido de ratas” le reportó su primer Oscar.

La música de Leonard Bernstein encamina la secuencia de títulos del filme hacia las primeras imágenes de los muelles neoyorquinos y solo entonces se impone el silencio entre los espectadores.

Al cabo de 108 minutos, las luces vuelven y el público recupera la voz y, en muchos casos, la locomoción. Porque de los más de 30 sentados en la sala (instalada en una segunda planta de la calle Baptista, a media cuadra de la plaza 14 de Septiembre), unos 20 se marchan en tropel. Los que permanecen esperan a que don Cosme vuelva al frente y abra paso a la discusión sobre el filme, un ritual ineludible del cineclub.

A la contextualización de Peñaranda pronto siguen las primeras palabras de los asistentes. El primero vindica la actualidad y universalidad del filme, que habla de las corruptelas que infestan los sindicatos. El segundo pondera el papel en la trama de la Iglesia católica, que encamina la restitución de la justicia en el puerto. Y una tercera -a la sazón, cantante y exministra- vuelve a hurgar en los tejemanejes sindicales que devela la cinta. Sobre ese terreno seguirán dando vueltas, no sin buscar analogías reales y locales, las siguientes intervenciones hasta que, agotadas las voces, don Cosme dará por cerrada la sesión e invitará a los presentes para el siguiente lunes.

La función ha concluido para el público, pero no para el animador del cineclub, que ahora se apura en desarmar y guardar los equipos de proyección, con la ayuda de un voluntario. Solo una vez introducidos los aparatos en un armario presidido por un crucifijo, ya cerca de las 22:00, dan por finalizado el trabajo y se retribuyen por el deber cumplido con una dosis de Mineragua.

LA ESTELA DE ESPINAL Moreno, menudo y de cabello ralo, Peñaranda recién se muestra relajado cuando la sala de exhibición ha sido desocupada. Mientras se ajusta sus pequeños lentes de aumento, recuerda que su militancia en el cineclubismo se remonta a principios de los años 80, cuando aún vivía en Oruro. Ahí, en 1981, fue uno de los impulsores del Cineclub II, que adoptó ese nombre porque había uno anterior, llamado Luis Espinal, también conocido como “el I”.

La figura de Espinal -el sacerdote jesuita de origen español que, entre otras cosas, promovió la cultura cinematográfica en el país- es vital para entender esa vida dedicada al cine que encarna don Cosme. Cuenta que, un tiempo antes de morir a manos de los militares en 1980, Espinal había viajado a Oruro para compartir con el público cinéfilo de esa ciudad. Aunque Peñaranda estaba al tanto de esa visita, un contratiempo le impidió conocer al sacerdote, que entonces era ya una figura fundamental del quehacer cinematográfico boliviano.

Lejos de desanimarlo, ese frustrado encuentro lo comprometió más aún con la promoción del cine en tanto instrumento cultural para formar en el público una conciencia crítica de la realidad.

Si de niño se había enamorado del cine en la sala Imperio (en la zona de La Ranchería), a la que un amigo boletero le permitía ingresar gratuitamente; de joven comprendió que la exhibición de películas, comúnmente ajenas a la cartelera comercial, podía contribuir no solo a la formación de públicos, sino a la generación de personas libres y combativas. Había descubierto la dimensión política del cine.

Guiado por esa convicción, organizó incipientes espacios de cinefórum con compañeros de trabajo, impulsó el Cineclub II de Oruro y, ya en Cochabamba, alentó, junto a varios otros, la creación del cineclub Lunes de Película (dependiente de la OCIC), acaso el más antiguo y el último ajustado al modelo tradicional del cineclubismo.

Eso lo sabe bien Peñaranda. Sabe que el cineclub es una criatura en vías de extinción y que su oficio también. Que en estos tiempos en los que el consumo de cine oscila entre la voracidad de las multisalas y el visionado individualizado (en computadoras, celulares u otros aparatos portátiles), los espacios alternativos de exhibición colectiva deben luchar por sobrevivir.

Hecha esa constatación, voltea la mirada hacia la mesa donde descansa su maletín. Comienza a guardar su DVD y sus papeles. Ya se le ha hecho tarde para retornar a su casa, y antes debe pegar unos carteles para la siguiente sesión del cineclub.

PARA CURAR LA SOLEDAD Unos días más tarde, don Cosme está en su departamento, en Villa Coronilla, y luce más sereno que de costumbre, aunque sin perder en ningún momento la modestia y la reserva, a momentos arrolladoras, que conducen su trato.

En el velador de su dormitorio está el “Choclo de Oro” (un estatuilla de reconocimiento) que recibió en marzo pasado, en ocasión del Día del Cine Boliviano, en mérito a su contribución a la promoción cinematográfica en Cochabamba. “Ese día fui muy feliz”, confiesa, mientras levanta un ejemplar de la más reciente edición de “Oraciones a quemarropa”, de Espinal.

El religioso boliviano-español reaparece en forma de un cuadro (de Gastón Ugalde) tutelando su comedor, de la misma forma en que lo hace Chaplin en su recámara.

Arrellanado en su sofá, Peñaranda siente en libertad para soltar un dato curioso: en sus 22 años de vida, los Lunes de Película convocaron a siquiera dos parejas que, tras conocerse en la sala oscura, se casaron. El dato desata una nueva constatación: que el del cineclub es un refugio para compartir soledades, pero también para conjurarlas y curarlas. Y ya se sabe que el cine y la soledad aún tienen vida por delante. Acaso sea éste un apunte digno de ser anotado y guardado en el maletín que contiene los Lunes de Película.

Datos.

Lunes de Película

El Cineclub Lunes de Película nació el 12 de abril de 1993, según consigna su página en Facebook. Fue creado como una iniciativa de la filial local de la Organización Católica Internacional del Cine y el Audiovisual (OCIC) y de la Pastoral Juvenil Arquidiocesana de Cochabamba.

Funciones

Sus funciones son todos los lunes, a las 19:00, en su sede de la calle Baptista S-0110, esquina Heroínas (segunda planta). El ingreso tiene un costo de 5 bolivianos. Los interesados pueden contactarse con el cineclub llamando a los teléfonos 72298734 y 76949362, escribiendo a la dirección electrónica lunesdepelicula1@gmail.com o visitando su página en Facebook “Cineclub Lunes de Película”.

Promotores

Junto a Cosme Peñaranda, en la creación del Cineclub Lunes de Película participaron unas 20 personas, entre quienes figuraban José Heresi, Theo Bus, Antonio Barberán, María Zabalaga y Ramiro Saravia.

Cineclubismo en Bolivia nació en los años setenta

El primer cineclub del que se tiene noticia en Bolivia fue el Luminaria, fundado en los años 70 por Renzo Cotta, afirma el sociólogo e investigador Orlando Mercado Camacho, en su libro “La sociología del cine según Luis Espinal” (1997).

Aunque aclara que la historia del cineclub en Bolivia aún no ha sido escrita, Mercado ensaya un recuento histórico de estos espacios de formación de públicos, a partir de una entrevista con el sacerdote Alejandro Wust, promotor del cineclubismo en el país.

El Cineclub Luminaria, dependiente de la sala 16 de Julio de La Paz, era administrado por la orden salesiana.

Al Cineclub Luminaria se sumaron luego el Universitario de la UMSA también en La Paz, el Luis Espinal (I) y el II en Oruro, el Santa Cruz, el Sucre y la desaparecida Sociedad de Educación Cinematográfica (Sodecine) en Cochabamba. Aunque esta última iniciativa, aclara Mercado, no era un cineclub en sentido estricto, pues no contaba con un cinefórum.

A mediados de los noventa, el Lunes de Película, instalado en Cochabamba, se convirtió en el principal cineclub del país y, en un momento dado, el único de su tipo, refiere el también promotor de ese espacio.