Cochabamba

Arzobispo de Cochabamba llama a no tener miedo y dejarse alimentar por Jesús, Pan de Vida Eterna

En la Eucaristía Dominical de este 8 de agosto, el Arzobispo de Cochabamba expresó la necesidad de recibir a Jesús que se nos da como alimento en la Eucaristía, para continuar con fortaleza y esperanza en el caminar diario de la vida, sabiendo que también es un anticipo de la Vida Eterna.

Con base en las Sagradas Escrituras, Monseñor Oscar señaló que aún frente a las situaciones buenas que el mundo pueda mostrar, como también los desiertos y sufrimientos, lo único que nos brindará saciedad y vida en abundancia. Con ello invitó a no quedarse en lo externo sino a encontrar aquello que dará verdadero sentido al existir en la vida terrena. Destacó que al alimentarse con la Eucaristía nos unimos en comunión a Dios y a nuestros hermanos.

 

Texto completo de la homilía

Vean cómo la Palabra de Dios hoy sigue profundizando aquello que hace semanas se nos ha anunciado, hoy se habla ya de manera mucho más concreta. Es decir, en las mismas palabras de Jesús encontramos aquella afirmación que dice: Yo soy el pan vivo bajado del cielo.

No sólo es aquel que ha producido entonces la multiplicación de los panes, no sólo es aquel que es providente y nos da la vida, o aquel al que nos invita a creer y a seguirlo. Es el pan vivo bajado del cielo que se plasma propiamente, hoy podemos decir en esta donación total y plena en la Eucaristía, el Santísimo Sacramento del Altar, que es la presencia real y verdadera de Jesucristo en medio de nosotros.

Las otras lecturas acompañan justamente a que aquello que hoy se está afirmando. Hemos escuchado el primer libro de los Reyes. Esta historia o esta pequeña historia del profeta Elías y este acontecimiento muy concreto. Él tiene miedo porque es propiamente amedrentado o al punto también amenazado, de que la vida de él se la tomará. Por qué, en nombre de Dios, ha predicado, en el nombre de Dios ha tenido acciones concretas que ha ido contra los sacerdotes de Baal para mostrar que el único Dios que existe es el Dios que se revela, el Dios de la vida y de la historia. El que debería creer el pueblo de Israel. Inicia un camino hacia el Horeb. El Horeb es el lugar donde se manifiesta total y plenamente Dios, ese lugar donde el pueblo ha profesado la fe, es el lugar donde ha reconocido por la experiencia que ha tenido este mismo pueblo, ha reconocido a Dios como un Dios que es Padre, es buen pastor, que cuida de ellos, que los acompaña, es el Dios de la vida y de la historia.

En este camino, Elías queda prácticamente abatido. No sólo temeroso, sino hasta decepcionado, diríamos que sí la palabra abatido es la más justa: Déjame morir, basta ya, estoy cansado, estoy abatido, ya no puedo más. Es la situación, probablemente, de muchísimos de nosotros, casi que dejándose morir. Y es ahí donde Dios, a través de los ángeles, Ángel significa enviado. Es Dios que provee alimento y provee las fuerzas otra vez. A Elías le invita a levantarse, comer y caminar. Y vean que al final dice: Caminó cuarenta días y cuarenta noches, cuarenta y signo de desierto. Es el lugar donde no vive nada más que las alimañas, los demonios y los escorpiones. Es el lugar de la prueba total y sin embargo es capaz de pasarla porque ha recibido el pan que los sustenta, ha recibido de la mano de Dios aquel pan que lo sustenta o la bebida de salvación.

Por eso en el salmo decía: Vayamos a gustar la bondad del Señor. El pueblo de Israel como Elías. Y espero que todos nosotros tengamos la experiencia suficiente de irse conociendo a Dios, que es un Padre y que es un padre bueno. Es un Señor de bondad, es un Señor providente, es alguien que nos da la fuerza para también caminar incluso en las adversidades y en las pruebas.

Somos hijos e hijas suyos. Todo cristiano, todo creyente, debe pasar necesariamente por esta experiencia. Es lo que está diciendo Pablo a la comunidad de Éfeso. Ustedes vivan como el Señor, vivan como su Padre, vivan como Dios. Ámense, perdónense, sean fraternos entre ustedes. Tomen el modelo de este Dios que es un Padre bueno y nos considera como hermanos, como hijos e hijas suyos.

Y el Evangelio, vean hermanos, que es propiamente la experiencia de Jesús. Nadie conoce al Padre, sino el Hijo y nadie conoce al Hijo, si es que no lo atrae el Padre. Nuestra profesión entonces, de fe en Jesús, nuestra creencia en Jesús, nuestra comunión con el pan bajado del cielo, proviene también de una revelación divina, diríamos así. Proviene de un Dios que se ha mostrado a nosotros, de un Dios que está presente en nuestra vida. El Dios de la vida y de la historia, necesitamos reconocerlo también nosotros, en nuestra propia vida, en nuestra propia historia. Y esto, hermanos, es fundamental.

Qué distinto es vivir las adversidades agarrados de la mano de Dios o qué distinto es vivir las adversidades confiando en el Señor o renovando constantemente la fe, a no tener la fe. Qué diferente es vivir la vida con el Espíritu de Dios o sin Él. Qué diferente es enfrentar la muerte con fe o sin fe.

“Yo soy el pan vivo bajado del cielo”. Que nuestra actitud no sea como la de los judíos, que se escandaliza. ¿Por qué se escandalizan? Porque esperaba un mesianismo o que el Cristo, el Salvador se iba a presentar de manera esplendorosa y no en Jesús, que sí lo conocen, que sabe quién es. Porque dicen: ¿Acaso no es Jesús el hijo de José? Increíble, ¿no? Vea la ironía incluso del evangelista que hace o pone en las palabras de los judíos, dice: ¿Acaso no es Jesús? Jesús que significa: Dios nos salva. ¿Acaso no es aquel que Dios nos salva? ¿Acaso no ese hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre.

Lo conocen, saben quién es, aunque no son capaces de profesar la fe en Él. Por qué Y ahí está la respuesta. Cómo puede decir ahora, dicen los judíos, yo he bajado del cielo. Se escandalizan que se atribuye ser hijo de Dios.

La respuesta de Jesús es contundente: No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envío, y yo lo resucitaré en el último día. O más adelante dice: Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios. Sólo Él ha visto al Padre. Y si ustedes no son capaces de mirar a aquel que ha mirado al padre. Por tanto, no son capaces ni siquiera reconocer a Dios como el Dios de la vida y de la historia.

“Yo soy el pan de Vida”. Cuando en la Biblia se habla de Yo soy, normalmente se atribuye a Dios. Recordemos cuando Moisés le dice: Quién voy decir que eres tú ¿Quién eres? ¿Cuál es tu nombre? Dios que les responde: Dirás que Yo Soy te ha enviado para liberar al pueblo. Yo soy Jesús dice: Yo soy el pan de vida, soy el Dios providente, soy el Dios que se hace Eucaristía, porque al final también nos dirá; el que coma de este pan, de este pan vivirá eternamente. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

La multiplicación de los panes ha sido superada en Jesús. La tortilla que come Elias, es superada. El maná ya ha sido el alimento en el desierto de los israelitas, ha quedado totalmente superado en Jesús, porque Él se da a nosotros. Él es el pan.

Queridos hermanos y hermanas. Que de verdad entonces, en la Eucaristía, que nosotros tengamos esta posibilidad de saber que, si entramos en comunión con Él, si comemos de Él, si nos alimentamos de Él. Si llegamos a través de has de conocer a un Dios providente, el Dios de la vida y de la historia. Es porque Él está presente entre nosotros. Celebremos, pues, entonces la Eucaristía, que es nuestra acción de gracias, pero también es la comunión con su cuerpo y con su sangre. De aquí sacamos la fortaleza.

Por eso celebramos la Eucaristía en el día del Señor como comunidad para participar, escuchar de su Palabra, conocer más y mejor a Jesús y alimentarnos de Él mismo. De aquí sacaremos la fuerza y la luz para también caminar por el desierto, los desiertos de nuestra vida, para enfrentar las adversidades, también en este mundo. Y para, por decir así, también pasar a la casa del Padre cuando nos toca, en esta paz y en esta profunda confianza en un Dios que nos salva.

Amén.

 

Fuente: Iglesia Cochabamba