“Vengan a mí todos los que están agobiados por las cargas y yo los aliviaré” (Cfr. Mt 11,28)
La grandeza del ser humano se mide por el servicio en la caridad a los más necesitados, y este gesto se debe inculcar desde el seno mismo de la familia. Desafortunadamente, nos damos cuenta de la gran cantidad de hermanos que son víctimas del dolor y el sufrimiento, como resultado de la indiferencia y egoísmo que permea en la sociedad y que afecta de manera alarmante a las familias.
Es lamentable que las situaciones de violencia familiar, de las que hemos sido testigos desde hace ya algún tiempo, no disminuyan, sino que vayan a la alza. Esta es una situación en la que debemos poner especial atención y buscar, unidos como sociedad, una solución que alivie estos ambientes, que ya se cuentan por miles, y que tanto dañan el desarrollo de la persona.
La falta de empleo, el estrés cotidiano, la superficialidad con la que manejamos nuestro tiempo, la falta de motivaciones, además de la carencia de espacios que promuevan la sana convivencia, entre otros, son solo algunos de los elementos que podemos mencionar, y debemos tomar en cuenta, para encontrar una respuesta que motive a las personas y les conduzca a utilizar los sanos canales de liberación de todo aquello que les angustia.
Hago un llamado a todos los miembros de la sociedad, especialmente a los padres de familia, para que no permitamos que esta situación siga en ascenso y pongamos un alto a este terrible mal. Es bueno que haya crecido la cultura de la denuncia, y que lo que anteriormente no se conocía hoy sea denunciado, pero junto a esto, es necesario que fortalezcamos la cultura de la convivencia fraterna, en donde podamos erradicar todo lo que hace tanto daño a la persona.
Reitero la invitación que realicé la semana pasada, respecto a la convivencia en familia, y que este tiempo de vacaciones sea una oportunidad para que se fortalezcan los lazos entre los padres e hijos. Somos muchos los que buscamos el crecimiento armónico de nuestra sociedad, no permitamos que estas acciones sigan destruyendo familias y afecten de manera directa a los más pequeños, que son quienes han salido más perjudicados.
Obliguémonos a encontrar momentos para el diálogo y la solución de conflictos. No dejemos que las cargas de la vida cotidiana nos venzan, recordemos lo que hoy nuestro Señor nos dice en el Evangelio: “Vengan a mí todos los que están agobiados por las cargas y yo los aliviaré” (Cfr. Mt 11,28). Confiemos en Él y dejemos conducir por su gracia.