Análisis

UNA NUEVA REFORMA EDUCATIVA

Si hay algo en lo que todos los bolivianos estamos de acuerdo por encima de cualquier discrepancia es en la urgente necesidad de mejorar el sistema educativo

Hoy se inicia el año escolar correspondiente a la gestión 2012 y también la aplicación de una reforma educativa a cuya preparación se ha dedicado el Ministerio de Educación durante los últimos seis años.

La reforma que hoy se estrena tiene su máxima expresión y fundamento en la Ley 1565 que lleva el nombre de Avelino Siñani y Elizardo Pérez, dos de los muchos bolivianos que a lo largo de nuestra historia dedicaron sus mejores esfuerzos a la búsqueda de una fórmula educativa que satisfaga las necesidades y expectativas de nuestro país.

Según la versión gubernamental, esta ley sería la síntesis de muchos años de reflexiones, análisis y debates que habrían servido para recoger todas las experiencias acumuladas, enmendar errores, precisar objetivos y dotar a los maestros, padres de familia y estudiantes de los instrumentos necesarios para que, a partir de hoy, la educación boliviana sea lo que todos esperamos de ella.

De acuerdo con el fundamento teórico, el objetivo de la transformación es perfilar estudiantes con formación integral, pensamiento crítico y propositivo, acción transformadora y valores sociocomunitarios.

Sin embargo, no todos están de acuerdo con el optimismo y entusiasmo gubernamental. Lejos de ello, la inauguración de la supuesta nueva era de la educación boliviana se realiza en medio de múltiples dudas y cuestionamientos, y los maestros, quienes teóricamente son los que tendrán en sus manos la ejecución de la reforma educativa, son, como es tradicional, los más escépticos.

Para quienes están menos convencidos de la seriedad, viabilidad y conveniencia de las reformas propuestas, la versión gubernamental adolece de imprecisiones preocupantes. Según ellos, el proceso previo fue un conjunto de parodias mal montadas con el único propósito de dar un aspecto de legitimidad y participación masiva en lo que, según dicen, no es más que una arbitraria imposición de burócratas muy poco conocedores de la realidad educativa práctica.

Falta de consenso y de participación activa de los protagonistas del proceso educativo, improvisación, excesiva retórica insustancial y confusión ideológica, doctrinaria y teórica, falta de información y de los más elementales medios materiales, entre muchas otras de contenido más técnico especializado, son las principales críticas que se hacen a la reforma que hoy se estrena y, a juzgar por los argumentos con que son respaldadas las críticas, no son de ningún modo exageradas.

Que así sea, que sean tantas las discrepancias y dudas con que se inicia la aplicación de esta nueva reforma educativa que se ensaya en Bolivia es en sí mismo alarmante. Es que, como es fácil recordar, pocos países del mundo deben haber hecho tantos y tan infructuosos experimentos con resultados que están a la vista y no resulta nada alentador el temor que existe sobre la posibilidad de que esta no sea más que una nueva frustración.

De cualquier modo, y puesto que si hay algo en lo que todos los bolivianos estamos de acuerdo por encima de cualquier discrepancia es en la urgente necesidad de mejorar el sistema educativo con el que son formadas las futuras generaciones, es de esperar que algo bueno salga de los experimentos que hoy comienzan.