A pesar del intenso frío en la ciudad, miles de fieles se congregaron el pasado sábado en la catedral de los santos Pedro y Cecilia para celebrar la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesús o Corpus Christi.
La misa fue presidida por monseñor Antonio Marino, obispo de Mar del Plata, y concelebrada por el vicario general, monseñor Armando Ledesma y decenas de sacerdotes.
Luego de la Eucaristía, se realizó la procesión por las calles del centro llevando en andas al Santísimo Sacramento, para finalizar nuevamente en las escalinatas de la catedral donde el obispo impartió la bendición con la sagrada forma.
El templo estaba colmado de fieles de las comunidades y movimientos de Mar del Plata, que llevaban sus pancartas identificándose. También participaron decenas de niños y jóvenes como monaguillos, que precedieron al obispo en la procesión. Los abanderados de los colegios católicos también estuvieron presentes en el Corpus Christi.
En la homilía, monseñor Marino destacó el sentido de esta fiesta en la que se venera el cuerpo y la sangre de Jesús, al recordar que “la Eucaristía es un misterio de nuestra fe, una de las verdades que confesamos y de las cuales vivimos. Son múltiples los vínculos que podemos descubrir entre la Eucaristía y la Iglesia. Por este admirable sacramento se significa y realiza la unidad de la Iglesia. Esta solemnidad tiene un hondo sentido eclesial. De allí la importancia de esta multitudinaria concentración de fieles, junto al obispo y el clero, los consagrados y consagradas y los laicos”.
“En continuidad con cuanto venimos diciendo, deseo destacar la importancia que hoy adquiere la defensa de la dignidad de todo hombre. El Papa Benedicto XVI, en la exhortación apostólica Sacramentum caritatis, nos decía: el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos, y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables”, explicó.
El prelado marplatense instó a que “en el legítimo clamor por los derechos humanos, por tanto, no nos olvidemos nunca de levantar nuestra voz en defensa del primero y más fundamental de ellos: el derecho a la vida desde su concepción hasta su término natural, hoy amenazado por proyectos de leyes que en nuestra patria fomentan una cultura de la muerte”.
“Quiero que en nuestra diócesis se implemente una acción decidida de atención y socorro eficaz a toda mujer que por cualquier circunstancia sobrelleve un embarazo no deseado. La Iglesia no sólo denuncia lo que está mal, sino que se compromete en la promoción del bien, en la medida de sus fuerzas”, pidió.
También aludió a la publicación de unos cuadernos y a la reciente aparición de una revista por parte del Ministerio de Educación de la Nación en el marco del Programa Nacional de Educación Sexual Integral, y advirtió que “en muchos puntos constituye, a nuestro entender, una clara violación del derecho de los padres a elegir el tipo de educación que desean para sus hijos. No nos oponemos a la educación sexual, pero entendemos que la misma no puede ser presentada en términos puramente biológicos y psicológicos, al margen de toda valoración moral o de la búsqueda de un sentido intrínseco a la naturaleza espiritual del hombre. También discrepamos en la distorsión del concepto de familia. En todo esto, el derecho de los padres es anterior a todo poder del Estado”.
Por último, monseñor Marino invitó a llevar en procesión por las calles de la ciudad el Santísimo Sacramento, como “testimonio de lo que creemos y del compromiso que adquirimos. Después de haber contemplado su augusta grandeza aprendamos a tener coherencia eucarística en nuestra vida cotidiana”.+