Análisis

Un cristianismo más allá de la fiesta religiosa (editorial de ANF)

Para los creyentes cristianos católicos ha concluido el tiempo de la cuaresma como un tiempo de preparación y búsqueda de conversión, como cada año se realiza siguiendo el calendario litúrgico. En el tiempo que le sigue el universo cristiano celebrará los días de Semana Santa y la Fiesta Pascual de la Resurreción de Jesús, que también se prolongará por otros cuarenta días hasta la Fiesta de la Ascención y luego Pentecostés.

Cobra mucho sentido, en el contexto de celebraciones religiosas y de acontecimientos en nuestro país, prestar atención al hecho de que de nada sirve repetir año a año el ciclo cuaresmal si no se va realizando la práctica de la justicia como ayuno verdadero que agrada a Dios.

El texto de Isaías (capítulo 58, versículos 6 y 7), escrito en un contexto de opresión y despojo hace casi tres mil años, sigue siendo un mensaje elocuente para el creyente que desea realizar efectivamente una conversión personal y social, que no se reduzca sólo a expresiones piadosas que no aterrizan en la realidad: “¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?“.

El mensaje es claro y exigente, no edulcorado o meramente simbólico. La fe cristiana no puede reducirse a unas prácticas religiosas en determinadas fechas; no tiene sentido ni responde al querer de Dios un cristianismo refugiado en la sacristía y el Templo, cuando hay Templos humanos que son víctimas de la injusticia, el abuso de poder, la intolerancia y la discriminación, la violencia o la pobreza extrema.

Vivir la Cuaresma que prepara a la Pascua tendría que convertirse en actos de justicia efectiva y eficiente, más aún cuando muchos de los “agentes” de la justicia confiesan ser cristianos. En el país hay aproximadamente 18 mil personas en la cárcel, cuando todas las cárceles del país tienen capacidad para poco más de 5 mil; miles son víctimas de extorsión (dentro y fuera de la cárcel, incluso a manos de operadores de “justicia”), otros miles están detenidos preventivamente (7 de cada 10 según un informe de la CIDH) y no faltarán quienes han sido encarcelados siendo inocentes y tienen que pagar las fallas procedimentales, de investigación o la sed de venganza y castigo que presiona para las decisiones judiciales. ANF realizó una investigación sobre detención preventiva en Bolivia, publicada el 13 de marzo de 2018.

Las consecuencias de profesar la fe y declararse cristiano, cristiana, implican necesariamente una vida en la que se participe de las celebraciones religiosas no sólo eventual o circunstancialmente sino que también representa sacar las consecuencias del mensaje de Jesucristo.

La pobreza extrema el año pasado se ha incrementado de un 16% a casi 18%, la cifra de feminicidios en los últimos 5 años alcanza a 455 mujeres y los infanticidios suman 87 en 2017 y 10 en sólo 3 meses de este año; los números de la violencia contra mujeres, jóvenes y niñas/os son muchísimo más altos, para desgracia de las víctimas y vergüenza de nuestra sociedad.

Lo paradójico del asunto (o lo aberrante en realidad) es que mucha de la injusticia, la violencia o indiferencia frente a la pobreza y salud la practican personas que se dicen cristianas, que baten Ramos el Domingo pero que huyen de los crucificados el Viernes Santo o condenan a inocentes, amparadas en un sistema judicial corrupto.

No es justo generalizar, porque a contrapelo de lo dicho hay también miles de creyentes que luchan día a día por un mundo más justo, solidario y en el que se respete la vida y derechos de las personas. No obstante la fe cristiana, en nuestra realidad, debería replantearse seriamente a qué compromete.

Las palabras de (+) Luis Espinal, SJ son elocuentes al respecto: “Otórganos, Señor, la sinceridad de descubrir la inconsecuencia de nuestro cristianismo: de predicar el amor y quedarnos dormidos. Si no queremos vivir como cristianos, que al menos tengamos la sinceridad de dejar de llevar tu nombre” (Empezar a ser cristianos, Oraciones a Quemarropa)

Fuente: Editorial ANF

foto: Cárcel de Palmasola -archivo.