¡Exulten!
El pregón pascual, al principio de la vigilia, resuena como una auténtica explosión de alegría y júbilo con su primera palabra: “Exulten”. Con ella el pregonero de las fiestas de Pascua marca la actitud fundamental que debe llenar el corazón de los fieles en el Pueblo de Dios. Es una palabra que procede del latín, traduce el “exsultet” del canto gregoriano y apenas se conoce fuera del ámbito litúrgico. Por medio de ella se convoca al universo entero, celeste y terrestre, a hacer fiesta por el Resucitado, en esa noche en que Jesús ha vencido la muerte, el pecado y la culpa de la humanidad. Exultar es mostrar alegría y gozo de manera desbordante. Exultar es el grado supremo de la alegría. Es la alegría espiritual que nace del fondo del alma y suscita emociones sin cálculo. Es casi imposible cantarla con fe en una celebración sin que se produzca un escalofrío vibrante de gozo, también físico. A esta alegría es a la que se invita a toda la Iglesia y al mundo por asistir a la proclamación de la gran buena noticia por antonomasia para la humanidad: Cristo ha resucitado.
Aleluya
Esta demostración de alegría exultante, especialmente con motivo de Pascua, es la que contiene la palabra ¡Aleluya! Este término de origen hebreo es prácticamente intraducible y por eso en nuestras lenguas sólo se transcribe y lo pronunciamos como en hebreo: Halleluyah. La forma hebrea es la de un verbo (hll) en la segunda persona del plural del imperativo con forma intensiva, “hallelu” y significa “alabar” o “dar gracias” con gran alegría. Pero la palabra Halleluyah contiene al final el sufijo “yah”, que es la forma alternativa y abreviada del nombre de Dios, YaHWeH, que debemos traducir como “Señor”. Por ello la palabra Halleluyah significa dar gracias al Señor, alabándolo, cantando, tocando instrumentos o danzando, con alegría exultante y manifiesta, que tiene su origen, su motivo y su destino en el Señor Dios y sólo en el Señor. Se canta Halleluyah por el Señor Dios y para el Señor Dios.
Este es el día en que actuó el Señor
Teniendo en cuenta esta dimensión de relación gozosa, inherente a “Halleluyah”, relación de agradecimiento y alabanza a un Dios personal, que ha actuado a largo de la historia de Israel, liberando a su pueblo de la esclavitud, conduciéndolo a la tierra prometida, manteniendo su alianza por siempre y a quien podemos llamar el Señor, la fe de los cristianos sostiene que ese Dios personal se ha manifestado plenamente en Jesús, que resucita de entre los muertos y consigue para los seres humanos la liberación más definitiva y profunda: la salvación de la muerte y del pecado, pues la victoria de Jesús, cuyo nombre indica que El Señor es el salvador, ha sido compartida y comunicada a sus hermanos los hombres. Esta maravillosa realidad de la victoria sobre la muerte y sobre el pecado, ya conseguida por Jesús, es transmitida a los creyentes en Él, y por ello tenemos la gran alegría de alabar a Dios exultantes de gozo en este día de la Resurrección de Cristo proclamando al mundo entero la palabra de la plenitud de la alegría que es Halleluyah, anunciando así el estado de dicha permanente de los creyentes por la actuación salvífica, liberadora y definitiva del Señor Dios.
Al encuentro de Cristo resucitado
Hasta el momento de la resurrección de Cristo nadie había podido oír ni pronunciar nunca esta singularísima, excelente y genuina Buena Noticia del Evangelio: que el Señor ha resucitado. Por eso Pablo la destaca poniendo el artículo determinado a la palabra: El Evangelio”. No es comparable a cualquier otra Buena Noticia. Es tan especial que a ella se reserva la categoría de Evangelio. El Nuevo Testamento la transmite recogiendo el testimonio de la predicación cristiana primitiva: Cristo ha resucitado. Y ésta es la gran noticia del domingo de Pascua como mensaje de alegría que resuena por toda la tierra y hace exultar a la humanidad. Hace veinte siglos que sucedió, pero constituye una novedad permanente en la historia de la humanidad. El horizonte al que podemos mirar los seres humanos, desde Cristo Resucitado, va más allá de la muerte porque, igual que Jesús ha sido resucitado de la muerte, todos con él recibirán la vida en virtud de su Espíritu. La resurrección de Cristo es, por tanto, el comienzo de la nueva humanidad. Hoy es el primer día de la nueva creación. Éste es el motivo de la exultación universal.
La gran manifestación de Dios en Cristo Resucitado, según San Mateo
La narración del sepulcro abierto y sin el cuerpo de Jesús en el Evangelio de Mateo (Mt 28,1-10) permite destacar varios elementos singulares del relato, pues Mateo resalta el carácter teofánico del acontecimiento del Resucitado:
1) Las mujeres no van al sepulcro para hacer nada en particular, sino sólo para contemplar la tumba,
2) según es frecuente en Mateo y en las sagradas escrituras, un terremoto reviste el acontecimiento narrado como una intervención divina que convulsiona toda la tierra,
3) lo cual queda explícito con el ángel del Señor que remueve la piedra del sepulcro y se sienta sobre ella como señal de señorío sobre la muerte,
4) el aspecto relampagueante del ángel y su vestidura blanca son elementos apocalípticos que resaltan la teofanía,
5) su mensaje es un oráculo de salvación, con tenor profético: “No teman”,
6) su contenido es único: el crucificado no está aquí, pues resucitó de entre los muertos,
7) cumpliéndose así su palabra e invitando a las mujeres a comprobar el sepulcro vacío,
8) ellas deben anunciar a los discípulos el mensaje pascual: “resucitó de entre los muertos”
9) y su encuentro con él en Galilea, tal como fue previsto por la palabra de Jesús,
10) ellas con miedo, pero con mucha más alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
11) La gran novedad de Mateo es que, en el camino, el mismo Jesús resucitado sale a su encuentro y, con carácter imperativo, las llama a la alegría desbordante,
12) ellas reaccionan con tres verbos que pueden describir la acción de la Iglesia creyente en esta noche santa: acercarse a Jesús, abrazar sus pies y adorarlo (esto pretende resaltar la imagen de un servidor besando el sitio del santo sepulcro),
13) finalmente, Jesús repite el encargo evangelizador que les había dado el ángel,
14) con una particularidad más, pues los discípulos son considerados por Jesús como hermanos, ¡nada más y nada menos que hermanos del Resucitado!
La novedad de vida del Resucitado
Cada uno de nosotros puede fijar su atención especial, en cualesquiera de estos elementos enumerados, propios de Mateo, el evangelio de hoy, para experimentar la gran alegría de las mujeres discípulas por el encuentro con el resucitado. El resucitado es la gran manifestación de Dios (una teofanía) que marca una ruptura con la historia del común de los mortales, ya que la novedad de vida que él tiene y que comunica a las mujeres y a sus hermanos ya no está sometida a la muerte y es eterna. Así se pone de relieve que el espíritu de amor y de entrega que vivió Jesús en su vida mortal, su mensaje de verdad y de justicia, de perdón y de paz no podía quedar retenido en la tumba de la muerte. Por eso Dios lo resucitó de entre los muertos y a través de él sigue generando y comunicando vida, alegría, paz y fraternidad entre los hombres.
La misión de la Iglesia es avivar la Palabra de Jesús
La misión actual de la Iglesia consiste en avivar la fuerza de la Palabra de Jesús, cuyo recuerdo la actualiza y cuya proclamación la celebra como palabra regeneradora de una nueva humanidad, para vivir en el amor fraterno y en la gran alegría de que el amor de Dios ha triunfado sobre la injusticia, sobre el pecado y sobre la muerte en este mundo. Injertados en Cristo Jesús por el bautismo, los creyentes experimentamos que con él hemos dado muerte a todo pecado y podemos vivir en la permanente alegría de la gracia con la capacidad irrevocable de no pecar. Por eso en nosotros se ha generado una personalidad nueva para caminar en la novedad de vida en el Espíritu.
¡Feliz encuentro con el Resucitado!
También es misión primordial de la Iglesia recordar y anunciar la presencia del Espíritu en toda persona que, haciendo el bien y estando cerca de los que sufren la miseria, la injusticia, la opresión y la violencia, el hambre y la guerra, dan testimonio de la fraternidad universal de la familia humana, encaminada irreversiblemente hacia el Padre por el crucificado ya resucitado. Desde Bolivia, con los niños y el personal de Oikía, nuestra casa de acogida a los niños de la calle, exultantes por el Resucitado, les invitamos a cantar : Halleluyah. Resucitó el Señor ¡Feliz Pascua de Resurrección!
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura