La sencilla fe cristiana de la cholita cochabambina que me conduce por los caminos de la vida la llevó a formularme la siguiente pregunta: “Compadre: cuando yo muera, ¿mi alma será llevada al cielo…?” Le respondí sin pestañar: Claro que sí, comadrita, porque usted es una mujer honesta y ayuda a los desvalidos como yo.
Ella, siguiendo a su natural curiosidad femenina volvió a interrogarme: Y cuándo usted se muera, ¿irá al cielo o al infierno? Respondiéndole jactanciosamente que yo también iré al cielo por haber sufrido y amado mucho y por no haber abjurado jamás de mi fe católica. Ella no me creyó mucho aunque continuó con su obra caritativa de conducir a este cieguito en todos los actos principales que preparó la Iglesia Católica para la Semana Santa y que culminaron el pasado domingo cuando celebramos la Pascua de Resurrección.
En todos los actos litúrgicos a los que asistí llevado de la manito por mi comadre le pregunté si ella había visto a Evo o el vicepresidente Alvarito García Linera, o al ministro de la Presidencia señor Juan Ramón Quintana, o al gobernador de La Paz el señor Cocarico, respondiendo con seguridad mi pariente espiritual: “No están esos caballeritos y seguramente no vinieron a este acto piadoso porque ellos están resolviendo los graves problemas del Estado Plurinacional, Multicolor y Folklórico”.
Al saber de la ausencia de estos y otros personajes gubernamentales, ella me propuso rezar por ellos al Dios del amor y del perdón pero me hice el k’asa sabiendo que ellos son marxistas leninistas, lo cual equivale a decir ateos, y así se lo dije a mi comadre quien todavía confunde a los marchistas con los marxistas.
Cuando le expliqué a mi pariente espiritual que el socialismo es materialista y ateo como lo fueron Rusia y sus satélites, incluida Cuba, Macacha se agarró la cabeza y me invitó a rezar un Vía Crucis en mi parroquia de la Exaltación, en Obrajes, pidiendo por la conversión de Evo y sus principales colaboradores y, arrodillados recorrimos las 14 Estaciones que recuerdan la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Al concluir esa piadosa devoción, ella no sintió el esfuerzo como mis cansados huesos de la rodilla, explicándome que ella tenía dos buenos “morokos” y yo contaba solamente con dos débiles y cansadas rótulas.
Después de la sacrificada devoción, ella me preguntó si nuestras oraciones podrían conseguir la conversión de nuestros gobernantes, manifestándole con sinceridad: No creo que ellos se convertirán a Dios en un tiempo muy breve, pero posiblemente levantarán su mirada a Dios cuando concluyan con el derroche de las reservas del Banco Central de Bolivia, tarea en la que se encuentran empeñados.
Entonces ellos (los actuales gobernantes) volverán los ojos a Dios.
Lo único que dijo mi comadre Macacha fue “Que así sea per secula seculorun, amén”.