En tierras de viñas, una vez pasada la vendimia con sus fiestas y jolgorios, los racimos maduros de uva pasan a la prensa de la que se derrama el caldo con que se brindan los nacimientos de una nueva criatura, sus bautizos, las bodas de los enamorados y las festividades domésticas más variadas. Pues bien, siento que ésta sea una nueva ocasión para lamentar las tiranteces que siguen produciéndose entre el Gobierno y los periodistas.
Pues aquí todavía andamos discutiendo si ANF dijo “flojos” o “flojera” cuando publicó unas declaraciones del Sr. Presidente que sentaron mal a ciertos cruceños. Creo que los realmente flojos son aquellos que no quieren molestarse en investigar que el adjetivo masculino plural “flojos”, de ninguna manera puede ser calificado como injuria grave tipificada en el código penal con los odiosos agravantes de racistas y discriminadores. ¿O nos obligarán a ir con un diccionario bajo el brazo para conocer el sentido de lo que hablamos y escribimos?
El director de ANF repitió una y mil veces que la fiscalía se equivoca al conminar al “sindicado” para que se presente a declarar en el juicio penal entablado por la autoridad gubernamental. Es de esperar que el fiscal designado para este engorroso caso aclare las confusiones, con equidad y buena fe.
No obstante, frente al empecinamiento de llevar adelante el juicio penal, nos alienta la reacción de solidaridad que este hecho ha desencadenado. Pongo por caso a los gremios periodísticos libres que han insistido en que las amenazas judiciales son una forma de intimidación contra la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa. Y añado, por mi cuenta, el apoyo de un ciudadano que merece tanto respeto como el ex presidente de la República, Dr. Eduardo Rodríguez Veltzé (y que él me perdone este abuso de confianza).
Con lo dicho hasta aquí, el ilustrado lector habrá podido constatar que estamos hablando de la tensión entre el Gobierno masista y la prensa independiente, a la que suele calificarse de cuarto poder del Estado. Pues imagino que no será tan poderoso cuando es pasible del antipático calificativo de “sindicado”.
¿Qué más puede añadirse a este engorroso embrollo? Se me ocurre que vendrá bien recordar y aplicar la sentencia del “poverello”, San Francisco de Asís: “paz y bien”. Todos saldremos ganando.