Santa Cruz

Mons. Robert Flock: Nuestra justicia NO es un camino de violencia para hacernos respetar

En su homilía dominical de Adviento, tiempo de esperanza, Mons. Robert Flock, Obispo de la Diócesis de San Ignacio de Velasco exhortó a los fieles a preparar la venida de Cristo sabiendo que Él es el “germen justo” que prometió el Señor y que proféticamente practicará la justicia y el derecho en el país.

«Con la ayuda del Señor puedo discernir dónde están el fraude y los engaños y dónde la verdad»

Mons. Flock recordó a los fieles que Cristo Jesús nos pidió oración para que entremos en sintonía con nuestro Creador, oración para que con su ayuda podamos discernir dónde están el fraude y los engaños y dónde está la verdad. También recordó que el Señor es fiel a todas las alianzas con nosotros a pesar de nuestras interminables fallas y preguntó a la feligresía: Si el Señor es fiel. ¿Por qué nosotros no?

Finalmente Mons. Flock dijo que nuestra justicia NO es un camino de violencia para hacernos respetar o para imponer nuestro derecho sobre lo demás por tanto el sendero que nos enseña el Señor rechaza la violencia como camino para instalar la justicia y no podemos tomar las armas para pelear con quienes amenazan nuestros proyectos.

HOMILIA DE MONS. ROBERT FLOCK

OBISPO DE LA DIOCESIS DE SAN IGNACIO DE VELASCO

Primer Domingo de Adviento – 28 de noviembre de 2021

«Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos,

 el camino de tu fidelidad; Tú eres mi Dios y mi Salvador».

Queridos hermanos en Cristo, así reza nuestro Salmo Responsorial hoy. Es una sencilla oración, humilde pero insistente. Siendo el Señor “mi Dios y mi Salvador”, le pido que me enseñe sus caminos; que, desde su alianza de amistad y amor, me guíe en la justicia, para caminar en fidelidad. Esta oración debería ser nuestra durante este tiempo de Adviento. Rezada sinceramente, sirve para preparar la venida de Cristo Jesús, sabiendo que Él es el “germen justo” que prometió el Señor por medio del profeta Jeremías, que “practicará la justicia y el derecho en el país.”

«Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos.

De hecho, el primer camino que Jesús enseña, es precisamente la oración, como vemos en el Evangelio de hoy: «Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir». Nos pide oración porque así nos ponemos en sintonía con nuestro Creador; nos hace confiar en su amistad y amor, como también respetar al Todopoderoso con un Santo Temor. No es un temor de juicios y castigos, sino aquella reverencia que surge al tomar conciencia de su grandeza divina frente a nuestra pequeñez humana y pecadora. ¿Cómo puede el Señor mostrarme sus caminos, si yo no siento este Santo Temor? ¿Cómo puede el Señor enseñarme sus senderos, si yo no confío es su sabiduría y en su bondad para guiarme por los caminos de la vida en abundancia?

Jesús también dice: «Estén prevenidos… para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir». Significa que el camino que el Señor nos enseña, aunque requiere nuestra fe en Él, no es una ceguera. Todo lo contrario. “Estén prevenidos”, significa que, con la ayuda del Señor, yo tengo mis ojos abiertos para darme cuenta de todo lo que sucede para discernir dónde están el fraude y los engaños y dónde están la verdad y las auténticas soluciones en el complicado laberinto de la vida.

«Muéstrame, Señor, tus caminos, … el camino de tu fidelidad.»

El camino del Señor es un camino de fidelidad. «Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad.» Dios creó el mundo y bendijo a todas las criaturas, y de manera especial a la humanidad, para que la vida sea exitosa, especialmente nuestras vidas. Dios ha sido fiel a su bendición, renovándola constantemente, con cada primavera, con cada retoño, con cada flor que se abre, con cada niño que nace. Frente al pecado que amenaza el éxito de la vida, Dios hace alianzas: primero con Noé con el Arco Iris para no destruir a la humanidad, luego con Abraham para multiplicar su descendencia, después con pueblo elegido y liberado de la esclavitud para recibir la tierra prometida, y finalmente con todos nosotros con la Alianza nueva y eterna. Y cumple sus promesas.

El Señor es fiel a todas alianzas, a pesar de nuestras interminables fallas. Cada vez que recibimos uno de los Sacramentos, el Señor renueva con nosotros su santa Alianza y la promesa de salvación. Y aparte de todo esto, nos acompaña con sus ángeles y con la ayuda de los Santos. Obra milagros. Así «Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad

«Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos.

Con el Bautismo el Señor nos libra del pecado, y nos pide renunciar a Satanás, como hizo Jesús en el desierto y en la cruz. El Señor es fiel. ¿Por qué nosotros no? «¡Muéstrame, Señor, tus caminos!». Con la Eucaristía, el Señor nos reúne para compartir y celebrar todo lo que es la vida en amistad y santa comunión. Enséñame, Señor, este camino agradecido y gozoso de comunión, amistad y compromiso compartido que es alianza contigo y entre todos.

Para dar un sendero de amor y fidelidad a la familia, el Señor nos ofrece el Sacramento del Santo Matrimonio. Así el débil y caprichoso amor humano es saneado y fortalecido con el infinito amor divino de esa misma Alianza nueva y eterna en la sangre de Cristo.

«Muéstrame, Señor, tus caminos, … el camino de tu fidelidad.»

Precisamente en esta línea San Pablo ofrecía una oración: “Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que Él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el Día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos. Amén.”

«Muéstrame, Señor, tus caminos, … Tú eres mi Dios y mi Salvador».

Los caminos que el Señor nos ha mostrado y que sigue tratando de enseñarnos, como Dios y Salvador nuestro, son caminos de “la justicia y el derecho en el país”. Como afirmó el Profeta Jeremías: “El Señor es nuestra justicia”. Esto significa que nuestra justicia NO es un camino de violencia para hacernos respetar o para imponer nuestro derecho sobre los demás. El camino del Señor pasa por la cruz.

El sendero que nos enseña rechaza la violencia como camino para instalar la justicia. No nos permite tomar armas para ir encapuchados y pelear con quienes amenazan nuestros proyectos. Con su cruz, el Señor quita el disfraz de Satanás, que consiste en la idea de que nosotros somos los buenos y ellos son los malos, y por consiguiente, es justo emplear la violencia para vencerlos y hasta acabar con ellos. Es el engaño de tantas historias en que el buen superhéroe mata a los malditos maleantes. La cruz dice que este camino no es del Señor. Es del demonio.

«Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos,

 el camino de tu fidelidad; [Pues,] Tú eres mi Dios y mi Salvador».

Fuente: Iglesia Viva