Análisis

Mons. Robert Flock: “Con humildad reconozcamos nuestra condición de pecadores”

Cuarto Domingo de Cuaresma 2015
Presentación de P. Reynaldo Acomata, Capellán del Complejo Hospitalario Francisco Viedma

Queridos hermanos,

Hace más de un año, en consideración por la avanzada edad y precaria salud de P. Gualberto Nuñez, Mons. Tito Solari, después de conversar con ambos padres, nombró al P. Reynaldo Acomata, como nuevo Capellán del Complejo Hospitalario Francisco Viedma de Cochabamba, firmando el decreto el 12 de febrero del 2014. Hace tiempo este nombramiento fue presentado a las diversas autoridades del Hospital y del Servicio Departamental de Salud, pero no así al público con una misa; es costumbre para posesionar párrocos, pero no tanto para capellanías. Habíamos fijado varias fechas para esta celebración, como por ejemplo, el 28 de diciembre del año pasado, pero por motivos de fuerza mayor, recién hoy ha sido posible realizar esta celebración.

Mientras tanto, el pasado 19 de febrero, después de una cirugía, el P. Gualberto, falleció en su casa. Hoy ofrecemos hoy esta Misa por el eterno descanso de su alma, encomendándole a nuestro Señor, Jesucristo, que declara hoy en el Evangelio: “Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es condenado,” porque “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna.”

Esta confortante declaración de Jesús explica el por qué tenemos capellanes en los hospitales. En medio de la debilidad y la incertidumbre que provoca la enfermedad, que trae consigo la posibilidad del último respiro en la tierra, es bueno saber que “el Hijo del hombre [fue] levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna.” El capellán vista a los enfermos, comparte sus dolores y esperanzas, celebra con ellos los sacramentos de reconciliación y de unción de los enfermos, y les ofrece el cuerpo de Cristo, Pan de Vida Eterna, o en las palabras del lema del Congreso Eucarístico Nacional a celebrarse más tarde este año: “Pan partido para la vida del Mundo”. Con su ministerio sacerdotal, el sacerdote comunica de palabra y obra que Cristo ama a los enfermos.

Como explica de manera tan hermosa San Pablo en la segunda Lectura: “Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo— ¡ustedes han sido salva dos gratuitamente!”

Por esto le damos gracias al Señor por el servicio bondadoso de P. Gualberto durante tantos años, no solamente atendiendo a los enfermos, sino también acompañando a la comunidad médica y al grupo de Alcohólicos Anónimos. Con todas sus limitaciones, el P. Gualberto ha sido un ejemplo de lo dicho por San Pablo: “Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.”

En este sentido, oremos por el P. Reynaldo y pedimos al nuevo capellán que también sea un Buen Pastor, que cuide a las ovejas de Cristo, no por cobrar un salario, sino en imitación de Jesús que “da su vida por las ovejas” (Juan 10,11).

El Evangelio dice que “es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna.” Ser “levantado en alto” tiene un doble sentido. En primer lugar se refiere a la Cruz; Jesús fue levantado en la cruz para que contemplado al que traspasaron, reconozcamos la realidad del mal que domina el mundo, que arremete contra el Hijo de Dios y que afecta y contamina a nosotros. Dios quiere que contemplemos esta realidad, no para humillarnos como fue humillado Jesús, y no para condenarnos como fue condenado Jesús, sino para que con humildad reconozcamos nuestra condición de pecadores, que nos arrepintamos y que convirtamos nuestra conducta para hacer las buenas obras, no las malas. Esto es lo que significa “creer en él para tener vida eterna”. No es un simple aceptar que es una verdad que Jesús, el Hijo de Dios, murió por nosotros; es también rechazar el pecado, seguir a Jesús e imitar su bondad. Es una medicina, una terapia para nuestra salud y nuestra salvación.

El otro sentido de ser “levantado en alto” es la resurrección gloriosa de Jesús. No solamente contemplamos a Cristo Crucificado, denuncia divina de todo pecado y proclamación de Dios rico en misericordia. También contemplamos a Cristo Resucitado. Dios Padre expresa su amor al Hijo Predilecto resucitándolo en gloria eterna y lo presenta así a toda la humanidad para que avalar todo lo que Jesús proclamó en la tierra y para que nos inspiremos por la esperanza de vida eterna y gloriosa con él. El cristiano así deja por detrás el pecado y se dedica a las buenas obras, no por temor al castigo, sino por gozo agradecido con Dios y por su amistad con el mismo Jesús. Esto es lo que significa “tener vida eterna”. Es algo que tenemos ya en esta vida terrenal como discípulos misioneros de Jesús, bendecidos por el don del Espíritu Santo, viviendo en la Luz, “salvados por su gracia, mediante la fe”, “poniendo de manifiesto que nuestras obras son hechas en Dios.”