Cochabamba

Mons. Robert Flock: “Año de la vida consagrada”

Queridos Hermanos,
El 30 de noviembre pasado se inició el “Año de la Vida Consagrada” que se extenderá hasta el 2 de Febrero del año que viene. Al convocarlo, el Papa Francisco explicó así:

«Las personas consagradas:
• son signo de Dios en los diversos ambientes de vida,
• son levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna,
• son profecía del compartir con los pequeños y los pobres.
La vida consagrada, así entendida y vivida, se presenta a nosotros como realmente es:
• un don de Dios,
• un don de Dios a la Iglesia,
• un don de Dios a su pueblo.
• Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino».

Se ha diseñado un logotipo que presenta una paloma sobre las aguas que sostiene el orbe y tres estrellas que surgen, representando el Evangelio, la profecía y la esperanza.

La vida consagrada es “Evangelio”, porque proclaman la buena nueva de la salvación con el testimonio de su consagración y con un sin fin de trabajos apostólicos y obras sociales. Los consagrados son un testimonio elocuente de las palabras de nuestra segunda lectura hoy: “El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo.”

La Vida Consagrada es “Profecía”, porque permanentemente escuchen y transmiten la Palabra de Dios en las complejas realidades que vivimos hoy. Los consagrados nos hacen ver lo que dice el Profeta Isaías: “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que Yo quiero y cumple la misión que Yo le encomendé.”

La Vida Consagrada es “Esperanza”, porque realmente cambian el mundo trayendo a las periferias un compromiso abierto y permanente de amor y bondad. Cada vez que un joven o una señorita toma votos de pobreza, castidad y obediencia en una comunidad de vida consagrada, es como si el cielo se abre y se escucha lo que Dios Padre dijo en el bautismo de Jesús: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección».

Aquí en la Arquidiócesis de Cochabamba somos bendecidos por la presencia de más de mil personas consagradas en unas 26 comunidades masculinas y 100 femeninas. Representan una maravillosa variedad de carismas y apostolados. Algunas se dedican a las personas más necesitadas: discapacitadas, ancianas, indigentes. Muchas colaboran en la pastoral y la catequesis en las parroquias. Contamos con comunidades contemplativas, dedicadas a la oración y el conocimiento íntimo de Dios. El bien que hacen es incalculable.

Hemos pedido a todos ellos, frente a la ola de feminicidio y violencia contra la mujer, que analicen las causas y respuestas, ya que la sociedad civil no parece tener más idea que endurecer los castigos. Considerando que la gran mayoría de los consagrados son mujeres, y por sus trabajos están cercanas a esta realidad, nos pueden ayudar a tener una comprensión más acertada y respuestas más eficaces basadas en la búsqueda del Reino de Dios y su justicia.

Durante esta semana, cuando la atención del mundo estaba enfocada en la violencia terrorista islámica en París, aquí en Cochabamba se realizaba el Encuentro Nacional de la Vida Consagrada. Aquella violencia es una blasfemia, precisamente por haber sido cometido en nombre de Dios. En cambio, el silencioso pero persistente compromiso de la vida consagrada en nuestro mundo es un bautismo en el Espíritu Santo, de quienes “sacan agua con alegría de las fuentes de la salvación.”