Destacadas

MONS. JESÚS PÉREZ: MENSAJE EN LA JORNADA DE LA JUVENTUD

Queridos Jóvenes: Paz y Bien.

El Domingo de Ramos celebramos la XXVII Jornada Mundial de la Juventud, la cual fue instituida por el Beato Juan Pablo II con la intención de que lo jóvenes católicos reaviven su fe en torno al pastor de cada Diócesis. Por ello, esta jornada puede ayudar a todos, los que viven la fe cristiana como también los que vacilan o los que no creyeran, para reafirmar su opción por Cristo, “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14,6).

Esta Jornada está puesta al inicio de la Semana Santa, o sea, después de haber avanzado en el itinerario hacia la Pascua, cuando renovaremos la firme decisión de seguir a Cristo cueste lo que cueste. La noche de la Vigilia Pascual nos introduce en la vivencia de un Dios que es Vida. Y la vida nos vino por la muerte y Resurrección de Jesús.

El año pasado, año del encuentro internacional celebrado en Madrid, en agosto; con el lema: “arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Cf. Col 2,7), casi dos millones de jóvenes junto al Papa y con el Papa, renovaron su fe en Cristo como el único Maestro y Salvador. Con gran ardor renovaron su fe.

Esta Jornada es un momento especial para renovar nuestra fe, optando por Cristo. Para dirigirnos con valentía a la Pascua, la “Fiesta de las fiestas”, en la dimensión de la fe, para prepararnos a entrar en el año de la fe que iniciaremos, Dios mediante, el 11 de octubre, recordando los 50 años de inicio del Concilio Vaticano II.

Solo desde la fe, podemos percibir el gran don de la fe en Cristo. El gran regalo que Dios Padre nos dio a su Hijo, Jesús de Nazaret, para que tuviéramos vida y vida en abundancia (Cf. Jn 10,10). Solo en Cristo y con Cristo podemos ser libres de verdad. Es Jesús mismo quien nos dice: “si se mantienen en mi palabra serán de verdad discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad les hará libres” (Jn 8,31).

Todos buscamos la libertad porque queremos ser libres, pero vivimos en un mundo donde domina toda clase de esclavitudes, tanto externas como interiores. Arraigados en la fe en Cristo debemos lanzarnos con valor a trabajar por la grandiosa y maravillosa libertad que nos da Jesucristo.

El simple acontecimiento de haber sido bautizados, no, ninguna tradición, ni títulos, nos introducen en la libertad auténtica de los discípulos de Cristo. Si es que vivimos en la corrupción, el rencor, el odio, la violencia, la mentira, el egoísmo, en una palabra en el “pecado”, Jesús nos dice: “les aseguro que quien comete pecado es esclavo” (Jn 8,35).

La verdad de Dios es el amor. “Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo” (Jn 3, 16). Para ser libres hay que amar y ser libres nos exige la renuncia, el sacrificio hasta perder lo que creemos que es libertad. La mentira siempre esclaviza y nos lleva a evadir el compromiso, la responsabilidad. La verdad auténtica siempre compromete y libera. En una palabra, sólo el amor nos hace libres de verdad.

Desde la Palabra de Dios debemos hacer un chequeo espiritual de nuestra vida en Cristo. Él nos llama a vivir en Él, pero a la luz de la Palabra. Por ello, es tan importante que escuchemos la Palabra de Dios. Cantamos, tantas veces: “Tu palabra, Señor, es la verdad y la luz de mis ojos”. A través de ella veremos que lo que no es fe, es idolatría. Lo que no es amor, es pecado y egoísmo.

Esta Semana Santa volverá a darnos grandes lecciones si es que nos dejamos iluminar por Cristo. El ejemplo de Cristo ante la vida nos invitará a preguntarnos, si es que somos valientes: ¿Qué actitud tenemos ante Cristo? ¿Por qué soy mediocre en vivir como cristiano y ciudadano? ¿Dónde manifiesto mi defensa por la vida, la justicia y la verdad?

La falta de una actitud personal con respecto a Cristo es falta de fe, es una actitud pasiva. Lo ha dicho claramente Cristo: “quien no está conmigo, está contra mi” (Mt 12,30; Lc 11,23). Seremos cristianos de verdad cuando trabajemos responsablemente, cuando aceptemos con amor a Cristo, a sus mandamientos, y los llevemos a la vida diaria. Cuando estemos dispuestos a sacrificar todo por Él. Por ello, es necesario que cada uno pregunte a Cristo: “Señor ¿qué es necesario que yo haga?”.

Que María, Madre de Jesús y madre nuestra nos lleve a Cristo, amigo, hermano, maestro y salvador.

Con afecto en Cristo, les deseo bendiciones del Señor.

Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
ARZOBISPO DE SUCRE