Hoy se interrumpe la lectura del evangelio de Marcos que corresponde al ciclo litúrgico B, para escuchar durante cinco domingos, al evangelista Juan en él capítulo 6, considerado de capital importancia en la vida de la Iglesia católica. Se inicia esta lectura con el milagro de la multiplicación de los panes y el discurso de Jesús sobre el pan de su cuerpo que se nos sigue dando en cada celebración de la Eucaristía. Esta reflexión de 5 domingos nos viene muy bien cuando estamos tan cercanos a la celebración del V Congreso Eucarístico de Bolivia en la ciudad de Tarija.
Los 5 domingos en que se proclama este evangelio de Juan tiene una estructura que conviene mucho tenerla en cuenta; el milagro de los panes (domingo 17), el diálogo sobre el maná en el desierto (domingo 18), qué significa “creer” en Jesús (domingo 19), qué “significa” comer a Jesús (domingo 20), y al fin, las reacciones de sus oyentes y de sus discípulos (domingo 21).
Cristo quiere convencernos de que Él es el enviado del Padre Todopoderoso y que “para Dios no hay nada imposible”. Por eso pareciera que elige las circunstancias difíciles para actuar y manifestar que Dios se hace presente para su pueblo con su amor misericordioso. Así no quedaran dudas de la proeza. Esto no quita que Dios no nos tome en cuenta. Dios realmente sabe lo que podemos, sí, como instrumentos o “causas segundas”. Dios es la causa primera, la raíz y razón de todo. Nos llama a colaborar como puede hacer un niño con el trabajo del papá: no molestándole, acercándole una herramienta, pero dejándole hacer…
La multiplicación de los panes es una demostración del poder de Dios que quiere solucionar el gran problema de aquel momento en que la multitud estaba hambrienta, no había probado alimento, pero Jesús vio que la gente estaba mucho más hambrienta de ansias profundas del vivir diario. Los medios con los que colaboran los discípulos, son muy escasos, cinco panes y dos peces que tenía un muchacho. Dios hace mucho con poco. El poco de nuestras posibilidades, el poco de nuestra voluntad, el poco de nuestros esfuerzos. Dios no quiere prescindir de ese poco.
Para los discípulos era imposible dar de comer con doscientos denarios, pues eran unos cinco mil hombres sin contar a las mujeres y los niños. Andrés comenta, “¿qué es esto para tanta gente?”. Muchas veces experimentamos la desproporción entre nuestro querer y nuestro poder. ¿Qué es esto para alcanzar la felicidad que todos anhelamos? La lógica invita a la desesperación. Es un momento de hacer un acto de fe, e insistir en la petición. ¡Dios puede! Y, por poco que sea lo nuestro, es necesario que lo pongamos en las manos de Dios. Si hacemos lo que podemos, Dios hará el resto. Dios no nos pide más, pero no se contenta con menos.
El encargo de Jesús, “denles ustedes de comer” entra no sólo el poder milagroso de Dios, sino también la colaboración humana de varias personas que colaboraron en la multiplicación de los panes. En el momento actual cuántos voluntarios colaboran en los problemas y trabajan comprometidamente en el campo sanitario y educativo y comparten su pan con los que no tienen.
¡Qué maravilloso ejemplo el que nos dan San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús y padres de la Santísima Virgen María, cuya fiesta celebramos hoy . Ellos han sido escogidos como modelos y patronos de los abuelos. Celebramos hoy el Día de los abuelitos y abuelitas. Los biógrafos nos dicen que Joaquín y Ana dividían sus bienes en tres partes iguales: una para el templo, otra para los pobres y la tercera para los gastos del hogar. En ellos tenemos un modelo cómo colaborar y ser solidarios con los más necesitados.
El rol de los abuelos y abuelas sigue siendo de máxima importancia en las familias. Con mucha alegría puedo comprobar constantemente la disponibilidad y el servicio desinteresado de no pocos abuelos que contribuyen en la vida familiar a crear puentes de unidad y amor, lo cual es una gran colaboración a la estabilidad familiar. ¡Cuántos ponen su experiencia de vida de familia al servicio de los nietos, o sea, a los hijos de sus hijos! Hoy es un día para arropar con más cariño a nuestros abuelitos y abuelitas y, también, para agradecerles por lo que son y por lo que hacen. ¡Felicidades a todos los abuelos y abuelas!
Sucre, 26 de julio de 2015
Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre