El domingo 25 de julio, Mons. Oscar Aparicio, que celebra 19 años de Ordenación Episcopal, recordó que todos están llamados a la disponibilidad y solidaridad con aquellos que viven dificultades y sufrimiento; siendo instrumentos para que Dios haga una obra de salvación, de consuelo, de paz, de libertad, de salud, de vida.
Monseñor Aparicio expresó su agradecimiento por los gestos de afecto en este aniversario de Ordenación, remarcando que a Dios es el reconocimiento y la acción de gracias; pues el concede el don de la vocación y acompaña a su pueblo, valiéndose de quienes llama al servicio de su Iglesia y la humanidad.
Con ello destacó la escena del Evangelio, que también fue importante en el inicio de su Sí al Señor. Mencionó, que a ejemplo de Jesús y la disponibilidad del niño con los panes y peces, existe la necesidad de tomar actitudes en bien de quienes sufren, de quienes pasan necesidad; más aún en este tiempo en el que la pandemia ha afectado a tantas familias, llamando así a vivir en solidaridad y atención por todos, en busca del bien común.
Texto completo de la homilía.
Muy queridos hermanos y hermanas. Me quedo un poco sorprendido por esta forma de ustedes, de agradecer a Dios. Yo no tenía estos planes, simplemente quería pasar muy desapercibido, pero sí agradecer profundamente a Dios por este aniversario, de un aniversario más de mi ordenación episcopal.
Sin embargo, aunque son detalles muy discretos pero que manifiestan el cariño de ustedes. Les agradezco la presencia de Monseñor Iván, es un regalo precioso. Muchas gracias, Monseñor Iván. El cariño de todos ustedes, muchísimas gracias. Que el Señor se les pague total y plenamente en abundancia. Esta discreción de poner todas estas flores, en la alegría de decir que es un momento de fiesta; pero hacerlo de manera también tan discreta y además bella. No es que hemos llenado de flores esto, como para dar una importancia enorme a los 19 años de ordenación episcopal, sino más bien como signo de agradecimiento a Dios y que, en humildad se puede agradecer a Dios y alegrarnos entre nosotros. Creo que ese es un sentido muy, muy importante.
La Eucaristía ya es nuestra manera de agradecer a Dios. Resaltamos la obra suya, que Él está presente, que Él convoca, que llama, que Él da la vocación, que Él nos pone en un camino, en un itinerario de entrega, de servicio, que Él nos concede el apostolado, nos concede la misma ordenación. Por tanto, a quién hay que agradecer y a quien hay que resaltar de toda esta forma es justamente a Dios y nosotros somos instrumentos.
Así como decía Jesús, invitaba a sus apóstoles, ustedes simplemente digan que hemos hecho lo que teníamos que hacer, en humildad y en servicio; sabiendo que también hemos sido frágiles, débiles. Creo que cuando uno cumple un aniversario debe también pensar en aquello, que es la obra de Dios, es el Espíritu de Dios que nos lleva adelante.
Por eso yo había querido también un poco discretamente hacer la referencia a este Evangelio que coincide, felizmente, en aquello que para mí ha sido fundamental en mi vida y en el llamado vocacional. Recuerdo perfectamente, el año 1981, hace muchísimo tiempo. Era un 12 12 de diciembre, cuando al leer o al proclamar este Evangelio, este episodio de la multiplicación de los panes y de la mención que un niño frente o en medio de la multitud, tenía, dos peces y cinco panes, y que con esto Jesús da de comer a una multitud. Para mí este Evangelio ha sido significativo, porque ha sido el momento en que no sólo he sentido, ya lo sentía, el llamado de Dios a ser sacerdote, sino ha sido un decir Sí Señor. Acepto tu propuesta, me pongo en camino y entonces voy al seminario como respuesta al llamado que tú me estás haciendo.
Y me acuerdo que el que hacía la reflexión de este evangelio decía Dios ha llamado a cinco varones. Éramos cinco jóvenes que habíamos decidido en esa Eucaristía de seguir al Señor e irnos al seminario. Y él decía cinco hombres para dar de comer la Palabra de Dios y evangelizar a cinco mil personas. Claro, lamentablemente de los cinco he quedado solito yo, entonces con más trabajo diría así.
Pero qué quiero decir, hermanos, simplemente quería ser muy discreto en mencionar este llamado de Dios. Vean que aquí, en la mitra y discretamente también los signos de los dos peces y los cinco panes, como en un anillo episcopales, querido también tener estos dos peces y estos cinco panes para que seamos instrumento de Dios y hacer posible, así como Felipe que ubica al niño que tiene dos peces y cinco panes, para que Jesús dé de comer a una multitud. Creo que la Palabra de Dios es muy bella. No hace mención al Santiago Apóstol, hace mención directamente si a los apóstoles que son invitados por Jesús. A mirar la necesidad de la multitud, y a que también, de manera activa, se pongan en esta actitud de decir: seré también las manos que reparten el pan.
Por tanto, si esto llama a los apóstoles, a los discípulos suyos, nos llama a nosotros, que nos regala la vocación, nos regala también, creo, a todo el pueblo de Dios. Y hoy más que nunca, a ser solidarios, a proveer el pan en nuestras mesas y a proveer el pan de la Palabra y de la Eucaristía en medio de un pueblo que sufre. Tantos enfermos, familias golpeadas en medio nuestro. Cuanta enfermedad, cuanta crisis, cuanta soledad.
Que nuestra solidaridad junto a Jesús nos haga capaces también de partir y repartir el pan. El Señor, a todos nos conceda esta vocación de ser discípulos misioneros, discípulos apóstoles del Señor. Y que este Evangelio pueda también cumplirse en nuestra vida aquí en medio de nuestra realidad, en Cochabamba, en medio de nuestras familias, en medio de nuestros ciudadanos, en nuestros fieles.
Que el Señor nos conceda ser entonces instrumentos para que Dios haga una obra de salvación, de consuelo, de paz, de libertad, de salud, de vida, que Él mismo a todos y a cada uno nos está queriendo regalar. Que seamos de verdad instrumentos suyos, obedientes a lo que Él mismo nos está convocando y nos está llamando.
Una vez más, entonces agradecer profundamente a Dios, celebrar la Eucaristía, un agradecimiento profundo a todos ustedes, la comunidad, mi comunidad. El Señor, también a ustedes les conceda el gozo y la alegría de ser parte de esta gran familia de Jesucristo, nuestro Maestro y Señor. Amén.
Fuente: Iglesia Cochabamba