Lunes Santo – Misa con la Vida Consagrada de San Ignacio de Velasco
“¡Gracias hermanas!”
Queridas Hermanas Consagradas, y queridos hermanos en Cristo.
Muy bienvenidas y gracias por su presencia en la Misa esta noche. Si bien se celebra la Jornada de la Vida Consagrada en la Fiesta de la Presentación del Señor, el dos de febrero, que es al mismo tiempo mi aniversario de instalación como Obispo de San Ignacio, este año estuve ausente de San Ignacio, celebrando con las Franciscanas Angelinas en San José de Chiquitos sus 70 años de presencia en la Diócesis.
Por otro lado, me parece celebrar a la Vida Consagrada en Semana Santa, ya que en estos días somos testigos de Jesús, cuya consagración ante el Padre se observa en la Oración Sacerdotal de la Última Cena, profundizada en su oración en el Jardín de Getsemaní y vivido en plenitud en su Pasión y su Cruz.
Al mismo tiempo, quiero agradecer a ustedes, Hermanas, que han consagrado sus vidas al Señor, entregándose a su servicio en nuestro pueblo. ¿Quién puede calcular el bien que han hecho a nuestra población por medio de su oración, su testimonio y sus apostolados, especialmente en bien de los niños y jóvenes, además apoyando la pastoral en las parroquias?
A nivel de Diócesis somos bendecidas con el testimonio y labor de 59 hermanas perteneciente a 9 congregaciones:
• Hermanas Franciscanas de Hallein (SIV y Roboré)
• Terciarias de San Francisco de Hall (San Miguel)
• Hermanas Franciscanas de Aparecida
• Misioneras Identes
• Hermanas de Santa Clara (SIV y Puerto Suárez)
• Instituto Secular de la Obra de la Buena Nueva
• Franciscanas Angelinas (San José y Puerto Suárez)
• Hermanas de la Sagrada Familia (Roboré y San Matías)
• Hermanas Clarisas Misioneras del Santísimo Sacramento (Pailón)
La primera lectura de hoy, describe al Servidor de Yavé, quien “no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra”, es una profecía de Jesucristo, elegido por el Señor para “ser la alianza del pueblo y la luz de las naciones”. Estas mismas palabras son retomadas en la Presentación del Señor, cuando el Santo Simeón describe al niño Jesús como “Luz de las naciones y gloria de su Pueblo Israel”. Las personas consagradas recuerdan estas palabras todos los días antes de dormir en el rezo de Completas. Así, su consagración religiosa es comunión y extensión de la consagración de Jesús.
Y como servidoras del Señor, recordando también el SÍ de María, contribuyan a la implantación del derecho y justicia en nuestra tierra, sin desfallecer, porque la Nueva Alianza en la sangre de Cristo es una alianza eterna.
El Santo Evangelio, nos presenta una escena en la casa de Marta, María y Lázaro. Tradicionalmente la vida consagrada se inspira en otra escena de Betania, cuando las dos hermanas recibieron a Jesús, María a sus pies como discípula escuchándole a Jesús, Marta colaborando en el servicio. La Vida Consagrada es Marta y María, Discipulado atento a su Palabra, y Servicio atento a sus necesidades. Desde esta casa en Betania, Jesús inició su caminar a la Cruz, como hemos recordado ayer, Domingo de Ramos.
La escena de hoy añade otro elemento. El perfume que María derrama en los pies de Jesús llena toda la casa de su fragancia. Ella hizo este gesto en gratitud por la resurrección de su hermano Lázaro, a igual que la cena misma que Marta servía. La Vida Consagrada es así: llena la Iglesia con la agradable fragancia de gratitud y servicio al reconocer la gran bondad que representa Jesús en medio de nosotros.
En esto, lamentablemente no faltan personas que reaccionan como Judas, quien no supo valorar el gesto de María, ni tampoco el milagro de Jesús. Como Judas, que criticó a Jesús por aceptar semejante expresión de gratitud, critican a la Iglesia por sus expresiones de religiosidad, y como Judas, no aceptan la explicación que se da. Mucho de esto han sufrido las religiosas en Bolivia, en vez de gratitud por sus servicios en la educación, por su atención a niños y jóvenes huérfanos o en situación de calle, y por su entrega desinteresada en la pastoral.
Espero que nuestro pueblo no solamente demuestre un gran aprecio por la labor de las Hermanas, sino también apoyen las posibles vocaciones que puedan surgir en el corazón de las señoritas de nuestras familias. Si Dios llama a una joven de tu familia para consagrarse a su servicio, ¿cómo no van a alegrarse? Dios no fija su mirada arbitrariamente. Y una vocación religiosa o sacerdotal es una bendición para la familia que entrega un hijo o una hija al Señor.
“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” Así decía nuestro salmista. Así se vive con valentía la vida consagrada. “Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor, y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.”
Gracias, hermanas, por su testimonio, por su servicio, y por la oración que ofrecen todos los días en bien de la Iglesia, de sus ministros, de nuestras familias, niños, jóvenes, esposos y abuelos. Que Dios les permita ver el fruto que produce su entrega, un fruto que perdura por generaciones.
Sigan contemplando la bondad del Señor en esta tierra chiquitana. Esperen en el Señor, Sean fuertes. Tengan valor, y esperen en el Señor.