Sin duda la Madre Teresa, canonizada el 4 de septiembre de 2016 por el Papa Francisco, tiene ya una talla excepcional de santidad y está llamada a ser una de las grandes santas de la Iglesia Católica y una de las mujeres más representativas del siglo XX.
En su vida hay varias etapas claramente delimitadas. De nacionalidad albanesa nació en Skopje, actual Macedonia, en 1910. Sintió la vocación religiosa y entró en la Congregación de Nuestra Señora de Loreto. Hizo su noviciado en Irlanda. Como quería ser misionera en la India, embarcó hacia Bengala, donde cursó estudios de magisterio y eligió el nombre de Teresa en honor de Santa Teresa del Niño Jesús, para su profesión religiosa. Después pasó a Calcuta, la ciudad con la que habría de identificar su vida y vocación.
Durante casi veinte años ejerció como maestra en St. Mary’s High School. Sin embargo, impresionada por la miseria que se veía en los suburbios, solicitó a Pío XII licencia para dejar la orden de Loreto y entregarse por completo a la causa de los menesterosos. Enérgica y decidida en sus propósitos, Teresa de Calcuta pronunció por entonces el que sería el principio fundamental de su mensaje y de su acción: “Quiero llevar el amor de Dios a los pobres más pobres; quiero demostrarles que Dios ama el mundo y que les ama a ellos”.
En 1948, poco después de la proclamación de independencia de la India, obtuvo la autorización papal para dedicarse al apostolado en favor de los pobres. Mientras estudiaba enfermería, Teresa abrió su primer centro de acogida de niños. En 1950 adoptó la nacionalidad india y fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad y en 1963 abrió la rama masculina. El pleno reconocimiento de esta congregación lo decretó Pablo VI en 1965. Además de los tres clásicos votos de pobreza, castidad y obediencia, emiten también el voto de dedicarse totalmente a los necesitados.
Comenzaron a abrir casas de acogida para personas pobres, enfermas incurables y moribundas sin importarles a qué religión pertenecían: “Para nosotras no tiene la menor importancia la fe que profesan las personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio de ayuda no son las creencias, sino la necesidad. Jamás permitimos que alguien se aleje de nosotras sin sentirse mejor y más feliz, pues hay en el mundo otra pobreza peor que la material: el desprecio que los marginados reciben de la sociedad, que es la más insoportable de las pobrezas”.
El enorme prestigio moral que la Madre Teresa de Calcuta supo acreditar con su labor en favor de “los pobres más pobres” llevó a la Santa Sede a designarla representante ante la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas celebrada en México en 1975. Cuatro años más tarde, recibió el premio Nobel de la Paz.
Participó vivamente en el debate sobre las cuestiones más cruciales de su tiempo, a las que no fue nunca ajena. Así, en mayo de 1983, durante el Primer Encuentro Internacional de Defensa de la Vida, defendió con vehemencia el valor de la vida desde la concepción, rechazando el aborto. En 1986 recibió la visita de Juan Pablo II en la Casa del Corazón Puro, fundada por ella y más conocida en Calcuta como la Casa del Moribundo.
En el curso de los años siguientes, aunque mantuvo su mismo dinamismo en la lucha para paliar el dolor ajeno, su salud comenzó a declinar y su corazón a debilitarse. En 1989 fue intervenida quirúrgicamente para implantarle un marcapasos, y en 1993, tras ser objeto de otras intervenciones, contrajo la malaria en Nueva Delhi, enfermedad que se complicó con sus dolencias cardíacas y pulmonares.Tras superar varias crisis, cedió su puesto de superiora a sor Nirmala, una hindú convertida al cristianismo. Pocos días después de celebrar sus 87 años ingresó en la unidad de cuidados intensivos del asilo de Woodlands, en Calcuta, donde falleció en 1997.
Miles de personas de todo el mundo, incluyendo autoridades religiosas y políticas, se congregaron en la India para despedir a la “Santa de las Cloacas”. La Congregación contaba ya con más de quinientos centros en un centenar de países. Juan Pablo II autorizó iniciar con antelación el proceso de beatificación que culminó en 2003, siendo su beatificación la más rápida en la historia moderna de la Iglesia Católica.
Madre Teresa restaba importancia a su vocación por los más pobres. “El trabajo que hacemos no tiene nada de heroico. Cualquiera que tenga la gracia de Dios puede hacerlo.” Sin embargo sus directores espirituales han investigado el secreto de una vocación tan excepcional y han encontrado diversos documentos en los que se relataba las visiones y locuciones de Jesús antes de fundar a las Misioneras de la Caridad.
“En 1942 la Madre hizo el voto de no negar nunca nada a Jesús quien poco después le dijo: “Ven y sé mi luz”. Teresa siguió este mandato, llevando la ‘luz’ a lugares de absoluta oscuridad. El período de esta profunda experiencia transcurrió entre el 10 de septiembre de 1946 y el 3 de diciembre de 1947, cuando la Beata aún permanecía a las hermanas de Loreto. Fue un tiempo de íntima unión gozosa y dulce con Jesús. ‘Jesús se me dio’, dice la Madre en una de sus cartas. La unión con Jesús fue hondamente sentida y vivida.
Pero después pasó un largo tiempo de casi 50 años de “invierno espiritual”, incluso con tentaciones de increencia. Pero Teresa se mantuvo fiel, unida a Jesús en la agonía de Getsemaní. Por todo ello pasará a la historia como ejemplo inspirador de caridad, generosidad, abnegación y entrega a los más necesitados.