La Iglesia Católica celebra el 19 de marzo y el primero de mayo a San José, el esposo de la Virgen María y el padre adoptivo de Jesús. José es el ejemplo a seguir por su dedicación fiel y sacrificada a María, su esposa, y a su hijo adoptivo Jesús. Unido a este patrocinio, se debe subrayar que José puede y debe ser venerado también como protector y defensor de las mamás gestantes y de los infantes por nacer y de los ya nacidos.
El documento “Protoevangelio de Santiago”, al cual los expertos bíblicos otorgan cierta garantía de verosimilitud, ofrece datos importantes sobre el nacimiento y la infancia de la Virgen María. Los padres de Ella fueron Joaquín y de Ana quienes no podían tener hijos y lloraban por su infertilidad. Pero ya siendo ancianos, Dios les concedió una hija a quien pusieron por nombre ““Miryam”, nombre hebreo que puede traducirse como la “Amada de Yahveh”.
Ella, al cumplir los tres años, fue llevada por sus padres al Templo de Jerusalén donde permaneció toda su infancia, aprendiendo a conocer la Palabra de Dios que recitaban los sacerdotes y a servir en el Templo los diversos oficios, sobre todo la confección de las vestiduras ornamentos sacerdotales, que realizaban también otras mujeres ya menopáusicas. Al llegar María a la pubertad, los sacerdotes, viendo que ella no podía permanecer allí por motivo de sus reglas, convocaron a algunos viudos para elegir entre ellos al esposo de María. Después de orar el Sumo Sacerdote eligió a José el carpintero, fiel cumplidor de la Ley de Moisés.
José se negó, alegando que era mayor y con varios hijos. Pero el Sacerdote le indicó que era la voluntad de Dios y que por lo tanto debía aceptar a María como esposa, tal como se realizó. Tal como era costumbre celebraron sobriamente las promesas esponsales con el propósito de casarse al cabo de un tiempo, normalmente un año. María fue llevada a la casa de José en Nazaret, una pequeña aldea en Galilea, mientras que el esposo prosiguió haciendo sus trabajos como carpintero y constructor en otros lugares.
El Evangelio de Lucas narra cómo María, estando en oración, recibió el anuncio del Ángel Gabriel de que iba a ser la madre del Hijo del Altísimo. María quedó sorprendida pero confortada por el ángel quien le indicó que la Rúaj Santa (Espíritu) descendería sobre ella habilitándola para recibir en su seno virginal al Hijo de Dios. En plena obediencia, María aceptó: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra” (Lucas 1,38)
El Evangelio de San Mateo refiere cómo José, al darse cuenta del embarazo de María, en un primer momento pensó dejarla en secreto. Pero el Ángel le avisó en sueños que debía recibir a María en su casa, ya que el embarazo de ella era por la acción divina de la Rúaj Santa (Espíritu). Así se cumplió la profecía: “He aquí que la doncella concebirá en su seno y parirá un hijo al que se dará por nombre ‘Emmanuel’ que significa Dios con nosotros” (Mateo 1,20-23).
José, obediente, aceptó recibir en su casa a María viviendo fraternalmente y respetando siempre la virginidad de María, la elegida del Señor. Estando ya cercano el parto, el emperador romano César Augusto dictó un decreto para hacer el censo de los habitantes del imperio. José obediente, por ser descendiente del rey David, se puso en camino hacia Belén con su esposa encinta. Al no encontrar lugar en la posada tuvieron que ir a una cueva en las afueras de Belén. Allí nació virginalmente el niño Jesús que fue puesto en un pesebre. Avisados por el Ángel, algunos pastores que cuidaban sus rebaños durante la noche vinieron a adorarle, escuchando himnos angélicos.
El Evangelio de Mateo narra cómo unos sabios astrólogos del Oriente, los llamados Reyes Magos, llegaron a Jerusalén y preguntaron al rey Herodes dónde había nacido el Rey de los judíos al que venían a adorar porque habían visto su estrella. Herodes, envidioso y ambicioso, se sobresaltó y consultó con los estudiosos bíblicos sobre el posible lugar y envió a los sabios a Belén Éstos encontraron al Niño, lo adoraron y le entregaron como regalos de pleitesía, oro, incienso y mirra. Pero, avisados en sueños de no volver donde Herodes, regresaron a su país por otro camino.
Herodes, al verse burlado por los sabios, se enfureció y mandó matar a todos los niños de Belén y sus alrededores, menores de dos años. Esa misma noche José recibió en sueños el aviso del Ángel quien le indicó que, junto con María y con el Niño, debían marcharse de Belén, porque Herodes buscaría al Niño para matarlo. Al momento José se alistó y con su esposa y el Niño, salieron para Egipto.Así se salvó Jesús de la ira del rey Herodes, quien no quería que nadie le hiciese sombra en su trono real.
Terminamos indicando que hoy también hay gobernantes que quieren matar a niños inocentes e indefensos mediante leyes abortistas, que despenalizan y legalizan el aborto como un derecho reproductivo de la mujer. Por ello es preciso elevar nuestras oraciones a la Familia Divina Trinitaria, por la intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, José, María y Jesús, para que nuestras leyes defiendan a los niños por nacer y a sus madres y padres. De esa manera tendremos la bendición divina para nuestras familias y para la sociedad.